Déficit público

No habrá recortes si España mantiene su crecimiento

La Razón
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Que el Gobierno en funciones ha mantenido una fluida comunicación con la Comisión Europea a cuenta del cumplimiento del Plan de Estabilidad del euro, es decir, de la reducción del déficit público pactado con Bruselas, no sólo es un hecho conocido, sino que, además, esa actuación ha dado buenos resultados para España, que ha conseguido atenuar las exigencias de la Comisión, alargar los plazos y, sobre todo, evitar la aplicación de unas sanciones que supondrían un agravio comparativo para nuestro país difícilmente explicable. En efecto, Bruselas incurriría en un flagrante doble baremo si multara a España cuando ha permitido a Francia sortear las sanciones a cambio de unas promesas de ajuste presupuestario que París no ha cumplido, y lo mismo reza para el caso de Alemania, que ha incurrido en un superávit por cuenta corriente superior al 6 por ciento, también castigado en el Pacto de Estabilidad. Con el agravante de que en el caso francés la negociación se hizo con un Gobierno, el que preside Manuel Valls, que está en pleno uso de sus atribuciones, mientras que en el caso español el interlocutor es un Gobierno en funciones que, por definición, no puede asumir medidas de carácter presupuestario. Pero con independencia de lo que ocurra en el futuro, con una más que improbable sanción, lo cierto es que la Comisión Europea ha dado su confianza a España y ha aceptado en su conjunto las previsiones económicas y de financiación presentadas por el Gobierno de Mariano Rajoy. Como señalábamos en una nota editorial anterior, la aquiescencia de Bruselas no ha caído del cielo como lluvia benéfica, sino que ha sido el resultado del trabajo bien hecho durante la legislatura del Partido Popular y, singularmente, de la labor de Rajoy. En esa labor hay que enmarcar la carta que el presidente del Gobierno dirigió a principios de mayo al jefe de la CE, Jean-Claude Juncker, y que el diario «El País» publicó ayer mutilando su párrafo más significativo, de manera que se puede interpretar que Mariano Rajoy se compromete a ampliar las medidas de ajuste en el caso de ganar las elecciones y formar gobierno. Pero lo que textualmente dice la carta de Rajoy a Juncker es que, lejos de tener una agenda oculta de nuevos recortes, ya se están aplicando las medidas necesarias para corregir el desvío presupuestario de 2016, tanto a nivel del Gobierno central como de los ejecutivos autonómicos, además de expresar el convencimiento de que esas medidas –que han sido hecho públicas y reiteradamente comentadas por los ministros de Hacienda, Cristóbal Montoro, y de Economía, Luis de Guindos–, junto con el incremento previsto del PIB y la buena marcha del mercado de trabajo, serán suficientes para cumplir los objetivos de déficit y las reglas del pacto de Estabilidad y Crecimiento. Sólo en el caso improbable de que no salieran las cuentas, el Gobierno que surja de las urnas adoptaría las medidas que se requirieran para cumplir el objetivo. Porque lo que es un hecho, por más que desde algunos sectores políticos se empeñen en vender voluntarismo al estilo de la Grecia de Syriza, es que España tendrá que hacer honor a sus compromisos como, al final, también lo harán Francia y Alemania. Hoy por hoy, Bruselas reconoce los netos avances experimentados por la economía española y el efecto positivo de las reformas y, en consecuencia, confía en que Madrid podrá salir del procedimiento de déficit excesivo. No es cuestión de más ajustes, sino de seguir creciendo como hasta ahora.