Naturaleza

La única flor que ha vuelto a salir en las tierras calcinadas por los incendios

Esta especie florece a finales del verano, permitiéndole crecer sin apenas competencia

La única flor que ha vuelto a salir en las tierras calcinadas por los incendios
La única flor que ha vuelto a salir en las tierras calcinadas por los incendiosRedes sociales

En los montes de León, Zamora o Galicia, donde hace apenas unas semanas el fuego redujo a cenizas miles de hectáreas de bosque, el paisaje empieza a mostrar tímidos signos de resistencia. Entre troncos ennegrecidos y suelos agrietados por las llamas, emergen pequeñas flores de tonos lilas que, contra todo pronóstico, desafían la devastación. Son las 'quitameriendas' (Colchicum montanum), una especie endémica de la península ibérica que simboliza la capacidad de la naturaleza para renacer tras la tragedia.

Lo que permite a esta planta sobrevivir a incendios extremos es su bulbo subterráneo, similar a una cebolla, que se mantiene protegido bajo tierra mientras el fuego arrasa la superficie. Incluso el calor y la ceniza actúan como estimulantes de su floración, haciendo aparecer sus pétalos cuando el humo aún no se ha disipado del todo.

El fenómeno resulta aún más llamativo en estas fechas, ya que la quitameriendas florece justo al final del verano, cuando la mayoría de plantas ya han completado su ciclo. Sus flores surgen desnudas, sin hojas, que no brotarán hasta el invierno. Esta rareza le permite crecer sin apenas competencia, aprovechando la luz disponible y los nutrientes liberados por la combustión de la vegetación.

Más allá de su biología, la quitameriendas forma parte del imaginario de las zonas de montaña. Su aparición anunciaba a los pastores el final del estío y el inicio de la trashumancia, cuando las tardes se acortaban y los pueblos despedían a los veraneantes. La tradición oral convirtió a esta flor en un calendario natural que marcaba una transición vital: el final de la abundancia y el comienzo de la preparación para el frío.

Aliadas invisibles del fuego

Aunque los incendios forestales dejan profundas cicatrices, no todas sus consecuencias son negativas para el ciclo natural. Muchas especies, como las jaras o los pinos piñoneros, dependen en parte del fuego para dispersar sus semillas. De hecho, algunas germinan mejor después de pasar por las llamas, favorecidas por la ceniza que actúa como fertilizante.

Se trata de un proceso antiguo: en zonas del noroeste peninsular, los relámpagos de las tormentas secas han provocado incendios naturales durante milenios, forjando un equilibrio entre la destrucción y la regeneración. Sin embargo, los actuales megaincendios, potenciados por la crisis climática, superan con frecuencia la capacidad de recuperación de estos ecosistemas.