Opinión

Ceuta y Melilla ante la Alianza Atlántica: las razones de España para una reforma del Tratado

Agustín Rosety Fernández de Castro

¡Una intervención apocalíptica! El Grupo Parlamentario Popular acogió así en la Comisión de Defensa, el 27 de septiembre pasado, la proposición de Vox de incluir las ciudades españolas de Ceuta y Melilla en la denominada “Área OTAN”, es decir, aquella zona geográfica a la que se extiende el compromiso aliado de mutua defensa. Sin embargo, votó a favor de la iniciativa, no faltaba más. En cuanto a los grupos de la “coalición progresista” que nos gobierna -o desgobierna- votaron en contra como era previsible, con argumentos tan poderosos como descalificar al mensajero.

No pretendo jugar a Casandra; si “apocalipsis” significa “revelación”, tendría que coincidir con mi colega del Partido Popular. En efecto, me limité a desvelar un hecho cierto del que la opinión pública es poco consciente, como es que el esfuerzo de Defensa de Marruecos -es decir, la proporción del PIB dedicada a esta finalidad- triplica al de España. Es evidente que, en términos absolutos, el presupuesto de Defensa del país vecino es menor que el de España, por serlo su PIB. Pero, sea como fuere, su arsenal no deja de reforzarse, de lo que son muestra sus carros Abrams M1A1, helicópteros de ataque Apache AH64E, fragatas FREMM y cazas F16 bloque 70, armados con misiles Harpoon.

¿Es alarmista denunciarlo? No nos lo parece, cuando nuestros programas de armamento atraviesan las dificultades propias de un país de la talla de España que gasta en Defensa la mitad que Italia o lo mismo que Polonia. Lo cierto es que el Reino alauita muestra mucha mayor atención que España a su rol de actor estratégico con aspiraciones en la región del Estrecho y en el continente africano. Sin ser lo más probable, no cabe descartar una agresión armada contra los intereses vitales de España, pero es que las cosas no funcionan así en nuestros días.

La irrupción ilegal el pasado mes de abril de 10.000 personas a través de nuestra frontera en Ceuta no pudo ser sino orquestada por Marruecos. Se trató pues de una verdadera agresión contra España en la llamada “zona gris” del espectro del conflicto. En este estado de cosas, hay que ser muy interesadamente corto de vista para percibir a Marruecos como un país “amigo”. La amistad en relaciones internacionales no es más que una ficción. Y, ciertamente, no fue un gesto amistoso que Marruecos llamase entonces a consultas a su Embajadora, cuando era España quien debiera haber llamado al suyo.

Las democracias no deseamos la guerra, porque es el pueblo quien más la padece. Marruecos no pretende ser siquiera una “democracia semántica”, pero no es probable que entable un conflicto convencional con nuestro país. Su evidente rearme tiene otro significado, como es alterar el balance militar en la región acortando distancias con España y con Argelia. Esto es tanto como adquirir protagonismo ante nuestros mismos aliados, Estados Unidos, Reino Unido y Francia, en una resuelta actitud que acompaña al dinamismo de su acción exterior.

En este contexto es en el que hay que contemplar la presión migratoria de Marruecos, sus infundadas reivindicaciones territoriales y su asertividad en relación con la soberanía de España en los espacios marítimos. Porque lo que nadie puede dejar de atisbar en el horizonte de unas relaciones tan conflictivas son eventuales crisis que afecten gravemente al interés vital de España, como lo es su soberanía en Ceuta y Melilla, ciudades tan españolas como Cádiz, Barcelona o Bilbao y hogar de muchos miles de compatriotas.

Ante hechos tan inquietantes como los del pasado abril en Ceuta, nada como la indiferencia puede anunciar el “final de los tiempos”. Muy lejos de hacerlo, Vox ha alzado su voz en el Congreso para que, casi en puertas de la Cumbre de la Alianza Atlántica en Madrid, el Gobierno promueva la modificación del Artículo 6 del Tratado de Washington, de manera que su texto acoja explícitamente a estas dos queridas ciudades, geográficamente africanas y políticamente europeas pero, ante todo, esencial e irrenunciablemente españolas.

* Agustín Rosety es Portavoz de Vox en la Comisión de Defensa del Congreso de los Diputados