
Canela fina
Riesgo de dictadura democrática
«La desburocratización se impone: o se reducen los excesos o una devastadora burocracia cercenará la libertad y el progreso»
Margaret Thatcher, en política la mujer más destacada de los últimos cien años, creía en la Europa unida, pero se resistió en no pocos aspectos, preocupada de que se creara una burocracia más, e incontrolable. No se equivocaba. Los españoles, por ejemplo, a costa de unos impuestos casi confiscatorios, financian ya cinco burocracias: la municipal, la autonómica, la provincial, la nacional y la europea. Las trabas se han centuplicado. El ciudadano se enfrenta para llevar adelante cualquier gestión, cualquier empresa, con un sinfín de trámites, la mayoría de los cuales son claramente innecesarios.
No se trata de un problema español. En toda Europa, tras ochenta años de paz, se produce una situación similar. Caminamos firmemente, con paso seguro, hacia la dictadura burocrática. Los partidos políticos, salvo excepciones, se han convertido en agencias de colocación. Las administraciones someten a las ciudadanas, a los ciudadanos, a una serie interminable de controles e imposiciones. Los perfiles dictatoriales se acentúan mes a mes en casi toda Europa. Apenas se puede respirar. Las incesantes normas nos agobian a todos.
En 1977, España funcionaba eficazmente con 700.000 empleados públicos. Ahora nos acercamos al horizonte de los cuatro millones, sin contar los que vertebran los millares de empresas públicas, casi todas innecesarias, casi todas deficitarias. Para colmo, no solo no se beneficia a los ciudadanos, sino que se les atosiga y abruma porque el funcionario innecesario defiende su puesto de trabajo creando trabas burocráticas para justificar el sueldo que recibe.
Pedro Sánchez no ha sido ajeno a la caravana que nos arrastra hacia una nueva forma de dictadura. Para enchufar a parientes, paniaguados y amiguetes ha creado dos centenares de nuevos altos cargos, con todos sus derivados, y se mueve ya en los 600 puestos de asesores, amén de los colocados en empresas públicas y en formas varias de enchufes de colaboración. Lo de menos es que el exceso burocrático nos cuesta ya otros 10.000 millones anuales; lo de más es el agobio que zarandea al ciudadano para resolver cualquier asunto.
La desburocratización, en fin, se impone: o se reducen los excesos actuales o una devastadora burocracia cercenará la libertad y el progreso.
Luis María Anson, de la Real Academia Española.
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