Opinión

Cantares

Cuenta Jorge Vilda, seleccionador español de fútbol femenino, que cuando las italianas o las francesas empiezan el partido ganan 1-0. Cantan el himno de su país y entran en ebullición, «on fire»; mientras que las españolas escuchan el suyo con cara de circunstancias. Con suerte suena la versión corta; si es la larga el efecto es el contrario del que perciben las rivales. Unas arden; otras, adormecen. Con Luis Aragonés los jugadores, brazos por los hombros formando una cadena, alzaban la vista, como Sergio Ramos, o la distraían, como Piqué, cubriendo el trámite, sin más. En la banda, el «Sabio» tarareaba en su interior, «lo, lo, lo, lo, lo...», junto a los suplentes y el equipo técnico, todos encadenados. Vicente del Bosque mantuvo la puesta en escena, también lo hace ahora Julen Lopetegui.

Hace años, Alejandro Blanco, presidente del Comité Olímpico Español, tuvo la feliz idea de organizar un concurso para dotar de letra el Himno. La víspera de hacer público el nombre del ganador y la letra, uno de los jurados se fue de la lengua, lo filtró a un periódico y reventó la función. La idea, que empezó con cierta controversia, la arruinó un soplón. Estaba preparado Plácido Domingo para cantarla... Ni lo intentó. Aquel letrista aficionado y en paro, apenas fue rey por unas horas; las justas para sacarle defectos a la composición, que en la métrica los tenía. Pero con buena voluntad se hubiera arreglado; hoy es imposible. No se trata de inventar un himno como el del Arrebato para el Sevilla o el de Jabois para el Real Madrid, con música y todo. Se trata de ponerle letra al Himno nacional, que con la de Pemán no cuela. Lo ha intentado Marta Sánchez, le ha salido patriótico, que no cursi, y la han tundido. Menos mal que luego llega Iniesta y España gana el Mundial.