
Lenguaje
Los michelines 'no existen', son un invento francés del siglo XIX
Hasta hace algunos años, este concepto no existía como tal dentro de ningún diccionario del mundo

Desde hace algunas décadas estamos viviendo el auge del último giro del posmodernismo, la llamada 'Teoría' o 'Teoría Francesa' ("french theory"), recién exportada desde las universidades estadounidenses. Esta clase de ideas han cruzado ese gran charco que cada vez parece más pequeño y se han instalado en nuestras instituciones políticas y académicas como una nueva forma de doctrina pararreligiosa.
Como se le ha podido escuchar defender a muchos activistas y pensadores de esta corriente, defienden aquella consigna de que "lo que no se nombra, no existe". Dotan al lenguaje de una capacidad para condicionar y dirigir la forma en la que comprendemos el mundo que nos rodea. Es por ello que tratan de hurgar en el lenguaje hasta encontrar 'opresiones sistémicas' hasta en los rabitos largos de los cuadernillos Rubio. A esta clase de teorías les debemos el famoso 'lenguaje inclusivo' y otra serie de modificaciones en la forma de hablar con las que quieren transformar el mundo.
Sin embargo, hay una realidad que los activistas radicales de estos movimientos no son capaces de ver: que un objeto 'existe', independientemente de si se le llama de una forma u otra. Aunque es cierto que se han utilizado términos ofensivo que por suerte están en desuso, cambiar las palabras no cambia las realidades ni los estados de la materia. Una manzana seguirá siendo un fruto, del mismo modo que una persona con un acento aldeano muy marcado lo seguirá teniendo, independientemente de que se refieran a él (valoraciones morales aparte) como un 'paleto' o como el más correcto políticamente 'hijo de la tierra'.

Aunque hasta hace pocos años este discurso, que es el germen de la llamada 'ideología woke', estaba muy aceptada popularmente, hoy en día parece que ya cada vez más personas empiezan a ser contestatarias al respecto. Cambiar unas palabras por otras no siempre tiene por qué hacerlas mejores, a veces simplemente las transforma en eufemismos o expresiones condescendientes.
En el día de hoy hablaremos sobre una palabra muy curiosa, que pasó de no existir o de tener otra acepción completamente distinta a formar parte del lenguaje coloquial de muchos países. Y todo ello sin que sus inventores trataran de 'meterla con calzador' en el habla de la gente común desde ninguna atalaya de la superioridad moral.
Los michelines 'no existen', son un invento del siglo XIX
Si se aplicara el 'análisis del discurso' que tratan de utilizar estas ideologías para intentar comprender las desigualdades existentes en cualquier plano de la realidad (distorsionada), probablemente las conclusiones acerca de la palabra de la que hablaremos hoy no serían muy favorecedoras: gordofobia, neoliberalismo, discurso del odio, etc. La realidad es que simplemente se trata de una ingeniosa forma de utilizar el nombre de una marca.
A las acumulaciones de tejido adiposo o grasa que se forman alrededor de la cintura, normalmente por encima de la cadera, se las conoce como 'lorzas', 'flotadores' o 'mollas'. Sin embargo, desde hace poco más de un siglo se añadió un nuevo sinónimo para referirse a ellas, y se utiliza en algunas partes del mundo: hablamos de los 'michelines'.
La empresa francesa Micheline Company, que se dedica principalmente a la fabricación de neumáticos para automóviles, fue fundada por dos hermanos de apellido Micheline en 1889, a finales del siglo XIX. Su característica imagen de marca es el muñeco 'Bidendum', una especie de momia o cuerpo antropomórfico formado por bultos blancos.

Esto es así porque los primeros neumáticos se fabricaron no eran negros, sino blancos o grises. La mascota trataba de representar una pila de estos cauchos que habría cobrado vida. Con la popularización de la marca, la imagen tanto de 'Bidendum' como de sus productos alcanzó una fama mundial rápidamente, y hoy en día siguen siendo una de las empresas del sector más consolidadas.
En España, desde antes de mediados del siglo XX como informa el Centro Virtual Cervantes, se 'lexicalizó' el nombre de esta marca francesa de una forma muy original: pasó a conocerse como 'michelín' o 'michelines' a los cúmulos de grasa en la cintura que asemejan la forma del muñeco o de un neumático. Hace unos días compartíamos en LA RAZÓN otros productos comerciales que se 'vulgarizaron', es decir, que entraron a formar parte del idioma.
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Se le llame 'flotador', 'michelín' o 'acumulación adiposa', la realidad en sí misma no cambia, seguirá allí aunque se le bautice con otro nombre. Lo fundamental es tratar a las personas con respeto y saber en qué contextos y en qué situaciones se pueden utilizar o no ciertas palabras, lo que sí contribuye de verdad a una sociedad más sana y diversa, no el veto directo.
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