Viajes

Cinco mentiras que crearon cinco famosos destinos turísticos

Repasamos algunas localizaciones turísticas promocionadas con falsedades pero que aun así, atrapan a miles de turistas al año.

El Castillo de Bran, en Transilvania.
El Castillo de Bran, en Transilvania.1209

Los destinos turísticos tienen doble truco. Ofrecen increíbles sensaciones a los visitantes, pero por otro lado, juegan con dichas sensaciones. Las estiran hasta el límite para hacerse con unos cientos de visitas más que añadir a la factura en fin de año. El turismo es, como todo lo demás, un negocio. Y no es algo negativo que se le pueda recriminar, al fin y al cabo es necesidad humana tener para comer, y cuanto más se pueda comer y más ricas sean las salsas, mejor será. El turismo es un negocio y es bueno que lo sea. El problema surge cuando se sobrepasan ciertos límites, los de la mentira y la verdad, se juega con ellos y se les da una nueva forma, en ocasiones grotesca, para aumentar el número que sumamos al final del año. No son pocos los turistas que visitan codiciados destinos pensando que están pisando el mismo suelo que determinado personaje y, a la hora de la verdad, dicho personaje apenas si paseó por los bordes de aquella calzada. Hoy destaparemos ciertas máscaras que cubren este tipo de destinos turísticos, vamos a enseñar su verdadero rostro.

El lago Ness

Probablemente sea el caso más conocido. Desde la baja Edad Media circuló la historia de que una misteriosa criatura merodeaba por las aguas del lago escocés, y en 1930 se catapultaron las hipótesis. Rápidamente se desechó la idea de que se tratara de una especie gigante de algún pez, y los cazadores de mitos aseguraron que se trataba de una criatura acuática del Plasiosaurio. Esta idea encontró argumentos cuando el cirujano R. K. Wilson mostró una fotografía que había hecho en el lago, en la que se veía asomar el largo cuello de una criatura similar a la que narran las historias. Era 1934. No fue hasta sesenta años después que su yerno confesó que la fotografía estaba trucada. Pero ni siquiera las continuas pruebas de falsedad de los continuos avistamientos restó interés al pequeño lago escocés.

La imagen más icónica del monstruo del Lago Ness es falsa en realidad, tal y como acabó confesando su autor
La imagen más icónica del monstruo del Lago Ness es falsa en realidad, tal y como acabó confesando su autorlarazon

Lo que no parece más que un lago, sin destacar demasiado sobre otros mayores o más impactantes por su paisaje, se convirtió a partir del siglo pasado en un destino turístico sin referentes en Escocia. Se inició una amplia producción de souvenirs - peluches, llaveros, libros - y los residentes de la zona no dudan, de ser preguntados, a la hora de afirmar que realmente existe un monstruo en el lago. La ciencia lo desmiente, las expediciones que se han realizado bajo el agua para buscarlo también, pero esto no parece despegar el interés turístico por el lago. Será porque vuelve a poner la imaginación en manos del visitante. Se experimenta un placer especial al llegar al lago, cubierto por nubes oscuras, observando con atención las aguas negras que se balancean en un compás tenebroso. Quizás este mismo sea el monstruo del lago Ness, el de verdad. Aquél que muchos están impacientes por imaginar y crear desde sus propios miedos. Como un lienzo en blanco, el lago escocés se presenta listo para ser dibujado por cada uno de ellos.

El castillo de Drácula en Transilvania

Yo mismo fui engañado al visitarlo. Había leído que en cierto castillo situado en las tierras profundas de Transilvania, conocido como el Castillo de Bran, había habitado el Conde Vlad Drácula. Este tal Vlad fue el sanguinario personaje en el que Bram Stoker se inspiró para crear su horrible criatura chupasangre. Y allá que fui, convencido de que experimentaría en mi espina los escalofríos propios de las paredes impregnadas por su malicia. En los alrededores del Castillo se levantaban multitud de pequeños puestos con recuerdos relacionados con Drácula: máscaras, murciélagos, colmillos de pega... Nada parecía indicar que Vlad Drácula no hubiese vivido en el castillo. Los cientos de turistas haciendo la cola de entrada lo confirmaban.

En realidad no es un castillo especialmente impresionante. Su aspecto es cutre, con pedazos de cemento asomándose entre la pintura blanca mal restaurada. Solo parece salvarlo la idea de que por aquí caminó con paso enérgico el mayor asesino de la historia de Rumanía. Lo visité, fingí sentir los escalofríos en mi piel, lo taché de mi lista de lugares por visitar. Pero, ¡sorpresa! Semanas más tarde descubrí que dicho castillo nunca perteneció a Vlad, ni siquiera lo llegó a pisar. Los historiadores aseguran que, de haberlo habitado, no fue más que una noche en sus mazmorras, durante su camino para ser encarcelado en Budapest. Incluso esto es dudoso. Pero esto no parece importar a la hora de hacer propaganda del castillo. Hoy en día sigue recibiendo miles de visitas anuales sin que sus encargados se atrevan a desmentir a viva voz el falso mito.

El Café Rick en Casablanca

Viajar aporta un toque de romanticismo a la vida. Como sabuesos, olisqueamos el mundo en busca de ciertos lugares donde correr con nuestra pareja y perdernos en un mundo de amor igual al de las películas. Incluso nos gustaría ser los personajes de esas películas, aunque solo sea lo que dure un café. Por eso es común encontrar parejas de enamorados en el Café Rick de Casablanca. Buscan recrear la magia de Ingrid Berman y Humphrey Bogart en la mítica película de Casablanca. Claro, viajar también permite introducirse en pieles ajenas durante unos días, es una excelente manera de desconectar de nuestra realidad.

Lo que deberían saber estas parejas es que el Café Rick que visitan en Marruecos no es el de la película. No solo porque el local abrió en 2004, 62 años después de que se rodase el filme, sino porque Casablanca se rodó en Estados Unidos. Por aquellos años el Norte de África participaba activamente en la Segunda Guerra Mundial, y no era la mejor idea grabar una película entre los bombardeos.

La casa de Julieta en Verona y el Balcón de los Enamorados

Cabe la duda de si más gente conoce a Romeo y Julieta o a Shakespeare. Y de los que conocen tanto la historia de los enamorados como al escritor inglés, ¿cuántos saben que uno inventó a los otros dos? La ignorancia da pie al error, y es por esto que centenares de turistas se congregan diariamente frente a la Casa de Julieta, donde se dice que vivió la famosa enamorada que se quitó la vida después del desastroso suicidio de Romeo. Escriben cartas para pegarlas en la pared, o simplemente imprimen el nombre de sus amores con un rotulador permanente. Los enamorados que la visitan se cogen de la mano frente al balcón y suspiran. Podría decirse que este edificio, que si no fuera por su historia apenas se pararían a mirar, es el núcleo internacional de los enamorados. Aquí se aprietan las manos con más pasión.

El Balcón de los Enamorados, en Verona.
El Balcón de los Enamorados, en Verona.Samueles

¿Pero vivió realmente Julieta en la casa que todos señalan? No. Más que nada, porque Julieta nunca existió. Habrá que ver cuántos de los visitantes conocen que no existió, pero yendo un paso más allá, sería interesante comprobar a cuántos visitantes les importa si existió o no. Puede ocurrir algo parecido a lo del lago Ness. Los enamorados buscan una esquina de este mundo agitado donde su amor no necesite justificación alguna y sea puro, limpio, y puedan gritarlo sin vergüenza. Buscando, encontraron en esa casa de aspecto renacentista su refugio amoroso. Falso o verdadero. ¡Qué bonita metáfora, tan acorde con el propio amor! Al amor no le importa lo falso y lo verdadero, sea esta casa o cualquier otro aspecto de la vida. Al sentimiento palpitante de los enamorados solo le importa seguir latiendo, aunque sea en un mundo tan volátil como es la imaginación.

La isla de Agilkia en Egipto

Este es un falso lugar que todavía no ha conseguido calar del todo en los turistas, debido a su reciente creación, pero es posible que con el paso del tiempo cobre fuerza la falsa creencia de que fue aquí donde se enterró al dios egipcio de la resurreción, Osiris. Sin entrar en los detalles evidentes de si Osiris fue enterrado o no, si existió realmente, la tradición egipcia localiza su sepultura en la isla de File. Tras la construcción de la presa de Asuán durante los años 60, la isla de File quedó sumergida bajo las aguas. Este centro histórico de 2.500 años quedó inundado y la UNESCO trasladó las esculturas a una isla cercana, la de Agilkia.

¿Qué otorga a un lugar la magia de la curiosidad? ¿Son las esculturas o la propia tierra donde fueron edificadas? ¿Tendrían el mismo valor las piedras de Stonehenge si las colocásemos en el centro de Nueva York? Depende de cada turista elegir a qué aspectos de la historia dará más importancia. Pero es innegable que no debemos perder de vista la verdad, aunque últimamente sea un concepto tan ambiguo que ya no está de moda. A los visitantes que les digan, señalando el suelo de Agilkia, aquí se levantó la tumba de Osiris, debemos contestar: No señor. Se levantó en File. En esta nueva isla solo están las esculturas que trajo la UNESCO.