Opinión

Agitadores

El jugador de las semifinales, partidos de ida, fue el egipcio Salah. Calidad, intensidad, puntería, espectáculo. Le retiró Klopp con 5-0 y el Roma hizo dos goles. Al acierto del Liverpool hay que añadir la verbena defensiva de los italianos, imitada en los minutos finales por los ingleses. Con tantas facilidades ninguno de los dos sería un rival serio en la final. Pero el partido resultó muy entretenido. En Múnich, sin embargo, lo más emocionante fueron los goles. El Bayern creó más peligro; pero no entusiasmó.

El Madrid, intrascendente hasta el empate de Marcelo, que enmendó con su zapatazo el error de marcaje en el 1-0 de Kimmich, que dejó en evidencia a Keylor Navas, luego salvador. Jugaban los alemanes contracorriente, tras las lesiones de Robben y Boateng. Pero dominaban y rondaban demasiado a menudo la portería madridista, justo lo que Zidane pretendió evitar al alinear de salida a «todoterreno» Lucas. Bale y Benzema seguían el partido desde el banquillo; vibraban tan poco como el equipo, así que en el segundo tiempo Asensio entró por Isco, desdibujado como los demás; todos, lejos de la movilidad de James; todos, necesitados de un agitador, precisamente Asensio, el Salah que, tras combinación con Lucas, hizo el 1-2 con una sangre fría que envidiaría Ribéry, ese incordio que casi le dobla en edad.

Lucas Haurie sufrió los dos partidos del Bayern con el Sevilla y apreció una sorprendente fragilidad en la formación alemana. No es un coladero como el Liverpool o el Roma; pero apunta a chollo, más aún si no es capaz de convertir en gol las ocasiones que genera. Por todo ello volvió a perder con el Madrid, que le ha tomado la medida y le avisa: «La final es para mí». Tiene toda la pinta.