Entrevista
Berto Romero: «La televisión convierte todo en material, en combustible para ella misma»
«El otro lado» es la nueva serie que ha creado para Movistar Plus+ en la que comparte cámara con Andreu Buenafuente
Berto Romero ha hecho una incursión en el género del terror con «El otro lado» en Movistar Plus+ y un día antes de su 49 cumpleaños habló con LA RAZÓN de la serie, de periodismo y de la crisis de los 50.
En «El otro lado» interpreta a Nacho Nieto, un hombre triste, ¿es algún tipo de venganza?
No es el primer personaje que he atacado con seriedad, pero sí es el primero al que he llegado a tanta profundidad. La verdad es que me lo he currado mucho. No hay venganza sobre la vida triste. En realidad, es un personaje que está muy a tono con la historia que queremos contar. Una historia de fantasmas, y tratamos con fantasmas metafóricos, temas tan Paul Shreder, del peso de la culpa. Nacho, al final, acaba siendo un personaje que, como el propio nombre de la serie, está preparado para pasar al otro lado y al final tiene que esperar un poquito. Pero no hay voluntad de retratar a nadie en concreto, ni de hablar sobre la tristeza de la vida; pero ha salido así, esta serie ha salido muy oscura, y creo que tiene algo que ver la idea un poco del 2020.
¿Ha revisitado el género?
Precisamente es un género que no he revisitado, pero que he visitado muchísimo; de hecho he vivido ahí toda mi vida, en ese género que me gusta: el terror o fantástico, la ciencia ficción, y, especialmente, el subgénero fantasmas es el que más miedo me da. Tengo algunos benditos traumas infantiles, como ver con 12 años «Al final de la escalera» en el cine de mi pueblo y romperme. «El resplandor» también tuvo un gran impacto en mí; «El ente»... Hay una serie de películas que no soporto, de tanto que me gustan pero de tanto que me afectan; creo que de una cosa vino la otra. Pero no me pongo a revisitar, porque cuando estoy escribiendo con un género determinado, para mí es contraproducente ponerme a investigar en ese momento, ver películas, porque temo copiar o dejar de hacer cosas por temor a copiar. Sí que me aparecen muchos referentes y hemos hablado con los directores de muchas referencias de películas, todas estas que he dicho y muchas más. Y no solo películas de terror, también de género, thriller, comedias, de lo que fuera en cada momento concreto. Pero ya venía todo mi bagaje, el estereotipo de toda mi vida.
Si en su serie veo una pelota bajando por una escalera...
(Ríe) Hay un momento en el ataque final del fantasma, ya por curiosidad, que hay unas ventanas que se abren y que no caen cristales. Fue una especie de pseudo homenaje a «El ente».
En su serie habla de masculinidad y de la crisis de los 50, ¿hay algo personal?
Después de haber hecho «Mira lo que has hecho», que era muy metalingüística y muy referencial y auto ficción, estaba muy harto de eso. Estaba harto de hablar de mí y aunque fuera inventado, pero jugar desde ese lugar. Hemos escrito «El otro lado» precisamente como reacción a eso. Nuestra intención era alejarnos y hacer ficción e inventar unos personajes. Pero claro, es que siempre se filtra hablar de ti. No puedes hablar desde otro sitio, es inevitable. Entonces el personaje de repente es cincuentón, tiene una crisis. No digo que yo la tenga, pero sí que es verdad que es un momento en tu vida en el que tienes una sensación de que hay una serie de cosas que siempre puedes volver atrás y que hay una serie de caminos que se te abren nuevos y tienes que tomar esa dirección.
¿Por qué ese interés por el Periodismo y los medios de comunicación?
Por varias razones. La primera es que soy un periodista frustrado. Estudié periodismo en Barcelona, pero no acabé la carrera. Estoy a cuatro asignaturas de acabarla, y creo que me ha quedado algo de idealista, de estudiante de periodismo, al cual la realidad no ha tenido tiempo de darle una bofetada. Y creo que algo se transmite en esta serie. Esto se combina con que, pese a no ser periodista, siempre he trabajado en los medios de comunicación. En un papel un poco extraño, que es esta figura rara que no es periodista, pero que usa sus mecanismos para expresarse. Y eso siempre me ha parecido muy curioso. Y hay algo que yo he vivido en primera persona, que es cómo la televisión convierte absolutamente todo en material, en combustible para ella misma. Es capaz de agarrar lo que sea, incluso especialmente lo que es contrario a ella, lo que es contracultural, lo que es anti sistema, lo que va contra el propio medio, transformarlo, empaquetarlo, procesarlo y convertirlo en algo propio y suyo. Por ejemplo, una de las películas que a mí más me gustan de todavía es «Network», de Sidney Lumet, esa metáfora un poco burda, de un presentador que anuncia en televisión que se va a suicidar en directo y lo convierte en un espectáculo. Me tiene fascinado y es algo trasladable no solo a la televisión, a todos los medios de comunicación. Incluso te diría que esto es básicamente la representación del neoliberalismo salvaje y del capitalismo enfurecido y desbocado. Esto es el mercado amigos. A todos nos encanta la historia de un periodista, porque es un oficio como de idealistas y nos da mucha pena que se corrompa, que por la precariedad se vea obligado a rebozarse en el barro.
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