Opinión
¡Hasta siempre, don Ángel!
Era el mes de octubre de 1967 y yo llegué al colegio de San Antón para estudiar ingreso. Me habían asignado como profesor a don Ángel García. Ha pasado más de medio siglo y las imágenes persisten en mi mente como si hubiera sido ayer. He tenido durante mi vida catedráticos excelentes, pero nadie se ha merecido jamás como don Ángel el más que honroso título de maestro y maestro extraordinario. En su clase, pasé del pelotón de los torpes de los primeros días al cuadro de honor de los últimos meses, pero lo mejor es que, sin ponernos una mano encima jamás –algo muy común entonces– nos acercó por primera vez al «Quijote», nos enseñó a escribir sin faltas de ortografía y nos proporcionó una destreza en aritmética que yo no he conseguido ni superar ni recuperar jamás.
Poseía una nobleza especial que sólo tienen algunos y era, por encima de todo, bueno, en el sentido machadiano del término. Cuando pasé al bachillerato, soñé con que pudiera seguir siendo nuestro profesor, quizá de matemáticas. No fue así. Incluso, al cabo de pocos años, dejó la enseñanza quizá porque San Antón no era un centro barato –mi padre tuvo que coger una contabilidad por las tardes para que yo pudiera estudiar allí– pero tampoco se caracterizaba por la generosidad a la hora de pagar a sus docentes. Los años fueron pasando y yo seguí acordándome de don Ángel y me daba mucha alegría cuando tenía alguna noticia suya por personaje interpuesto.
Un día, vino a verme a la radio con algunos de mis libros con la intención de que se los dedicara. Estaba muy mayor y me invadió una emoción agradecida. Mencioné entonces en el programa que en ese momento se encontraba en el estudio don Ángel y tuve que esforzarme para que no se me quebrara la voz. Me encontré de nuevo con él poco antes de mi exilio y sabiendo que no lo volvería a ver. Cuando su esposa me acompañó al portal, le di las gracias por lo que su marido había significado para mi. «Es mérito tuyo», me respondió con delicadeza, «porque ha tenido muchos alumnos y no han salido como tu». La verdad es que don Ángel había marcado mi vida quizá decisivamente. El coronavirus se lo llevó la semana pasada. Los que lo conocimos nunca lo olvidaremos. ¡Hasta siempre, don Ángel!
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