Opinión

Arbizu y Zaragoza solidaria

La crisis del coronavirus ha ido dejando de manifiesto varias circunstancias. La primera es que las organizaciones internacionales lo han hecho, en términos generales, muy mal. Aunque moleste a los partidarios de un gobierno planetario, la ONU, la UE, la NATO, la OMS y otras tantas han quedado como Rufete en Lorca. La segunda es que las instancias locales, en ocasiones, han funcionado relativamente bien, como en Nueva Zelanda o Alemania, o rematadamente mal como en España. La tercera es que, en todo el mundo, han ido surgiendo iniciativas privadas que han enfrentado el problema admirablemente. Entiéndaseme: cuando digo privadas, me refiero a verdaderamente privadas y no a ONGs que viven del dinero de los contribuyentes. La última iniciativa que conozco de este tipo la ha iniciado un joven llamado Miguel Arbizu. Arbizu se percató de que faltaba material sanitario y, empleando los ahorros de su propio negocio, procedió a comprarlo y a llevarlo a los hospitales, esos hospitales no surtidos por el estado. Bajo el nombre de Zaragoza solidaria, comenzó entregando un centenar de almohadas al hospital Ramón y Cajal y quinientas batas al de Móstoles. En paralelo, grabó un video de cinco minutos pidiendo ayuda en las redes. La respuesta fue mundial y Arbizu, con una integridad que no tiene el Gobierno, cada noche colgaba todas las facturas con las direcciones de envío a los hospitales y el pantallazo del banco donde se reflejaban todas las donaciones. En paralelo, se fue familiarizando con los materiales y encontrando proveedores que no eran precisamente aquellos sobre los que Illa ha derramado estúpidamente mil millones de euros. Así encontró trajes de buzo desechables, batas de polipropileno, guantes, gorros, pantallas para la cara, geles… prácticamente de todo menos mascarillas FFP2 y 3 porque estaban totalmente malcontroladas por el Gobierno. En sólo cuatro semanas, Arbizu entregó decenas de miles de artículos sanitarios a hospitales ubicados en Zaragoza, Madrid, Huesca, Teruel, Soria, Barcelona y Albacete. Entonces se dio cuenta de que la gente pasaba hambre confinada en su casa y comenzó a proporcionarles alimentos. Respaldado por voluntarios, Zaragoza solidaria lleva semanas dando de comer a más de doscientas cincuenta personas. Todo ha sido sin subvenciones, sin respaldo de partidos, sindicatos o confesiones, apelando sólo a la iniciativa privada y, en el caso de Arbizu, a una fe evangélica. ¡Qué pena que estos héroes anónimos no sean los que gobiernan!