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Cambio de hora: ¿Son ciertos sus efectos nocivos en la salud?

Investigadores sostienen que los estudios científicos que le atribuyen efectos nocivos en la salud humana podrían estar generando una alarma innecesaria

Cuando se acerca el último fin de semana de marzo y su homólogo en octubre resurge un histórico debate sobre la conveniencia de abandonar o mantener la práctica de adelantar o retrasar las manecillas del reloj. En esta discusión sobre el cambio de hora estacionalinfluyen, entre otras, consideraciones económicas, energéticas, físicas, de seguridad y de salud pública. Con respecto a esta última cuestión, las conclusiones de algunos estudios han arrojado datos alarmantes. "A veces, vemos titulares terroríficos sobre el cambio de hora. Yo he llegado a leer cosas como que el riesgo de infarto entre las mujeres aumenta un 25% por su culpa. Sin embargo, estamos ante bulos estadísticos, ante datos sesgados debido al bajo tamaño muestral del estudio", comenta Jorge Mira Pérez, catedrático del área de Electromagnetismo del Departamento de Física Aplicada de la Universidad de Santiago de Compostela.

Este físico y su compañero José María Martín Olalla, profesor de la Facultad de Física de la Universidad de Sevilla, acaban de publicar un estudio que acota los riesgos para la salud que parte de la literatura científica atribuye al cambio estacional de hora. En él, analizan los 13 artículos más citados en este campo, utilizados en informes de evaluación de la Comisión Europea para cuestionar la viabilidad de la práctica del cambio de hora. Y concluyen que los resultados de estos análisis estadísticos se fundamentan en muestras analíticas insuficientes, es decir, con números de casos reducidos, lo que hace aumentar el margen de error en el resultado final. "Si en una zona observas una media de 4 infartos al día, eso no quiere decir que se produzcan 4 infartos todos y cada uno de los días. Hoy puedes tener 3, mañana 5, etc. Si al día siguiente del cambio de hora observas 6 infartos, no puedes afirmar que el peligro de infarto por el cambio de hora se incrementa en un 50%; de hecho, si se hiciese el análisis en una zona con una media de 400 infartos al día, se observaría que las variaciones porcentuales son mucho menores", explica Mira.

En concreto, el artículo titulado Sample size bias in the empirical assessment of the acute risks associated with daylight saving time transitions, publicado en la revista Chronobiology international, aborda la metodología empleada en ocho artículos que miden la influencia del cambio de hora en infartos de miocardio y en isquemias; y otros cinco trabajos que lo hacen en base a datos de accidentes de tráfico y en admisiones a urgencias por traumatismos. Los investigadores españoles analizan la relación del riesgo estimado con el número total de casos investigados y limitan la incidencia de los riesgos asociados al cambio de hora de primavera al 5%, mientras que para el cambio de otoño no detectan incrementos asociados. "Los trabajos que más llaman la atención son los que mayores riesgos reportan; hemos observado que son también los que se limitan a una región más concreta o a un período de años más corto; cuando se descuenta el tamaño del estudio todos los resultados son compatibles con un incremento de los riesgos del 5%, que se califica habitualmente como ligero", explica Martín Olalla. Y añade: "Según nuestras conclusiones, los estudios científicos que cuestionan la viabilidad del cambio estacional de hora al atribuirle efectos nocivos en la salud humana podrían estar generando una alarma innecesaria".

Hace tan solo unas semanas, los mismos investigadores cuestionaron un manifiesto de la Sleep Research Society que pedía eliminar el cambio de hora en Estados Unidos y mantener la hora de invierno. "En nuestra latitud seguiremos teniendo amaneceres tempranos en verano y tardíos en invierno; el cambio de hora es una forma de ligar el inicio de la jornada laboral con el amanecer", señala Mira. De la misma opinión es José María Martín Olalla, profesor de la Facultad de Física de la Universidad de Sevilla: "En 1811, las Cortes de Cádiz tenían un horario de sesiones en invierno y otro en verano. Ahora, no tenemos un horario en invierno y otro en verano; ahora tenemos una hora en verano y otra en invierno con la que hacemos exactamente lo mismo. Este cambio estacional de la hora ayuda a que la actividad se retrase en invierno y empiece con luz natural, y se adelante en verano de forma que se eviten las horas centrales del día y se disponga de más ocio diurno posterior a la jornada laboral".

Una cuestión de física

Para ellos, el cambio de hora es necesario. "Los humanos primitivos se levantaban con el sol, pero los de ahora nos levantamos con un reloj, que va a piñón fijo sin tener en cuenta al sol. El cambio estacional de hora permite que el reloj mejore su ajuste respecto al amanecer", sostiene. Y argumentan: "En España, tenemos 15 horas y media en verano de luz diurna y 9 horas en invierno. La variación es importante. El momento de salida y puesta del sol se nos mueve unas 3 horas cada 6 meses. No solo eso: durante tres meses (alrededor del solsticio de verano) el sol cae más a plomo sobre Madrid que sobre el centro de Kenia y durante tres meses, alrededor del solsticio de invierno, da menos el sol que en la mayor parte de la costa de la Antártida. Todo esto es debido a la inclinación del eje de rotación de la Tierra con respecto al que marca la traslación alrededor del Sol. Son 23,5°. Por eso cambiamos la hora dos veces al año: porque esas variaciones de inclinación hacen que el punto de activación del día oscile demasiado".

Jorge Mira es uno de los miembros que ha participado en la Comisión de personas expertas para el estudio de la reforma de la hora oficial que constituyó el Gobierno de España para evaluar los costes de las modificaciones horarias, particularmente los que inciden en la eficiencia energética y en la repercusión económica de las distintas actividades productivas, así como los beneficios, especialmente los posibles impactos positivos sobre la salud de las personas. En el estudio resultando, publicado en 2019, los expertos planteaban mantener el cambio estacional de hora, tal y como se realiza en la actualidad. Los expertos argumentaban que, "tras mantener el actual durante 80 años, la población española ha desarrollado una adecuación a ese horario y no hay suficientes razones para modificarlo".

Estudio de los riesgos asociados con no practicar dicha modificación horaria

Tanto para Mira como para Martín Olalla, el proceso de evaluación de riesgos asociados al cambio de hora debería incluir también un estudio de los riesgos asociados con no practicar dicha modificación horaria. "Hay países practicando el cambio estacional de la hora desde hace más de 100 años sin sobresaltos, ahora las técnicas estadísticas y la minuciosidad de los registros permiten afinar los cálculos e identificar impactos sociales y en la salud, que antes pasaban desapercibidos porque son pequeños en comparación con los múltiples factores que influyen en el problema", señala Jorge Mira. Y, en base a sus estudios, proponen un replanteamiento de la fecha del cambio de hora que se produce en otoño. "Con el modelo actual el cambio de otoño se retrasa demasiado y provoca que una parte significativa de la actividad laboral del mes de octubre empiece de noche, lo que es un riesgo innecesario en esas fechas", indica Martín Olalla.

Tres puntos de vista

La opinión de los expertos sobre el cambio de hora estacional no ha sido nunca unánime ni concluyente. Mientras hay quien asegura que es "necesario", otra importante fracción opta por adoptar durante todo el año el horario de invierno –su correcta denominación es “horario estándar”- atendiendo, principalmente, a criterios de salud y uso de horas de sol. Los fisiólogos defienden sus ventajas argumentando que es más acorde a los ciclos de luz y oscuridad, es decir, recibimos más luz durante el horario escolar y laboral, que beneficia a la concentración, y hay más oscuridad por la noche, lo que nos ayuda a conciliar el sueño. También hay expertos favorables a mantener fijo el horario de verano o Daylight Saving Time (DST) teniendo en cuenta un previsible impacto negativo en el sector turístico, que representa en torno a un 12% de nuestro PIB. Esta última opción es la que está mejor valorado por la población. Según los datos del barómetro de abril de 2022 del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), el 65% de los españoles prefiere acabar con los cambios estacionales de horario y, de ellos, el 70,9% elige fijar el horario de verano.

Se han realizado análisis económicos sobre cómo impacta esta medida en los sectores turísticos y comercial; estudios de seguridad vial sobre las dificultades que pueden tener los conductores para viajar en la oscuridad; e investigaciones de cronobiología, la ciencia que estudia los ritmos biológicos y circadianos del cuerpo humano y el modo en que pueden verse afectados por cambios en los patrones de luz y oscuridad.

La Sociedad Española del Sueño ha sido una de las entidades que ha hecho especial énfasis sobre los riesgos del cambio de hora. Aconseja mantener un horario estable sin cambios durante todo el año y apuesta por el horario de invierno. "Gracias a ello, se conseguiría una mayor exposición a la luz solar durante la franja horaria laboral y escolar más habitual (8:00 am – 17:00 pm), especialmente en las primeras horas de la mañana", apuntan. Según especialistas en cronobiología, los cambios horarios estacionales "alteran los ritmos circadianos y algunas personas pueden tener dificultades para conciliar el sueño y para despertarse, fundamentalmente los niños y los mayores, sobre todo si toman ansiolíticos o antidepresivos que repercuten en el funcionamiento cerebral, en el ciclo biológico vigilia-sueño y en la estructura del sueño". Desde el punto de vista psicológico, según algunos expertos el horario estándar puede acarrear un empeoramiento de la salud mental, especialmente en personas que ya tenían síntomas depresivos. Y resumen: "El cambio de hora provoca trastornos de sueño y adaptación, como pueden ser la sensación de cansancio, laxitud, somnolencia o falta de concentración, entre otros. Lo que produce empeoramientos en el rendimiento".