Opinión
Obra de arte
Con una chilena fabricó Hugo Sánchez un libro, «El gol más bonito del mundo», abril del 88. Lo encajó el Logroñés. Como el de Cristiano Ronaldo en Turín, también entró en una tarde de primavera, desplomada en este caso, asunto crucial que los fervientes admiradores del astro portugués consideran que no ha habido ni habrá prodigio siquiera semejante. Parafraseando a Pere Gimferrer, «la nube rapta tu cuerpo de oro en su levitación». De lo cual podría inferirse que la celestial gesta «cristiana» reportará al autor pingües beneficios: esa revisión salarial que reclama para alcanzar las cotas económicas de Messi o para, en su defecto, hacer frente a la multa de Hacienda, que tiende a ser tan colosal como ese disparo de espaldas a la portería de Buffon, que su pie derecho remató a 2,38 metros de altura. Levitó Ronaldo, fuerza de la naturaleza en marco dorado, las aguas del Nilo volvieron a separarse y detuvo su actividad el mundo, congelado en esa imagen ya universal del futbolista poderoso, estético, acrobático y único. Que a los suecos les guste más la chilena de Ibrahimovic o a los culés la de Rivaldo y cualquier obra de arte de Messi no tiene que minimizar la de CR, quien, así como de repente, ha laminado con este gesto y los 14 goles que ha marcado en esta Champions su materia crepuscular. Ha renacido con 33 años, el chaval. Aunque ya no hace cosas que hacía, ha firmado el golazo que, desde que empezó a pegarle patadas al balón en algún campo embarrado de Madeira, ensayaba y ensayaba, como esas faltas que suben al limbo o estallan en la barrera. Ronaldo no desfallece; atentos, pues, a ese otro libro sobre la chilena de Turín, «La más bonita del
mundo», por ahora.
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