San Sebastián

«La Ruta»: coreomanía con cosas

ATRESPlayer PREMIUM presentó en San Sebastián la nueva serie, que se estrenará el próximo 13 de noviembre y que promete hacer justicia al fenómeno noventero

La ruta
La rutaLa RazónLa Razón

En uno de los primeros instantes en los que «La Ruta», la nueva serie deATRESPlayer PREMIUM, se atreve a parar el tiempo, el personaje al que da vida Àlex Monner («Pulseras rojas») le explica a una joven en qué consistió la coreomanía. Ese fenómeno por el que, todavía sin una explicación definitiva, buena parte de Europa central se puso a bailar hasta la extenuación. El símil es aquí metáfora brillante de Roberto Martín Maiztegui y Borja Soler, creadores y guionistas, para intentar hallar orden en el caos que normalmente acotamos en el cómodo «La ruta del bakalao», pero que en realidad comprende casi tres lustros de historia de España y, en especial, de la idiosincrasia mediterránea contemporánea.

La serie, que se presentó ayer en el marco del Festival de San Sebastián, debutará en la plataforma de «streaming» de Atresmedia a partir del próximo 13 de noviembre y, en ocho capítulos, promete hacer justicia al fenómeno levantino narrando su historia hacia atrás. Así, seguimos a Monner como un exitoso DJ, Marc Ribó, a punto de marcharse a Ibiza a vivir la vida que siempre soñó. En la fiesta de despedida conoceremos al resto de la cuadrilla, que completan Ricardo Gómez, Claudia Salas («Élite») y Elísabet Casanovas («Chavalas»).

Radiografía de un país

A pesar de solo adelantar su primer capítulo, se perciben en «La Ruta» las hechuras de una serie grande. En lo objetivo, dejando que las discotecas llenas y la recreación de los curiosos carruajes de los noventa enseñe músculo presupuestario; y también en lo subjetivo, planteando al espectador un retrato que va más allá de lo etnográfico o lo sensacionalista. El camino «destroyer», en realidad, era el reclamo, no la radiografía completa de una juventud que no había tenido que lidiar con la dictadura de sus padres y que no entendía por qué aquella libertad tan gratuita era, en realidad, tan preciosa.

Los referentes, por cercanos en el tiempo, se dejan sentir como losas del abandono. No es tanto que «La Ruta» vaya más allá de las drogas, la música machacona y el «tunning», algo que se le presupone a producción digna de su plataforma, sino que además intenta aclarar si aquella protesta, aquel grito ahogado y post-adolescente era paella, o solo arroz con cosas. ¿Había un componente político en la ruta? En caso contrario, ¿fue ello también decisivo? Fuera como fuese, porque la serie de Martín Maiztegui y Soler rehúye la tentación de la revisión histórica, el resultado es el de una de las series españolas del año. ¿Le hace daño ese cartel? En absoluto, puesto que todas las decisiones de «La Ruta» guardan un orden estético y narrativo que, simplemente, tiene todo el sentido que no tenía coger el coche cada fin de semana puesto de todas las sustancias estupefacientes posibles.

En el apartado interpretativo, y más allá de una Salas que cada vez se demuestra más solvente sea cual sea su aportación en sea cual sea el género de la producción en la que participe, vuelve a erigirse la figura de Gómez. El actor madrileño entrega sus «nenes» y sus «tetes» como si hubiera amanecido cada semana en ese Benidorm o esa Santa Pola de la que se habla en la serie. Su rol, el del fiestero reconvertido a empresario de la noche, encierra realmente el alma del bakalao como movimiento: todo murió cuando todo se empezó a capitalizar. Y esa genealogía, la que se menciona explícitamente en Amnesia y se podría alargar hasta Masía, Central o Pont-Aeri como templos de peregrinación del exceso, es también el mayor triunfo de «La Ruta», el de intentar diseccionar con datos, conversaciones reales y mucho salpicadero el fenómeno como una cuestión arraigada en lo local que bien puede entenderse desde lo universal.

«Pese a todo esto, no hemos hecho un documental. Hemos hecho una serie dramática», explicaba desde la ironía Soler en la rueda de prensa de presentación y es que la fidelidad, aunque se trate de una época reciente y de la que se tiene todo tipo de registros, va desde los Volkswagen Golf más macarras hasta la sutileza de un comentario: «¿Es que no habéis visto las noticias?», le dice el personaje de Monner en la línea temporal de 1993 a unas chicas que hacen auto-stop en mitad de la nada. Como un hijo más de su tiempo y de la histeria colectiva que siguió al Caso Alcàsser en la zona. Sin revelar más, puesto que cada capítulo regresará dos años en el tiempo hasta principios de los ochenta, «La Ruta» es también una serie sobre los que no están. Aquellos que se quedaron, bailando o no, por el camino. Se puede entender la nueva serie de ATRESPlayer PREMIUM como paella, sí, porque es más que correcta en los ingredientes formales, pero es mucho mejor saborearla como cosas con arroz, porque es en la anarquía de sus protagonistas donde realmente brilla.