Opinión
Esa intolerable naturaleza racista
Llevo estas semanas reflexionando sobre el racismo –que, en España, al parecer, es sistémico – y estoy profundamente horrorizado. El problema es mucho mayor de lo que hubiera yo podido imaginar. Así es porque la Naturaleza es indiscutible y sistemáticamente racista. ¿De qué color es el semen del que procedemos? Blanco. ¿Con qué nos alimenta nuestra madre al ver la primera luz? Con la blanca leche. ¿Cuál es la materia prima del pan nuestro de cada día? La harina blanca que además es la base de no pocos alimentos. ¿Cuál es la materia esencial de la paella, gran aporte de España al acervo común de la Humanidad?
El blanco arroz cuyo color insultante se intenta disfrazar recurriendo al azafrán. Los huevos de gallina que tan sabrosos resultan, ¿cómo suelen aparecer? De blanco. La cosa llega a tal extremo que, cuando se fríen o se cuecen, la clara adquiere el color blanco y no el negro, el cobrizo, el amarillo o el aceitunado. Que deseamos endulzar la vida, pues el azúcar es blanco. Que le queremos dar sabor a los guisos, pues la sal que es blanca, blanca, blanca. Incluso si uno desea buscar tejidos privilegiados… ¡anda que el algodón es negro! Hasta las perlas son blancas deslizándose sólo excepcionalmente hacia otras tonalidades. Y ya si no salimos del ámbito de la naturaleza… es que resulta peor.
Piénsese, por ejemplo, en cómo se visten las novias para significar una pureza que cada vez más brilla por su ausencia. O en el color habitual de las páginas de los libros. O en el de los cuadernos y libretas que, como mucho, adquieren un tono marfileño. ¡¡¡Todo blanco!!! No puede caber la menor duda. La Naturaleza es racista y lo es de una manera intolerable. Ignoro cómo se puede cambiar el color del esperma, pero alguna manera habrá.
En cuanto al resto, se acabó beber leche y echar sal a los alimentos sosos y endulzar los pasteles con azúcar y comer arroz o huevos y… lo que sea. Hay que acabar con las plantaciones de remolacha y con las salinas, matar a las vacas, ovejas y cabras, olvidarnos del algodón y la lana, vestir a las novias con los colores del arcoíris aunque no sean lesbianas. Todo lo que sea con tal de acabar con ese racismo sistémico que tanto agobia, especialmente, a los majaderos, los ignorantes y los perversos.
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