Opinión

La palabra

Las tradiciones, como las estadísticas, están para romperlas. O para mantenerlas. O para cambiarlas. En el pueblo zamorano de Manganeses de la Polvorosa los quintos han dejado de lanzar la cabra desde el campanario de la iglesia –¡qué pecado ha cometido la cabra!–.

Si la tradición es una barbaridad lo conveniente y civilizado es rechazarla. O modificarla. Y si lo que ocasiona son quebraderos de cabeza, mejor desterrarla. O aparcarla. Es lo que ha decidido hacer Zinedine Zidane con el controvertido «pasillo al campeón». El Barcelona va a ganar la Liga, hay un clásico doméstico pendiente y la posibilidad de rendir honores al triunfador. «No habrá pasillo. Es mi decisión», ha sentenciado Zizou. Contundente y convencido. Sólo una mínima explicación: «El Barça no hizo pasillo al Real Madrid, que ganó el Mundial de Clubes. La tradición la rompieron ellos». Fin de la película y basta de marear la perdiz.

Además, lo que importa inmediatamente no es esa tradición que sólo genera malos rollos y turbulencias sino el derbi de la capital. Hay un Madrid-Atlético y por delante semana europea trascendental. A Simeone se le dan mejor estos partidos contra el eterno rival que las finales, que ha perdido dos de dos, y el consuelo de sacar un resultado positivo en este choque o de continuar por delante en la clasificación sea cual fuere la solución no cicatrizará jamás las heridas de Lisboa y de Milán, que no terminan de sangrar. Lo normal en este caso es que gane el Madrid, porque dispone «de la mejor plantilla del mundo» (palabra de Simeone), porque juega en el Santiago Bernabéu y porque el Valencia le pisa los talones; sin embargo, lo habitual de unos años a esta parte, desde que el Cholo lo dirige, es que sea el Atlético el que vuelva al vestuario visitante abrazado y eufórico.

Ese era el sueño de los López, Marc y Feliciano, que perdieron el punto de dobles con Alemania tras empatar un 2-0. Ahora, Rafa y Ferrer, o Roberto Bautista, tienen la palabra, como Zidane.