Opinión
Heynckes
Amsterdam Arena, 20 de mayo de 1998, el gol de Mijatovic derrota a la Juventus y el Real Madrid vuelve a coronarse en Europa 32 años después. El vestuario blanco lo celebra con el champán de la Juve. Aislado, Jupp Heynckes se abraza con su mujer y su hija, después del calvario que sufrió hasta minutos antes del partido.
Los tres están de acuerdo: va a dimitir. Es lo que quiere y la familia le apoya; aunque tiene un año más de contrato. Por consejo de sus asesores no dimite, negocia el finiquito y lo cobra: 475 millones de pesetas (200 por cada una de las dos temporadas firmadas y 75 por el trofeo).
Pese a tener a los jugadores en contra, más el dossier de una agencia de detectives que dejaba en paños menores a sus futbolistas y la connivencia entre la directiva y la caseta, ganó la Séptima. Fueron los tiempos de Barnon, de las revistas del corazón, del «Hollywood merengue» y del vacío al técnico alemán. Años después, con 68 cumplidos y la consecución de la Champions, la Bundesliga, la Copa y la Supercopa alemanas, optó por la jubilación y cedió el paso a Guardiola. El PSG le ofrecía 24 millones de euros netos por dos temporadas. Lo rechazó. Y volvió cuando su «hermano» Hoeness le pidió que relevara a Ancelotti para rescatar al Bayern.
Es lo que ha hecho. En Sevilla le pidió que continuara una temporada más, hasta que ficharan a Joachim Löw. «No». Ahora, con 72 años cumplidos, se jubila sí o sí y le gustaría hacerlo ganando otra vez la Champions. Para eso tiene que eliminar primero al Madrid, el equipo al que tanto quiso y que tanto le hizo sufrir. Le hubiese preferido en la final, a un partido; pero ese destino no está en sus manos y antes tiene que discutirlo con Zidane. Apoteósica semifinal.
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