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Madeira, un paraíso Atlántico también en invierno

La isla portuguesa ha vuelto a alzarse como el «Mejor destino insular del mundo». Razones no le faltan

La isla combina naturaleza con coquetos pueblos de gran belleza
La isla combina naturaleza con coquetos pueblos de gran bellezaDreamstimeDreamstime

¿A quién no se le despierta el deseo de viajar al leer sobre la belleza del «Mejor Destino Insular del Mundo»? Las ganas de coger un vuelo e ir son irresistibles, ya se sea o no viajero habitual. Ese lugar es Madeira, que vuelve a alzarse una vez más con este título en los prestigiosos premios «World Travel Awards». La conocida como «Perla del Atlántico» hace años que ostenta este nombramiento, y es que no solo atesora históricas y preciosas ciudades como Funchal, la cual ya describimos en uno de nuestros artículos, sino también pueblecitos encantadores, miradores de panorámicas increíbles, bosques con aires misteriosos, floridos jardines y parques, sin olvidar, entre otros muchos alicientes, sus montañas y cascadas infinitas.

En un recorrido por la isla, la diversidad de su naturaleza es impactante, simplemente, deja sin palabras. En apenas unos minutos se puede pasar del placer de pasear por la playa a deleitarse con la vista en miradores en altísimos acantilados o adentrarse en antiquísimos bosques, para luego encontrarse con maravillosas sorpresas como descubrir imponentes cascadas. Podría decirse que la isla es un hechizante y seductor collage de paisajes.

Como ya hemos recordado, anteriormente escribimos sobre lo más emblemático que ofrece la capital de Madeira, Funchal, así que en esta ocasión nos centraremos en otros enclaves de la isla que son imprescindibles de ver. Comencemos por sus pueblos más conocidos.

Uno de los más encantadores y pintorescos es Santana. La Unesco le otorgó la distinción de «Reserva de la Biosfera» por su riqueza paisajística, la singularidad de su ambiente y, entre otras cosas, por su tradicional cultura. El icono de este pueblecito son, sin duda, sus famosas casas, llamadas en la isla Palhoças. De colores rojos y azules mayoritariamente, su estructura es triangular con techos de paja a dos aguas y las paredes son de piedra natural con bonitas flores que cuelgan en las ventanas; se caracterizan también por sus «mágicos» jardines, todo un deleite para el sentido de la vista y para el objetivo de la cámara.

Las conocidas como palhoças parecen sacadas de un cuento
Las conocidas como palhoças parecen sacadas de un cuentoDreamstimeDreamstime

Vayamos ahora a un enclave pesquero que debe gran parte de su atractivo a la pequeña flota de barquitos de pesca pintados en vivos colores que permanecen varados en la playa del pueblo durante gran parte del día: Câmara de Lobos. En el puerto encontrará un pequeño astillero en el que podrá ver cómo construyen y reparan estos barquitos; otro de los atractivos de la visita a esta localidad es su sencilla y acogedora capilla de pescadores. No podemos dejar de mencionar en estas pinceladas a los pueblos madeirenses más emblemáticos São Vicente, que se define por su hermosa vegetación, sus campos de cultivo, sus cuevas arqueológicas y sus magníficas playas. Puntos imprescindibles de ver aquí son su bonita iglesia, que destaca por su blancura y empinado campanario, el Jardín Indígena y, cómo no, las Cuevas de São Vicente. Con más de 400 mil años de antigüedad, esta cuevas se formaron a partir de una erupción volcánica, y hoy día se pueden visitar. Son espectaculares y cautivan al recorrerlas, con el valor añadido de una cuidada iluminación y música. Sin duda, un imperdible en Madeira.

Sus miradores panorámicos

Continuemos por destacados puntos de altura de Madeira. Lo cierto es que las laderas de sus montañas, sus valles y sus acantilados de vértigo ofrecen el escenario perfecto para situar miradores. Quizás el más conocido es el de Cabo Girão, situado en el que está reconocido como el cabo más alto de Europa, con la friolera de 580 metros de altura. Lo más especial de este mirador es su plataforma de cristal suspendida de las denominadas skywalk. En ella, al mirar hacia abajo, uno cree que está literalmente sobre las embravecidas aguas del océano Atlántico, mientras que al levantar la vista se recibe el regalo de una panorámica del citado océano y de los municipios de Funchal y Câmara de Lobos. No existen palabras para describir las emociones que despierta estar en este lugar. Otro de los más visitados es el del pico del Arieiro, el tercer pico más alto de la isla, que desde sus 1817 metros ofrece unas impresionantes panorámicas del macizo central. No podemos obviar, entre otros, los miradores de Véu da Noiva, el de Beira da Quinta o el de pico da Atalaia. Algunos están más accesibles y otros más recónditos, por lo que se puede llegar, dependiendo de ello, en coche o caminando. En este punto, hacemos un inciso para destacar las maravillosas rutas de senderismo que inundan Madeira, un paraíso para los enamorados de la naturaleza.

Al hablar de puntos de altura, es inseparable mencionar también los teleféricos que se encuentran en la isla, como, por ejemplo, el de Faja dos Padres, que ofrece un recorrido de más de 300 metros con vistas a la ladera del enorme acantilado. Otro de gran interés es el de Achadas da Cruz.

Pasemos ahora a uno de los mayores tesoros de Madeira, el bosque de Laurisilva. Como dato muy interesante, se formó hace unos 20 millones de años y está considerado una reliquia muy valiosa por su gran tamaño y vegetación sorprendente. Este tipo de bosque era muy abundante en épocas pasadas, pero actualmente está prácticamente extinto. Adentrarse en él es una experiencia multisensorial donde olores, sonidos y vistas de la naturaleza se conjugan para crear un escenario de ensueño, magia y misterio. Es todo como sacado de un hermoso cuento.

No podemos finalizar sin dar un toque a las bonitas playas de la isla, que, al ser de origen volcánico, son mayormente de arena negra y rocosas, sus aguas son cristalinas y de temperatura agradable. Por otro lado, están sus características piscinas naturales, donde el mar entra gracias a la magnificencia de las olas y forma este capricho de la naturaleza ideal para el baño.