
Hallazgos
Este componente podría cambiar la exploración espacial para siempre: es diminuto
Un componente casi olvidado en los detectores de humo podría cambiar para siempre la forma en que exploramos el espacio

Pocos podrían imaginar que las sondas Voyager 1 y 2 que despegaron hacia el espacio en 1977 seguirían funcionando casi medio siglo después. Lo más impactante viene con lo que hay detrás, pues no dependen del sol ni de baterías que puedan agotarse, sino de un pequeño "corazón" nuclear hecho de plutonio-238, contenido en generadores termoeléctricos de radioisótopos (RTG).
Estos generadores convierten el calor liberado por la desintegración atómica en electricidad contante, sin partes móviles y resistiendo las condiciones extremas del espacio, por lo que se convirtieron en la fuente de energía más confiable para misiones espaciales. Sin embargo, hay un inconveniente: el plutonio-238 es escaso y muy complicado de producir, por lo que en los últimos años, la NASA y otros programas espaciales se han topado con la limitación de no tener suficiente para todas las misiones.
Es aquí, entonces, donde hace su entrada el americio-241, un elemento presente en pequeñas cantidades en detectores de humo que fue descubierto durante el Proyecto Manhatan, y que también está presente en residuos nucleares. Lo que lo diferencia del plutonio es su abundancia y que puede recuperarse de material ya existente, por lo que no es necesario fabricarlo desde cero.
Ahora, su potencia es menor debido a que produce una quinta parte del calor producido por el plutonio, pero los expertos consideran que su disponibilidad y duración compensan esa desventaja, pues su vida media es de 432 años, cinco veces la del plutonio, lo cual sería conveniente para misiones de larga duración o equipos que requieren menos energía.
Europa toma la delantera en la nueva era interestelar
En carrera por la energía del futuro en el espacio, Europa parece estar punteando. Desde hace más de diez años, la Universidad de Leicester, junto con la Agencia Espacial Europea (ESA) y la Agencia Espacial de Reino Unido, desarrolla sistemas de energía basados en americio, dentro de los cuales se incluyen generadores termoeléctricos completos y pequeños calentadores radioisótopos, pensados para mantenere vivos los instrumentos científicos en mundos helados y lejanos.
Más alla de la innovación, esta apuesta ofrece a Europa una ventaja estratégica: reduce la dependencia del escaso y caro plutonio estadounidense, lo que en un contexto marcado por tensiones internacionales e imposiciones en la limitación del acceso a recursos, generando una fuente autóctona, sostenible y casi inagotable para alimentar futuras misiones a Marte o sondas que se aventuren hacia el espacio.
Ahora bien, el principal desafío del americio es que genera menos calor, lo que obliga a construir generadores más grandes y pesados. Para superar esto, los científicos han recuperado una tecnología del siglo XIX: el motor Stirling, un sistema que convierte el calor en electricidad con una eficiencia hasta cinco veces mayor que la de los generadores tradicionales.
La fusión entre ambos sistemas podría garantizar la eficiencia energética, ya que gracias al americio como fuente estable, varios motores Stirling podrían funcionar al mismo tiempo, lo que aseguraría un suministro continuo incluso si alguno falla. Evidentemente un sistema prometedor, aunque aún no se ha utilizado en misiones reales.
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