
Viajes
Estas son las visitas que hay que hacer sí o sí para descubrir el «duende» de Córdoba
Patrimonio, tradición y un toque de lujo para entender porque esta ciudad es eterna

Hay ciudades en el mundo que calan en el alma o, como decimos en España, «que tienen duende». Indiscutiblemente, una de esas ciudades está en nuestra tierra y se trata de Córdoba, un destino que desborda pasión, historia, emoción y amor por lo nuestro. Si hay que explicarlo con palabras, quizá su magia responda a la autenticidad de cada rincón. Cada rincón cuenta una historia pasada que se remonta hasta la época prerromana. Para descubrirla detalle a detalle quizá se necesite una vida más, aunque un par de días son suficientes para empaparse de este gran patrimonio español.
Para disfrutar de una experiencia histórica desde el inicio, empezar por las curiosidades de la Plaza de las Tendillas y el H10 Palacio de Colomera es una excelente opción de partida. ¿Por qué? Porque esta plaza es el epicentro de la vida local. Más allá de su curioso nombre, heredado de las antiguas tiendas que antaño la poblaban, su verdadera estrella es el reloj que, cada hora, sorprende a todos con acordes flamencos de guitarra, un sonido que ya es leyenda en la ciudad. Presidida por la imponente estatua del Gran Capitán, esta moderna plaza, configurada en los años 20 del siglo pasado, se erige como el punto de encuentro por excelencia de los cordobeses, el corazón de todas las celebraciones y un rincón vibrante donde incluso sus fuentes a ras de suelo invitan a la interacción y al juego.
Si bien el H10 Palacio Colomera se encuentra en el centro de este estratégico punto, su presencia es mucho más que una buena ubicación o un «buen hotel». Este edificio fue originalmente la Casa Colomera, construida en 1928 como residencia de los Condes de Colomera. Sus torres borrominescas, su patio andaluz y la emblemática taquilla de La Teatral –hoy visible desde el exterior del hotel– son solo algunas de las huellas de su pasado. Hoy, el edificio ha sido transformado en un alojamiento de lujo con 102 habitaciones, sin perder ni un ápice de su esencia señorial.

Un recorrido estratégico e imperdible
Continuando con este recorrido histórico, a solo unos minutos a pie, una parada obligatoria: las Bodegas Campos. Fundadas en 1908, son un templo de la gastronomía cordobesa, donde tradición y autenticidad conviven en cada rincón y en cada plato. El salmorejo, los flamenquines o la mazamorra saben a lo que Córdoba fue y sigue siendo: un crisol de sabores que viajan en el tiempo.
Aunque la ciudad es muy fácil de descubrir caminando, en ciudades con tanta historia como esta, hacer una visita guiada por sus puntos más emblemáticos nos ayudará a comprender mejor el porqué de que España sea lo que es. Vale mucho la pena. Así también, una excelente opción de tarde es visitar las Caballerizas Reales de Córdoba y apreciar su espectáculo ecuestre. Fundadas por Felipe II en el siglo XVI para criar caballos de pura raza española, este espacio sigue siendo uno de los lugares más cautivadores de Córdoba. Allí tiene lugar el espectáculo «Pasión y Duende del Caballo Andaluz», una puesta en escena de doma, flamenco y tradición que cautiva tanto a quienes la ven por primera vez como a quienes repiten.

Otra actividad que no tiene pierde es hacer una visita guiada de la Mezquita-Catedral, la joya indiscutible de la ciudad, tan majestuosa como siempre. Visitarla es esencial: no solo por su mezcla prodigiosa de estilos arquitectónicos, sino por la emoción casi palpable que produce al entrar. No importa cuántas veces se haya visitado: siempre impacta. Aunque el espacio es impresionante como tal, la recomendación es siempre llevar un guía para entender el porqué de la arquitectura. Paso a paso, el turista entenderá cómo la mezquita —construida originalmente en el año 785 por Abderramán I sobre una iglesia visigoda— fue transformándose con el paso de los siglos. Reyes, jeques y diferentes culturas dejaron su marca en este edificio. Tras la Reconquista, en el siglo XVI, se levantó una catedral renacentista en su corazón, generando un contraste único en el mundo. Es, literalmente, un templo dentro de otro. Y es esa fusión, intacta hasta hoy, lo que convierte a la Mezquita-Catedral en una de las obras más fascinantes de la historia universal.
Cuando la noche se aproxima a Córdoba, el Palacio Colomera recupera el protagonismo y regala una postal única en su rooftop, El Mirador de Córdoba, gracias a las vistas de 360 grados y las luces de la ciudad como telón de fondo. Cabe la opción de disfrutar de una cena tipo cóctel que marida perfectamente con el ambiente sereno y elegante del hotel. Desde esta quinta planta, el reloj de las Tendillas –que da las horas con acordes de guitarra flamenca– marca un ritmo diferente: el de una apasionante ciudad.

Un palacio que se adapta
Si algo define a Córdoba es precisamente esa dualidad entre lo eterno y lo efímero. Lo que fue, permanece. Lo nuevo, se adapta con respeto. Y el H10 Palacio Colomera es un claro ejemplo de esta filosofía: un espacio que no pretende imponerse, sino integrarse en el paisaje emocional de la ciudad.El hall se baña en luz natural gracias a un gran lucernario que inunda el patio de columnas y mosaicos originales. Las habitaciones –elegantes y silenciosas– están equipadas con la última tecnología y detalles que rinden homenaje a Córdoba, como los cabezales decorados con imágenes de la ciudad. Desde las Junior Suites hasta la plunge pool del jardín exterior, todo está diseñado para invitar al descanso sin desconectarse del entorno.
Sus nuevos salones de eventos, la Sala Omeya y la Sala Medina, están pensados tanto para reuniones privadas como para celebraciones que buscan un entorno con carácter. El restaurante Las Meninas, con techos artesonados y obras de arte contemporáneo, acoge cada mañana un desayuno donde los productos de kilómetro cero ponen en valor la riqueza gastronómica local.
Muy cerca del hotel, aún esperan otros tesoros: el Cristo de los Faroles, que al anochecer gana una mística especial; el Palacio de Viana, con sus doce patios; y el barrio de la Judería, donde las callejuelas invitan a perderse sin prisa. Córdoba no se resume en un solo monumento, sino en una suma de detalles: una reja de hierro forjado, una fuente escondida, una conversación bajo un balcón con geranios.
Aunque es fácil recorrerla en pocos días, Córdoba es una ciudad para «estar», para vivir y para sentir.

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