La historia final
Rushdie, «Quijote» y Las Trinitarias (y II)
Ellas viven en clausura. Pocas veces he conocido mujeres tan sosegadas y sinceramente agradecidas a la vida
La semana pasada me he permitido contar un fortuito encuentro con Salman Rushdie en el Barrio de las Letras de Madrid. Fue en sábado. Al día siguiente ese casual encuentro tuvo su continuidad. Breve, por supuesto, respetuoso.
Hoy es domingo. A las doce de la mañana en las Trinitarias de la calle Lope de Vega hay misa. Ellas viven en clausura. Pocas veces he conocido mujeres tan sosegadas y sinceramente agradecidas a la vida.
Para mi sorpresa, lo mismo que en el Villa Real, el despliegue policial era impresionante. Casi media docena vigilando la entrada a la iglesia. Eso quería decir que iba a ver la tumba de Cervantes.
La misa la oficiaba un trinitario, otrora dispuesto, como un fray Juan Gil, a dejar su cuerpo en cautividad a cambio de la redención de otros cautivos. Yo creo que hay órdenes religiosas que aunque solo sea por la herencia semántica, o por la tradición histórica de lo que representan, se les debe respeto.
Uno minutos recién empezada la misa, un revuelo a la entrada de la iglesia, anunciaba una visita, que aunque se mantuviera en recogido silencio, la entrada de media docena de personas de golpe había provocado rumor bastante.
No pude resistirme. Me acerqué a saludarle. Me reconoció, y susurrando tanto porque estábamos en misa, tanto por las secuelas del ataque (12 de agosto de 2022, casi San Lorenzo, casi las perseidas), imagino que cortésmente me dijo que había venido por lo que le había dicho el día anterior. Estuvo escudriñando la lápida, la simpática lápida que tiene escritas unas líneas del Persiles en verso (¡!) y que consta que esas líneas proceden del Persiles y Segismunda, en vez de Sigismunda. Como remate al espectáculo de la búsqueda de los restos de Cervantes y el hallazgo de tan solo casquetes craneales, trozos de mandíbulas, y huesecillos que apilados parecían montañas de calditos Maggi, no tiene precio. Todo allí es totalmente cervantino. ¿O erasmista por aquello de El elogio de la locura?
Coincidía la visita con la bendición con el hisopo. Fray Pedro -con una enorme sonrisa- bendice a todos por igual, feligreses o visitantes, que a fin de cuentas somos hijos de Dios y estamos en su casa.
Esta es la frase de su estancia en España: Salman Rushdie, mientras veía la lápida de Cervantes, fue bendecido con agua bendita. Al otro lado de la lápida, un trozo óseo -bien un cachito de mentón, o una taba- de Cervantes sonreía y Allá aplaudía la escena chocando las manos como pueda. Si en el Mundo Que Todo Puede Pasar alguna vez se convirtiera a la verdadera fe, todo habría empezado en Madrid, las Trinitarias, la oquedad cervantina, y un hisopo agitado por un descendiente espiritual de fray Juan Gil, que le habría rescatado de un mundo de tinieblas. ¡Y que haya gente que no se sepa tomar la vida con humor!
En cualquier caso, es imprescindible ir a la misa de las trinitarias de 12, que es cantada con órgano y desde detrás de la clausura. En el centro de Madrid. En el siglo XXI. Fuera andan los turistas y algunos entran durante la celebración del culto, como Pedro por su casa y miran como pasmarotes. Pobres: no entienden nada de en donde están.
Y las trinitarias viven en su recogimiento como pocas mujeres en el mundo de hoy. En el mundo. Salman Rushdie ha declarado para este periódico (domingo 19 de mayo de 2024, entrevista de Javier Ors) que «convertir la religión en un arma es un fenómeno que es prototípico de la época en que vivimos». En las trinitarias no he encontrado ni un ápice de radicalización, antes bien al contrario. Obviamente porque viven, afortunadas ellas, en otra época, pero en nuestro mundo. Ellas viven en la certeza del bien que hacen, o de que lo hacen bien. Rushdie se lamenta, «creíamos que lo estábamos haciendo bien [mayo del 68], pero no»; también, Obama «lo que hizo fue desencadenar una oleada de supremacía blanca [porque] la elección de Trump fue una reacción a un presidente negro. Hubo gente que no lo pudo soportar».
Me quedo, añorando que haya mejores tiempos y no tiempos de hierro camuflados en sesudos discursos intelectuales, o enardecedores de las emociones del populacho, que no son sino proclamas de enajenados que nos llevan a la destrucción (¿por qué le gusta tanto al homo sapiens la autodestrucción?), digo que me quedo con que ojalá «el principio fundamental de la libertad de expresión es permitir que todo tipo de discursos y narrativas puedan coexistir», y también, «las personas son complejas, no unidimensionales». A mi modo de ver, los liberales somos así.
Con el mismo sigilo que entraron, se marcharon. Las lecturas y el Evangelio iban de Pentecostés y la comprensión en lenguas vernáculas, las usadas por gentes de diferentes naturalezas, del mismo mensaje de perdón y «Paz a vosotros».
Con «Paz a vosotros» no se puede entender que haya cuchillos.
✕
Accede a tu cuenta para comentar