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La contra

«En España hay óptima calidad en sus vinos»

François Lurton

Uno de los principales bodegueros franceses

François Lurton, bodeguero francés
François Lurton, bodeguero francésArchivoLa Razón

Pertenece a la segunda familia bodeguera más importante de Francia. Dentro de ella François Lurton encarna la cuarta generación de viticultores que produce vinos de Burdeos desde 1897. Antes de empezar con el vino, su bisabuelo creaba, y antes de él sus ancestros, bebidas espirituosas en esa región desde mediados del XIX. En 1985, tras finalizar los estudios de Marketing y Comercio, inició su carrera profesional en los viñedos André Lurton, su padre. Junto con su hermano Jacques creó en 1988 una consultora que les llevó por el mundo para descubrir vinos y terroirs excepcionales. Y poco a poco los hermanos Lurton fueron construyendo bodegas en el Languedoc, sur de Francia, y luego en Burdeos. Y fuera de Francia llegaron hasta España, Portugal, Argentina y Chile. En 1989 ve la luz su primer vino, «Fleurieu Heritage», en el McLaren Vale en Australia. Años después su hermano cedió su parte y François se convirtió en accionista mayoritario. La sociedad cambió de nombre a Domaines François Lurton.

¿Cómo recuerda sus inicios en el mundo del vino?

Mi padre André nos hacía trabajar a mis hermanos y a mí haciendo de todo dentro de la bodega y en los propios viñedos. Incluida la experimentación sobre uvas y sus enfermedades. También en los asuntos comerciales. Uno de los logros fue el nacimiento de la Denominación de Origen Pessac-Leognan.

Pero pronto encaminó sus pasos a otros sectores.

Tras hacer el servicio militar me ofrecieron trabajo por mis estudios comerciales los propietarios de la empresa productora del cognac Hennessy, situada no muy lejos de Burdeos, pero a mediados de los ochenta la bodega de mi padre necesitaba más manos para desarrollarla y entré en su dirección. Pasada esa fase pude volver a emprender nuevas iniciativas y con mi hermano Jacques desarrollamos a principios de los noventa un proyecto internacional en Chile y Argentina.

¿Cuándo aparece España en ese recorrido?

Muy temprano llegamos a Castilla y León. Fuimos a Rueda en 1992 en busca de uva sauvignon blanc pues un cliente necesitaba volumen. Allí descubrimos la verdejo y todo su potencial, aunque nos resultaban todavía vinos demasiados neutros, no los que queríamos hacer. En colaboración con bodegueros locales como Antonio Sanz, y gracias a los taninos de la madera de las barricas y los de la propia piel, pudimos obtener ese vino cremoso interesantísimo que buscábamos. La tinta de Toro también nos pareció una uva excepcional y se convirtió en el otro apoyo del proyecto. Nunca he querido volúmenes grandes, y tras vender la bodega anterior al Grupo Torres en 2014 tuve la ayuda de Michel Rolland para poner en marcha Campo Elíseo.

¿Se sentía satisfecho de sus conquistas en España?

Con la tinta de Toro quisimos hacer unos vinos menos concentrados concentrados que los que caracterizan a la variedad. Se trata de evolucionar desde los taninos rústicos a otros más finos y elegantes. Fuimos los primeros en hacer vinos no tan extractados porque Michel nos ha hecho cambiar la manera de trabajar. Hemos conseguido un vino con cuerpo y potencia pero a la vez mucha elegancia.

¿Cómo han evolucionado sus gustos respecto al vino?

El gusto está en permanente evolución. En Burdeos me emocionaban los vinos viejos, pero con el tiempo y el descubrimiento del Nuevo Mundo me fueron gustando más jóvenes y con mucha menos madera, envejecimientos mucho más cortos, tanto para blancos como para tintos. De Burdeos hoy solo tomo vinos de 2008 o 2009, nada que ver con aquellos históricos recorridos verticales de antaño. También estoy tomando el vino más frío porque ahora hay más alcohol.

¿Cómo ve la presencia de los vinos españoles en el mundo?

Ocupan un lugar parecido al de los chilenos. En general han exportado demasiados vinos básicos y baratos. Por eso, cuando suben un poco los precios automáticamente las ventas se paralizan. Es un país de venta a bajo precio desde hace muchos años y es una pena porque hay óptima calidad para producir vinos perfectamente comparables con los italianos o los franceses.