Teatro
«Próximo»: Tocando el amor
Autor y director: Claudio Tolcachir. Intérpretes: Lautaro Perotti y Santi Marín. Teatro de la Abadía (sala José Luis Alonso), Madrid. Hasta el 22 de diciembre.
El aplaudido director argentino Claudio Tolcachir vuelve a España con esta historia sencilla, dulce y honesta sobre la evolución de una relación sentimental o amorosa, a través de internet, entre dos hombres, pertenecientes a mundos y estratos sociales muy diferentes, que, además, se encuentran separados por miles de kilómetros. La obra es ya en su planteamiento bastante original en cuanto que no trata de determinar si estas relaciones son saludables o perniciosas, sino que intenta simplemente adentrarse en ellas, dado que es evidente que existen, para explorar el mapa emocional y vital de los individuos que las mantienen. «Próximo» reflexiona sobre la ambigua naturaleza de una forma de comunicación como es la videollamada: por un lado, permite romper todas las fronteras y salvar cualquier distancia cuando alguien quiere ver y escuchar a un ser amado; por otro lado, solo proporciona una interacción parcial entre esos seres, en la medida en que algunos de su sentidos quedan anulados, como hace constar Tolcachir varias veces a lo largo de la función, y no pueden nunca tocarse u olerse («¿Podemos amar sin olernos, sin conocer la piel?», se pregunta el director ya en el programa de mano).
Para ahondar en esa ambigüedad y esa elasticidad que definen el concepto de distancia en internet, pues la red pone al alcance de nuestros ojos y oídos lo que está físicamente muy lejos, Tolcachir plantea la historia sobre el escenario de la manera más inteligente y reveladora que cabría imaginar: haciendo que los dos personajes habiten el mismo espacio, con apenas centímetros de distancia en algunas escenas, pero sin que lleguen nunca a tocarse ni tampoco a mirarse, es decir, sin que sus miradas se aparten nunca del aparato –en algunas ocasiones el ordenador y en otras el móvil– que estén utilizando para comunicarse. La idea, que no puede resultar más eficaz para que el público pueda compartir los estímulos y las carencias de los personajes en su entramado afectivo, es sumamente exigente para los dos actores, que han de componer sus respectivos personajes como si no estuviera presente aquel que, precisamente, los está acompañando desde el principio de la función hasta el fin. Especialmente bien resuelve su papeleta Lautaro Perotti.
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