Salud

¿Comer o medicarse?

Más de 2 millones de personas en España no pueden pagar la medicina que necesitan. Hablamos con Isabel, afectada por la “pobreza farmacéutica”

Isabel Prado padece fibromialgia y síndrome de fatiga crónica (SFC)
Isabel Prado padece fibromialgia y síndrome de fatiga crónica (SFC)larazon

Más de 2 millones de personas en España no pueden pagar la medicina que necesitan. Hablamos con Isabel, afectada por la “pobreza farmacéutica”

Imagine tener que elegir entre comer o medicarse. «Nunca piensas que te puede pasar a ti», confiesa Isabel Prado, esposa y madre de tres hijos en edad de estudiar. «Antes de la crisis, éramos una familia española de clase media. Pero enfermé y me despidieron. A mi marido le dejaron de pagar. Y un día dices: “a ver, si pago la hipoteca, ¿dejo de pagar la luz o la medicación o qué hago?”. Y lo primero que piensas es en dejar la medicación, porque hay que alimentarse». Este es el drama diario al que se enfrentan los más de dos millones de personas que sufren pobreza farmacéutica en España, según los últimos datos recogidos por el Fondo Social de Medicamentos.

El principio del fin lo anunciaron unas cuántas décimas de fiebre. «Las febrículas no bajaban. Pasó medio año hasta que los médicos descubrieron qué me sucedía». Isabel tenía 47 años cuando le diagnosticaron fibromialgia y síndrome de fatiga crónica (SFC), dos patologías difíciles de determinar. Su diagnóstico es de exclusión, es decir, se llega a él descartando otras afectaciones. Esto se traduce en que, por lo general, las personas que padecen SFC han tenido que pasar por un gran número de especialistas y se les han practicado múltiples pruebas sin obtener resultados esclarecedores.

Además, son procesos que deterioran gravemente la calidad de vida de quienes los padecen: seguir actividades cotidianas y rutinarias como ducharse o cocinar se convierte en un imposible. «Yo no me podía ni mover. Pasé seis meses sin salir a la calle», refiere Isabel, con voz baja y fatigada. «Engordé 30 kilos». El deterioro que provoca el SFC es progresivo y comienza por problemas locales. En el caso de Isabel: fiebre, diabetes, colesterol, tensión alta, dolores lumbares, de cadera, problemas del hígado... «Nunca en mi vida he tomado pastillas por nada y, ahora, tengo que tragarme 16 a diario».

A pesar de estar en tratamiento, Isabel consiguió trabajo. «Pero caí muy enferma», se lamenta, porque no le permitieron reincorporarse finalizado el periodo de baja. «Pasé de ser una mujer dinámica a estar inactiva, lo que también me produjo mucha ansiedad». A su marido, transportista autónomo, dejaron de pagarle. «Perdimos la inversión de un mes en gasolina (entre 500 y 700 euros) y me sumí en una depresión muy fuerte». Entonces, Isabel le trasladó esta situación a su médico de cabecera, quien le desaconsejó dejar cualquiera de los tratamientos por ser «necesarios» para ella. «Yo le decía “no llego, es que no llego”. Me gasto entre 40 y 50 euros al mes sólo en medicamentos».

Así, Isabel se puso en contacto con la asistente social de su barrio. Ella fue quien le descubrió la ONG Banco Farmacéutico. «Miraron lo que ingresábamos en casa y aceptaron mi solicitud», relata, en un tono más aliviado. «La labor del Banco Farmacéutico es magnífica y debe divulgarse», suplica Isabel, quien desde entonces es beneficiaria del Fondo Social de Medicamentos. «Hay muchos pacientes que se ven arrastrados a dejar su medicación y no saben que existe esta opción». Sobre todo pensionistas, según ha denunciado UGT, que no pueden enfrentarse al copago de las medicinas que la Seguridad Social ya no cubre.

También es el caso de su amiga Clara –nombre ficticio–, a quien Isabel dio a conocer esta iniciativa en octubre del año pasado porque no podía costearse ni si quiera un Nolotil. No obstante, el día en que acudieron al Banco Farmacéutico a recibir los medicamentos de los que depende su salud, no sólo denegaron la solicitud de Clara. «La mía también. Nos dijeron que no tenían fondos, que no habían recaudado lo suficiente como para ayudarnos a todos».

La ONG Banco Farmacéutico puso en marcha la 11ª Campaña de Medicamentos Solidarios el pasado sábado 10 de marzo. Este año, en lugar de recoger medicamentos que no requieren prescripción médica, se marcaron como objetivo recoger un mínimo de 30.000 euros. Mediante la compra de cupones solidarios, pretendían ayudar a pagar tratamientos que, al requerir prescripción, responden a enfermedades de mayor gravedad o, como en el caso de Isabel, crónicas.

Para ello, la entidad social precisaba de la implicación de 1.200 voluntarios, repartidos entre las 600 farmacias que se comprometieron con Banco Farmacéutico en las provincias de Barcelona, Madrid, Gerona, Zaragoza, Lérida, Málaga, Tarragona, Huesca y Teruel.

¿Cumplieron sus metas? Sí, y no. Banco Farmacéutico contó con la ayuda de, aproximadamente, 260 voluntarios: casi 950 menos de los que anunció que necesitaría para afrontar la campaña. Pero, pese a que recibieron poca ayuda, abarcaron mucha solidaridad. Y es que, la ONG anunció en un comunicado, a finales de marzo, que se consiguieron recaudar más de 40.000 euros. Esta cifra representa un 33% más de lo que la asociación se había marchado como objetivo para la Campaña de Medicamentos Solidarios de este año.

Aún queda mucho por recorrer, e Isabel lo sabe mejor que nadie. «Con treinta y tantos años cotizados, he tenido que preguntarle a mi médico qué pastillas y qué tratamientos puedo dejar». Esta beneficiaria del Fondo Social de Medicamentos juzga su situación y la de los otros dos millones de españoles de «lamentable», aunque la labor de ONG como Banco Farmacéutico sea «esperanzadora». Por su parte, el presidente de la entidad, Álex Brenchat, anima a la sociedad a «dar un paso hacia delante». ¿El objetivo? Que nadie tenga que elegir entre comer o medicarse.