
Cuenta atrás
Moncloa apura el plazo para decidir el futuro canal de TDT
La reorganización del espectro mediante DVB-T2 permitiría emitir en Ultra Alta Definición y añadir una nueva licencia al mapa audiovisual

Moncloa tiene ante sí una cuenta atrás decisiva. El plazo para convocar el esperado concurso que otorgará una nueva frecuencia de TDT expira este mes de septiembre. Y con él, se agotan también las excusas para seguir demorando una decisión que lleva meses en la nevera del Gobierno. La inacción veraniega ha aumentado la inquietud en el sector audiovisual, que ve cómo se pospone una resolución que debería haberse lanzado hace tiempo.
La clave está en el reciente Plan Técnico de la Televisión Digital, aprobado no sin polémica. Este plan permite reorganizar el espectro radioeléctrico a través de la implantación de la tecnología DVB-T2, que abre la puerta a emisiones en Ultra Alta Definición. Pero no se trata solo de mejorar la calidad de imagen: este avance libera espacio para una nueva licencia, lo que implica la posibilidad real de añadir un nuevo actor al sistema televisivo en abierto.
No obstante, el silencio de Moncloa tiene efectos. El retraso en la convocatoria está generando una notable incertidumbre entre las empresas del sector, que no descartan exigir una resolución inmediata si no se actúa pronto. El reloj legal impuesto por la Ley Audiovisual no da margen para muchas más dilaciones. Cada día que pasa sin novedades alimenta la sensación de improvisación.
La previsión del sector es clara: si todo se pone en marcha ya, el canal resultante podría estar emitiendo en 2026. Pero ese calendario depende, única y exclusivamente, de una decisión política que aún no llega. La TDT necesita renovarse para seguir compitiendo con las plataformas de streaming, y este concurso es la oportunidad más concreta para hacerlo en el corto plazo.
Por eso, lo que se decide en estas semanas será mucho más que una adjudicación técnica. El Gobierno tiene la responsabilidad de marcar el futuro de la televisión en abierto en España. Y el tiempo, como tantas veces en política, se convierte en el peor enemigo de las decisiones que no se toman.
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