Biografía
Manel Monteagudo, el hombre que afirma haber entrado en coma con Suárez y despertó con Rajoy ¿verdad o bulo?
La increíble historia de este gallego que asegura que entró en coma con 22 años y despertó con 58 tiene muchos agujeros y cuestiones sin resolver
La historia de Manel Monteaguado es como el guion de una película. Un hombre que tiene un accidente, se queda en coma y despierta 35 años después. Pero, ¿es la historia tal cual la cuenta?, ¿verdad o bulo?
El relato, que se ha hecho, viral y que todos los medios han recogido, tiene muchos agujeros.
Imagine el lector dormirse en la España de la Transición y despertarse 35 años después, en la España del 15M. Eso es lo que le afirma que le sucedió Manel Monteagudo, un gallego que entró en coma con 22 años y despertó con 58.
Según explica en varias entrevistas, Manel era marinero por aquel entonces. Trabajaba en un barco mercante alemán que se encontraba en las costas de Irak. El encargado de arreglar una pieza del buque se había quedado dormido, así que él se ocupó de sustituirle. Tristemente, un accidente provocó que Manel cayese desde lo alto de la escalera, a unos 6 metros de altura.
“Y hasta ahí puedo contar porque, a partir de eso, ya no recuerdo nada”, explicaba Manel.
El golpe en la cabeza provocó que, durante los siguientes 35 años, permaneciese “dormido”... sin ser consciente de lo que ocurría a su alrededor.
Sin embargo, según cuenta hoy Onda Cero, su nombre real es José Manuel Blanco Castro y, por ejemplo, el programa Julia en la Onda ha podido hablar con él, que no desea hablar de cómo pudo tener dos hijas si se encontraba en coma: “Por respeto a mi mujer, no puedo hablar de ese tema”.
Nos casó un cura con un notario, este último ya ha fallecido. Del cura no sé nada, dice.
Fuentes del hospital aseguran a la emisora del Grupo Planeta que no ingresó en el lugar y en prensa no confirman ni desmienten, porque su política obliga a no dar los datos de los pacientes. Del hospital se va hasta la casa de sus padres en Noia -donde tampoco nadie sabe nada- y su pareja Conchi, estudiante de enfermería en ese momento, habilita una habitación en Vigo para cuidarle.
El accidente, según cuenta Manel (o José Manuel) tuvo lugar el 28 de febrero de 1979, el año en el queAdolfo Suárez se hacía con la presidencia, España legalizaba la francmasonería, Marruecos aprovechaba la retirada de Mauritania para ocupar sus posesiones en el Sahara Occidental y Margaret Thatcher se convertía en primera ministra inglesa.
Permaneció durante cuatro meses en un hospital de Irak, según su propio relato,, en medio de las convulsiones políticas que precipitaron la llegada, ese mismo año, de Sadam Hussein al poder.
Una vez en España, y después de un año y medio hospitalizado en La Coruña, Manel Monteagudo fue trasladado a casa. Allí, su novia Conchi esperó pacientemente durante las próximas tres décadas con la esperanza de verle despertar de nuevo.
“A mi mujer le decían que cualquier día cuando se despertase me encontraría frío. Nada más. Mi camino era el cementerio” (...) “Le decían a mi esposa que asumiera que estaba muerto en vida”, explicaba Manel.
Lo que el tiempo se llevó
Pero por fin, el 15 de octubre del año 2014, según su propio relato, abría los ojos.
Lo primero que vio al despertar fue el rostro de Conchi, que había permanecido a su lado durante todo este tiempo... pero estaba un poco cambiada: “Para mí era mi novia, yo no soy consciente de que era ya mi esposa. Tan pronto le vi la cara la reconocí. Lo que no me encajaba para nada era el cabello, porque tenía muchas canas”.
El joven gallego de 58 años no era consciente del tiempo que había pasado... ni siquiera sabía que estaba en España: “Mi primera impresión es que el accidente lo tuve el día anterior, que estaba en un hospital, pero en Irak”.
La felicidad de su familia no pudo compensar su angustia cuando se miró por primera vez al espejo. “Eso para mí fue terrible. Vi a un hombre viejo, con barba y pelo blanco. No me reconocí. Solo pensaba: yo tengo 22 años y ese no puedo ser yo, ese no puedo ser yo... Me repetía insistentemente”. Su piel ya no era tersa y su pelo ya no tenía la misma vivacidad. Ahora era un hombre de 58 años que había perdido su juventud.
Después de 35 años en estado vegetativo, ni siquiera recordaba como hablar, caminar, comer, leer o escribir. “Me tuvieron que enseñar, incluso, a ir al baño. ¡Porque no sabía ir al baño!”, lamentaba Manel.
Pero quizás el golpe más duro fue comprender que se había perdido la experiencia de ver crecer a sus hijas. “Lo que más me duele es haberme perdido su infancia”, lamentaba. “Mira tú cómo es la vida que me desperté un 15 de octubre y el 21 de ese mismo mes nació mi primera nieta”.
Es en este punto donde el relato pierde algo de sentido, pues es difícil explicar cómo estando en coma ha podido tener a sus hijas.
Ahora Manel había cambiado su carrera de electricista naval por la de poeta. Y es que, a pesar de haberse perdido tanto, tiene mucho que contar: “Aún a día de hoy me sigo encontrando cosas que me sorprenden. Cada día es un aprendizaje”.
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