Opinión
Otra ilusión
El Santos es el trampolín, no el destino final. Las miras de aquel chavalín de Mogi (Sao Paulo) eran tan elevadas como sus ambiciones. Con 14 años cumplidos, sonrisa franca, mirada traviesa y el sueño de jugar algún día en el Madrid, hizo una prueba en Valdebebas y Ramón Martínez y Paco de Gracia, de la secretaría técnica, recomendaron encarecidamente su fichaje. Vieron en él condiciones excepcionales. Le hicieron ficha con el infantil y se habló de dinero.
Hay dos versiones que confluyen en el gasto: una, que no iban a pagar 60.000 euros por el lebrel. Y otra, que los padres del crack del futuro querían garantizarse un sueldo de 3.000 euros mensuales hasta que el niño fuera mayor de edad. Coincidió la negociación con la breve presidencia de Fernando Martín. No cuajó –tampoco el presidente– y hasta unos siete años después el nombre de Neymar pasó inadvertido. Fue en 2013 cuando Sandro Rosell hizo por el jugador la apuesta de su vida –hoy está en la cárcel– y cuando el Madrid, deprisa y corriendo, sometió al futbolista a un reconocimiento en Brasil. Y empezó el lío. En Concha Espina hicieron cuentas y entre picos, palas y azadones la operación rondaba los 150 millones de euros. Rosell se lo llevó al Barça por 57, dijo, y todavía hoy se ignora si el club catalán pagó más de 140.
Neymar creció al lado de Messi; pero con la excusa de que no podía seguir a la sombra del argentino, negoció con el PSG, que en agosto de 2017 pagó los 222 millones de su cláusula y lo fichó. Neymar no es feliz en París, ha escuchado los cantos del Madrid y quiere regresar a LaLiga. Los 60.000 euros de 2006 hoy son 300 millones. Florentino lo quiere ya. Es su ilusión, quizá más complicada de alcanzar que la Decimotercera.
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