Opinión

Calabazas

Montmeló, prolegómenos de ese GP de Cataluña que desazona a Colau, cómplice de su incierto futuro. Suena el himno español, cortito. Pitos desde algún sector. A continuación, Els Segadors, versión extralarga. «Respect» absoluto; pero se prolonga tanto que Fernando Alonso, inquieto, «hizo amago de marcharse», cuenta Fran Castro en LA RAZÓN. Después de la carrera que ganó Hamilton, Carlos Sainz (séptimo) y él (octavo) posaron con sendas banderas rojigualdas. Con un par. La imagen sería de lo más normal si no fuera porque este país nuestro se mueve entre fenómenos paranormales o difíciles de explicar. Quim Torra, en su primer discurso en el Parlament, hace guiños a los suyos, pasa de esa otra mitad que vota sentido común y legalidad y desentierra el hacha de guerra, al desafiar al Estado español con viejas plagas supremacistas. No aprenden.

En cambio, en Madrid, Manuela Carmena ratificó en la Caja Mágica que el Máster de tenis no se moverá de la capital porque van a renovar más allá de 2021, cuando se extingue el convenio actual con la empresa de Tiriac, un águila donde los haya. Obvio es que no todos los regidores son iguales. El de Valencia, Joan Ribó, no quiso recibir a los organizadores de la Barcelona World Race, que tras ser despedidos por la inefable Colau, pensaron que un poquito más al sur reconocerían el valor de una de las pruebas de vela más importantes. Pues no. Calabazas, porque tanto monta monta tanto En Comú como Compromís, sendas ramas de Podemos que en Madrid con Carmena a veces deja ver el bosque y en Barcelona y Valencia no permite ver más allá de las gafas del populismo.