Semana Santa

Hoy, Domingo de la Divina Misericordia

La Divina Misericordia es un atributo de Dios ya recogido en la Sagrada Escritura, pero su actualización, difusión y culto especial son de muy particular actualidad. Su fiesta es tan importante en el calendario litúrgico de la Iglesia como reciente en su inclusión, efectuada por san Juan Pablo II el 30 de abril de 2000 –segundo domingo de Pascua– durante la ceremonia de canonización de Santa Faustina Kowalska, joven religiosa polaca y alma mística elegida por Dios como instrumento para dar a conocer al mundo esta devoción, única capaz de aplacar las exigencias de su justicia, según le manifestó.

Sor Faustina Kowalska había nacido en 1905 y era la tercera de una sencilla familia de diez hermanos, y escribirá por orden de su director espiritual las extraordinarias revelaciones recibidas, dejándolas recogidas en el mundialmente conocido como «Diario de la Divina Misericordia», dictado por el mismo Señor, que le dirá en 1931: «Hija mía, sé diligente en apuntar cada frase que te digo sobre Mi Misericordia, porque están destinadas para un gran número de almas, que sacarán provecho de ellas». Este Diario contiene las devociones concretas de ese culto queridas por el propio Jesucristo: Coronilla, Hora (las tres de la tarde, momento de su muerte), el Cuadro con Su imagen con los haces de luz blanca y roja saliendo de Su Corazón –con el pie «Jesús, en Ti confío–, y la fiesta el segundo Domingo de Pascua. Las grandes gracias asociadas a su cumplimiento tienen un momento culminante con el rezo de la «coronilla» ante un moribundo, garantizando su salvación.

El otro especial instrumento humano para extender su devoción será Karol Wojtyla que, siendo seminarista en Cracovia durante la ocupación nazi, de camino hacia la mina de sal donde trabajaba diariamente, se paraba a rezar ante la tumba de sor Faustina, recién fallecida poco antes en 1938. Será él, ya como Cardenal Arzobispo de Cracovia, quien en 1967 culminará su proceso diocesano de beatificación y lo enviará a Roma. Allí quedará paralizado –como suele ocurrir con los que afectan a almas que reciben revelaciones místicas– hasta que él mismo, a poco de su elección, le levante ese «dilata» en 1980.

Ese mismo año Juan Pablo II divulgará esta devoción a la Iglesia Universal, promulgando su segunda encíclica, «Dives in Misericordia» (Rico en Misericordia), con importantes puntos de conexión con el Diario de santa Faustina. Juan Pablo II partirá a la Casa del Padre al anochecer del 2 de abril de 2005, primer sábado de mes –devoción de Fátima–, y litúrgicamente ya Domingo de la Divina Misericordia. Coincidiendo sus dos grandes devociones en el mismo día.