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La condena al fiscal y el error y la venganza de Sánchez

Todo indica que la nota de prensa que dictó el fiscal ha sido decisiva en su condena y que Sánchez, con su proclamación final de inocencia, no le ayudó

Marco Tulio Cicerón (106-43 a.C.), el gran modelo de la oratoria, entre otras cosas, decía que «el objeto de la justicia es dar a cada uno lo que es debido». Pablo de Tarso (5-66), san Pablo, escribe en la Epístola a los Gálatas que «cada cual, al ir a ser juzgado, cargará con su propio fardo». Álvaro García Ortiz, el fiscal general del Estado, condenado por el Tribunal Supremo, acarreó «su propio fardo» al juicio, pero en esa misma instancia comprobó cómo, de pronto, se volvía mucho más pesado y le empujaba más hacia el precipicio. El presidente del Gobierno, en medio de la vista, en una intromisión insólita, proclamó que el fiscal era inocente y que así debía dictaminarlo el Tribunal. Para muchos fue un error, porque se inmiscuyó en el terreno de los jueces. Hay quienes dudan y, aunque sea rebuscado, creen que Sánchez, que hila muy fino, pensaba que la condena era muy probable y que sus inoportunas declaraciones harían imposible la absolución. El propósito del inquilino de La Moncloa, al margen de la defensa pública de su fiscal, habría sido alimentar la idea de que su Gobierno está acosado y llamar a rebato a sus partidarios, justo cuando los casos de presunta corrupción de Ábalos y Cerdán, compañeros del famoso Peugeot, le cercan. Todo bastante rebuscado, pero no por eso inverosímil.

La condena a García Ortiz vuelve a dividir a la afición. Para sus partidarios es una barbaridad y un dislate jurídico. Para sus detractores, no solo es adecuada, sino benigna. El Tribunal ha sufrido el mismo desgarro, porque cinco de sus integrantes lo han considerado culpable y dos, inocente. Si el asunto llega al Constitucional, se prevé una división similar aunque, en ese caso, con el resultado de exculpar a García Ortiz. Muy claro, no obstante, lo ha tenido que ver el presidente de la Sala Segunda, Andrés Martínez Arrieta, no alineado ni con conservadores ni con progresistas, para inclinarse hacia la culpabilidad. Fue el instructor del caso Nani y ahora, al final de su carrera, es impensable que se juegue su prestigio sin estar muy convencido de lo que hace. Todo indica que la nota de prensa que dictó el fiscal ha sido decisiva en su condena y que Sánchez, con su proclamación final de inocencia, no le ayudó. Ahora, el presidente, que encaja mal los reveses y respeta pero no comparte la sentencia, prepara su venganza, que incluirá a los jueces, y será tremenda. Mal asunto y más polarización, que también compromete el que «el objeto de la justicia sea dar a cada uno lo que es debido», como dijo Cicerón.