
Vecinos
Proyecto Mosaicos: cuando el teatro es de todos y para todos
Se trata de una iniciativa nacida en Carabanchel cuyo fin es tejer una red de teatro comunitario donde se aborden problemas actuales

En una ciudad como Madrid, donde los cambios urbanísticos, sociales y económicos transforman los barrios a una velocidad de vértigo, algunos proyectos culturales consiguen sostener lo que de verdad da identidad a una comunidad: sus voces, sus memorias y sus vínculos. Uno de esos proyectos es Mosaicos, una red de teatro comunitario que lleva más de seis años tejiendo relatos colectivos desde el arte, el compromiso social y el protagonismo vecinal.
Nacido en 2017 en Carabanchelde la mano de La Rueda Teatro Social, Mosaicos ha crecido hasta extenderse por Lavapiés, Chamberí, Ciudad Lineal y Ventilla. Su propuesta es clara: crear teatro con los vecinos y vecinas, sin requisitos ni casting, para hablar de lo que de verdad afecta a sus vidas. Aquí no hay estrellas ni telones rojos, sino patios de barrio, bibliotecas, parques y calles que se convierten en escenario. Y, sobre todo, una comunidad que se reconoce, se expresa y se transforma.
El grupo pionero de Mosaicos nació en el Parque de Comillas (Carabanchel), uno de los barrios donde el proceso de gentrificación es cada vez más visible. Allí, cada semana, unas 15 a 20 mujeres, con edades que oscilan entre los 21 y los 70 años, se reúnen para ensayar, improvisar, debatir y construir escenas a partir de sus propias vivencias. No todas tienen experiencia escénica, ni falta que hace. «No hay requisitos, ni de edad ni de formación teatral», cuenta Laura Presa, actriz, directora y alma del grupo desde sus inicios. «El objetivo es hacer comunidad, crear un espacio donde puedas desconectar de la rutina, pero también conectar con lo que pasa en tu barrio y dentro de ti».
En estos encuentros semanales se genera algo difícil de encontrar y que todas sus integrantes reconocen como necesario, y tiene que ver con el tiempo para uno mismo, la introspección y, a la vez, la posibilidad de compartirlo. «Esto es atender a la salud mental», reconoce Laura Presa. Y se hace a partir de una red de apoyo emocional, político y creativo que va más allá del teatro. «Muchas de las mujeres mayores del grupo viven situaciones de soledad no deseada. Y el hecho de sentirse escuchadas, de formar parte de algo donde su voz cuenta, cambia su día a día. Hay un cuidado intergeneracional muy potente».
Cada montaje de Mosaicos parte de un proceso colectivo de creación. Las participantes proponen temas, comparten anécdotas, escriben textos y experimentan formas de poner en escena las realidades que viven. Recientemente, uno de los proyectos más significativos ha sido «Brunch para hoy, hambre para mañana». El espectáculo, presentado en formato de recorrido teatral, conducía al público por diferentes espacios del barrio, donde se representaban escenas que hablaban de la pérdida del comercio local, los desahucios invisibles, los pisos turísticos o la transformación del paisaje cotidiano. «A veces la gente llega al barrio, se toma un brunch, le parece que todo está limpio y moderno, pero no sabe lo que había antes». La idea de no quedarse en un escenario fijo no es solo estética: es política. «Queremos recuperar el espacio público».

El tema de la salud mental también se ha puesto encima de la mesa: «Cada una escribió un poema, una reflexión, un texto sobre cómo se sentía. Fue muy íntimo, muy delicado», explica Laura. «Se generó un ambiente donde hablar de la tristeza, del miedo, de la ansiedad, no era algo tabú. Y eso es revolucionario en sí mismo».
Mosaicos bebe directamente de una corriente que nació en América Latina, concretamente especialmente en barrios populares de Buenos Aires (Argentina). En este sentido, el trabajo de Mosaicos se diferencia de otros proyectos culturales porque no es un taller, ni una actividad puntual sino un proceso constante: «Hacemos funciones en junio y en octubre, pero lo más importante es lo que pasa entre medias, después de cada sesión, hablo del cuidado mutuo».
Todo esto ha sido posible gracias al apoyo de subvenciones del Ayuntamiento de Madrid. Sin embargo, los recursos siguen siendo limitados. «Queremos consolidar una red de teatro comunitario en Madrid, pero con lo que tenemos es muy difícil. No solo es montar una obra, es acompañar procesos personales y sociales que requieren de tiempo, formación y cuidados».
Arte y política, una metodología propia
El grupo de Comillas ha preparado su función de junio, y también colabora con las fiestas populares del barrio. Además, hay intención de replicar este modelo en otras ciudades porque «estamos generando una metodología propia», afirma Laura Presa. Mediante un formato especializado en la escucha, el respeto y la creación colectiva, Mosaicos aspira a ser una herramienta de transformación colectiva que empieza con algo tan sencillo y poderoso como mirar a los ojos a tus vecinos y decir: «Vamos a contar lo que nos pasa».
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