Cataluña

Sólo dos autonomías dejan a la Iglesia entrar en cárceles de menores

La Razón
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Desde hace doce años, el control de los 47 centros de internamiento con los que cuenta nuestro país para menores condenados por algún delito que les impide salir los fines de semana debido a la gravedad de la condena está transferido a las comunidades autónomas . Sólo en 2011 se dictaron 17.039 condenas firmes a jóvenes menores de 18 años. Pues bien, únicamente un convenio firmado entre el presidente del Gobierno autonómico y el arzobispo de la región permite que, al igual que ocurre con los capellanes en las cárceles, un sacerdote o agente pastoral pueda entrar para ofrecer la asistencia religiosa correspondiente a estos jóvenes que cumplen condena. Sólo dos autonomías, Madrid y La Rioja, han firmado este documento que se está negociando en Cataluña. Así lo denuncia a LA RAZÓN el padre José Narbona, terciario capuchino con más de 23 años de experiencia trabajando con presos y que actualmente es el responsable del área de menores de la Pastoral Penitenciaria de la Conferencia Episcopal Española. «Algún obispo ha querido entrar en alguno de estos centros y no se lo han permitido», asegura Narbona, que considera que «sencillamente se está incumpliendo la Constitución y el derecho a la libertad religiosa puesto que estos jóvenes no pueden salir a una parroquia porque cumplen una condena, pero tampoco pueden ser acompañados porque no puede entrar un sacerdote. Si no pueden salir, tendremos que entrar». Sobre el trabajo hecho hasta hora con los menores, Narbona asegura que está «más que satisfecho. Por un lado, el párroco que acompaña a los chavales sirve de enlace con el barrio, para rebajar la alarma social que se suele crear en torno a estos centros. Por otro lado, si bien al principio sólo les dejaban entrar a los sacerdotes hasta el recibidor, ahora ya colaboran estrechamente con el equipo que trabaja con los chicos». Pero, sobre todo, lo que le preocupa es que «como ocurre con los presos en las cárceles, ellos también tienen necesidad de Dios; necesitan a alguien que dialogue con ellos, que humanice la situación por la que están pasando». No en vano, si la práctica religiosa en nuestro país ronda el 14% por ciento, en las cárceles acude a misa un 34% de los presos. «Incluso los musulmanes suelen venir a nuestras celebraciones porque el imán no suele asistirnos. Con nosotros, se sienten acompañados».