Opinión
Va bien
Sin otro lazo que el de la solidaridad y el dolor por el fallecimiento del niño de Cañizares, España visitó Dusseldorf con un mensaje claro, conciso y contundente: «He vuelto». Cara a cara los dos últimos campeones del mundo, con un fútbol similar, de toque, dominio, precisión y convicción en los planteamientos, un tanto alocados. Löw aplicó a su selección el patrón que primero Luis y luego Del Bosque implantaron, siempre desde el talento. Después de seis años prodigiosos de España, saldados con dos Eurocopas y un Mundial, Alemania aprendió, copió y aprovechó el bajón del campeón para reclamar su jerarquía e imponer el relevo. En éstas, Lopetegui sucedió a Del Bosque y el desnivel de Brasil’2014 empezó a desaparecer. Pero había que ratificarlo en una confrontación entre ambos. Sin alharacas, sólo con la ley del más fuerte por delante, a los 6 minutos Rodrigo aprovechó que el anfitrión se estaba desperezando para marcar. Y de campeón a campeón, Müller estableció el empate a uno después de que la Roja no aprovechara un par de buenas oportunidades. El tanto de Rodrigo fue como poner banderillas negras a los alemanes: presión inhumana, hasta con diez elementos en campo contrario, y una furia en el empeño que recordaba a los españoles de épocas pretéritas. Frente a a esos arreones, serenidad y contraataque, y con las visitas a la portería de Ter Stegen, riesgos para la de David de Gea. Ambos guardametas confirmaron la fama que les precede: son buenísimos y evitaron que durante esos minutos en los que el partido se descontrolaba el marcador registrara un terremoto. ¿Lo mejor? El espectáculo, la ambición de las dos selecciones, su calidad y, por supuesto, el empate en Alemania de España, que va bien: hay mimbres y cesto. Hay esperanza.
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