El hotel
París íntimo: la elegancia silenciosa del Hotel Nolinski
A menos de diez minutos del Louvre, entre la Ópera Garnier y el Palais Royal, este cinco estrellas ofrece habitaciones que parecen apartamentos, un spa de inspiración suiza y una cocina libre de etiquetas
Pocas ciudades despiertan tantas pasiones como París. Esa mezcla de belleza, historia y modernidad ha hecho que durante décadas inspire no solo a viajeros, sino también a artistas, escritores, diseñadores y soñadores de todo el mundo. No importa cuántas veces se haya estado allí: la ciudad siempre encuentra la forma de seducir de nuevo, de revelar una cara distinta, de dejar una huella más profunda. Y en medio de ese escenario tan cargado de significado, hay lugares que no solo acompañan esa experiencia, sino que la amplifican.
El Hotel Nolinski es uno de ellos. Un oasis urbano que encarna la elegancia del lujo discreto y el encanto atemporal. A menos de diez minutos a pie del Louvre, y perfectamente ubicado entre la Ópera Garnier, los jardines del Palais Royal y la elegante rue Saint-Honoré, este cinco estrellas (el primero de la colección Evok) se ha consolidado desde su apertura como una referencia en el arte de vivir parisino con una interpretación contemporánea del lujo. Sin excesos, sin alardes. Simplemente, una forma de entender la hospitalidad con gusto, con intuición y con una profunda atención al detalle.
Un hotel que lo tiene todo
Desde la fachada haussmanniana hasta la recepción minimalista de mármol verde Carrara (presidida por una escultura de bronce), el Nolinski respira equilibrio, personalidad y gusto por el detalle. Jean-Louis Deniot firma un interiorismo que reinterpreta la decoración clásica francesa a lo largo de seis plantas. Molduras, cerámicas, muebles vintage, puertas espejadas, cortinas de tweed y alfombras gruesas conviven en armonía con hormigón encerado, tonos empolvados y una iluminación cuidadosamente matizada.
Cada una de las 45 habitaciones —incluidas 9 suites— está pensada como un apartamento privado, con su propia paleta cromática (verde, frambuesa, tostado, azul…) y un diseño sensorial que apuesta por el confort emocional. El armario lacado, el escritorio con recuerdos escultóricos, las lámparas de luz tenue, el silencio, la intimidad. Todo está orquestado para generar una atmósfera envolvente. La joya de la corona es la Suite Joséphine, en el quinto piso: un espacio majestuoso con balcón sobre la Avenue de l’Opéra, obras de arte de rara exquisitez y una decoración delicada que equilibra sofisticación y calma.
Una cocina que nunca aburre
El restaurante del hotel, recientemente renovado y decorado por John Whelan, es una prolongación natural del estilo Nolinski. Con capacidad para 70 comensales, el espacio mezcla referencias Art Déco y guiños setenteros con una elegancia atemporal: parquet de Versalles, mármol amarillo de Siena, pan de oro, madera de pino miel, frescos de inspiración japonesa, espejos que reflejan la luz natural y sillas de mimbre o pana. La cocina, firmada por el chef Philip Chronopoulos —con dos estrellas Michelin por el Palais Royal Restaurant—, es tan libre como exquisita: sabores de distintas latitudes, texturas inesperadas y recetas que rehúyen lo obvio.
Aquí no se busca repetir la fórmula de la alta gastronomía francesa, sino ofrecer algo más personal, íntimo y placentero. El resultado es una experiencia culinaria sin corsés, audaz y perfectamente integrada en el ambiente. Los postres llevan la firma de Yann Brys, nombrado Mejor Artesano de Francia, y la carta de vinos incluye cosechas excepcionales de Francia y del mundo.
Placeres ocultos
El Grand Salon es mucho más que un bar de cócteles. Es un espacio mutante donde se puede tomar el té por la tarde, disfrutar de platos ligeros o dejarse llevar por una improvisación al piano durante la noche. Tapices de Florence Girette, techos de pan de plata, sillones envolventes y luz dorada crean una atmósfera de confort sofisticado. A todo esto se suma una carta de creaciones exclusivas diseñada por Jérmy Bacquet, director creativo de barman en Evok. Desde cócteles artesanales hasta infusiones caseras, todo contribuye a esa sensación de "mundo aparte", tan propia del Nolinski. Y si la noche lo permite, los jueves, viernes y sábados el hotel se anima con las veladas de Nolinski by Victorious Music, una propuesta de música en vivo que refuerza su lado más vibrante y cosmopolita.
En el subsuelo, el Spa by La Colline es un santuario de bienestar donde el silencio, el agua y la penumbra conducen a una desconexión total. Inspirado en los rituales suizos y en la tradición francesa del cuidado, este espacio íntimo combina tecnologías cosméticas de última generación con terapias manuales y una arquitectura sensorial. Piscina interior con techo espejado, sauna, hammam, masajes revitalizantes, sofás Luis XIV, aromas de almizcle y especias… Todo pensado para disolver el tiempo y cuidar cuerpo y mente en un entorno que roza lo onírico.
El arte del servicio invisible
Nada de esto funcionaría igual sin el factor humano. El servicio en el Nolinski no se impone ni se exhibe: se intuye. Es silencioso, atento, preciso. Cada gesto está medido, cada necesidad anticipada. La excelencia se traduce en naturalidad, y eso, en un hotel de cinco estrellas, es probablemente lo más difícil de lograr. Pero también lo más memorable.
Porque en el fondo, el Nolinski no se limita a ofrecer lujo: propone una forma distinta de estar en el mundo. Una que combina belleza, hospitalidad y una sensibilidad especial hacia el detalle, la emoción y el instante. Un refugio para quienes buscan una experiencia íntima, auténtica, sensual y serena. En sintonía con el París más inspirador. Ese que, una vez más, consigue que digamos: "París, mon amour".