Opinión
Jaleo Real
Como cada persona es un mundo, el mundo opina y la final de la Copa del Rey es un chollo. Cuando empieza a disputarse, las críticas son al sistema de competición, de si es mejor a un partido o a dos, hasta que los de Primera entran en combate. Entonces cambia el discurso y comienza la búsqueda del héroe, ese equipo de Segunda o Segunda B que además de arreglar la tesorería hará historia si elimina al grande.
A medida que se acerca el desenlace y el Barcelona avanza, todo lo que se habló antes es agua de cerrajas porque nos invade el jaleo Real, con mayúscula. No hay un club que haya ganado más Copas (29) que el Barça, ni un club cuya directiva rehuya sistemáticamente la defensa de este trofeo, ni una afición –con lo injusto que es generalizar– que lo deteste hasta el punto de insultar gravemente a quien le cede su nombre y al himno de tantos españoles que lo abrazan. Y sin embargo no declina su participación. Mayor contradicción, imposible. Metámonos ahora en la piel del Rey Felipe VI. Me cuesta porque sólo pensar que voy a presidir un partido en el que 30.000 sujetos me van a chillar y repudiar, me conmina a quedarme en casa y esperar al día siguiente para conocer el resultado.
¿Se puede evitar un hecho tan vergonzoso? Sarkozy suspendería el partido en cuanto sonara la música de viento. Tebas, que es LaLiga, seguiría el ejemplo del antiguo presidente de Francia. ¿Y la Federación? Descabezada y más perdida que los enemigos de Roberto Alcázar y Pedrín, tiembla. El año pasado prohibió la entrada de estrelladas al campo; éste, las permite. Confía en que el asunto no pase de ahí, que no haya algaradas. Asume, como el Gobierno, los pitos al Himno y al Rey. Muy triste.
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