JMJ
El tirón de Bergoglio engancha en Lisboa
Su vitalidad hace olvidar que hace poco más de un mes atravesó una operación
Salvo los inevitables cortes de circulación, estoicamente soportados por la población, la ciudad de Lisboa vive en una relativa normalidad a pesar del desafío que supone recibir la visita de centenares de miles de visitantes. Cuando se hicieron públicas las cifras de la inversión necesaria para recibir al Papa surgieron las habituales críticas que sólo sirvieron para rebajar algo los presupuestos y ahora se estima que las ganancias que va generar la JMJ superarán con creces los gastos. Sin dejar de valorar el beneficio que supone para Portugal y su capital ocupar espacios destacados en los medios informativos de todo el planeta gracias a la presencia de cuatro mil enviados especiales.
La JMJ es, sin duda, el acontecimiento más multitudinario en toda la historia de Portugal. Aunque Lisboa sea el escenario principal los peregrinos se han distribuido en poblaciones limítrofes como Estoril, Cascais, Sintra, Aveiro o Santarem, donde han sido alojados los peregrinos procedentes de los cinco continentes; los españoles –que constituyen el grupo nacional más numeroso, superior incluso a los portugueses- viven estos días sobre todo en Cascais, desde donde se trasladan a la capital en tren o en los autobuses que les han trasladado desde España.
Algunos de los dos largos millones de lisboetas han abandonado la ciudad estos días pero los que se han quedado, que son la mayoría, asisten asombrados al entusiasmo y la alegría de sus visitantes. Estos atraviesan sus calles y plazas enarbolando banderas multicolores, cantando e incluso bailando; lo hacen en pequeños grupos y, por ahora, no han provocado ningún incidente, robos o altercados a causa del uso excesivo de alcohol o estupefacientes.
El orden hasta ahora reinante se debe a un imponente despliegue de las fuerzas de seguridad. A los miles de agentes hay que sumar el altísimo número de voluntarios –la cifra oficial es de 25.000– llegados desde 140 países. Se les reconoce gracias a su camiseta amarilla y –como afirma el palestino Anton Shomali– «estamos aquí para servir». Él lo hace como médico.
La JMJ se clausurará el domingo, pero lo que ya ha quedado en evidencia es que Bergoglio se ha recuperado plenamente de su reciente operación y demuestra una vitalidad muy superior a la de las personas de su edad. Además, siendo ya muy alto el impacto que sus gestos y sus palabras producen en las multitudes, en las actuales y trágicas circunstancias en que se mueve el mundo Francisco se ha convertido en una de las personalidades más respetadas y queridas del planeta.
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