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Zaragoza: "Capital de la Garnacha" y epicentro del vino en 2025
Experiencias inmersivas, rutas enoturísticas y alta cocina posicionan a la ciudad como destino imprescindible para los amantes del buen vivir

Hay ciudades que no se visitan, se saborean. Lugares que no se explican con datos ni mapas, sino con sensaciones. Zaragoza es uno de ellos. Una ciudad que deslumbra con su patrimonio belleza monumental y enamora con los cinco sentidos. Este año, además, se presenta como un destino ideal para para quienes buscan una experiencia que saborea con colma.
“Capital Mundial de la Garnacha”. Así se ha bautizado a Zaragoza en este 2025, un título que es mucho más que un eslogan. Es una invitación a sumergirse en una ciudad que ha decidido rendir homenaje a una de sus uvas más emblemáticas convirtiéndola en protagonista de su vida urbana, su cultura, su gastronomía y su forma de acoger al visitante. El vino aquí no solo se degusta, se entiende. Se siente. Basta con participar en una cata guiada por voces expertas para descubrir los matices de la garnacha en sus versiones más jóvenes, añejas o dulces. Cada copa encierra una historia: la de los suelos rojizos de Tabuenca, las piedras de Cariñena, el frescor de los viñedos de Calatayud. Y lo mejor es que todo eso se puede conocer sin salir del centro de la ciudad.

En pleno corazón de Zaragoza se encuentra uno de sus espacios más insólitos y hermosos: el Jardín de la Garnacha, un viñedo urbano que florece en el parque Macanaz, con la silueta del Pilar al fondo. Aquí crecen cepas de las tres Denominaciones de Origen de la provincia, en una plantación que no solo es estética, sino también didáctica y simbólica. Un paseo entre vides en plena ciudad, con el Ebro a un lado y la historia latiendo en cada paso.
Vino y gastronomía van de la mano
Pero si hay algo que distingue a Zaragoza es su manera de unir vino y gastronomía con talento y creatividad. En sus mesas, la tradición se encuentra con la innovación. Cocineros de prestigio como Ramses González, al frente de Cancook (restaurante con estrella Michelin), reinterpretan los productos locales con una sensibilidad contemporánea que emociona al paladar. Sus menús, diseñados al milímetro, son auténticos homenajes a la tierra, al producto de temporada y a la esencia aragonesa.
Zaragoza también se saborea entre tapas. El Tubo, ese laberinto de bares con personalidad propia, es una oda al picoteo, al ambiente, a la conversación compartida alrededor de una barra. Cada tapa cuenta algo: de su gente, de su historia, de su capacidad para reinventarse sin perder la esencia. Una ciudad donde se puede comer de estrella o de bocado, pero siempre con identidad.

Cócteles de autor
Y no todo queda en los fogones. La coctelería también tiene su espacio. El talento de Borja Insa, uno de los bartenders más reconocidos a nivel internacional, ha llevado los sabores de Zaragoza a un terreno inesperado. Sus creaciones, ligadas al vino, a los botánicos del entorno y al arte de mezclar con emoción, revelan una ciudad que no tiene miedo a experimentar, que sorprende incluso al paladar más curioso.
Enoturismo en estado puro
El vino también invita a descubrir el entorno. Desde Zaragoza parten cada mes escapadas enoturísticas a las tres grandes zonas vitivinícolas de la provincia: Campo de Borja, Calatayud y Cariñena. Cada ruta es una experiencia inmersiva que combina naturaleza, patrimonio, historia y gastronomía. Se visitan bodegas como Palmeri Sicilia, Langa o Grandes Vinos, se prueban vinos en origen y se disfruta de almuerzos elaborados con productos de proximidad en enclaves únicos, como el Mesón del Aceite o antiguos monasterios cargados de espiritualidad, como el de Veruela.

Son excursiones pensadas para dejarse llevar, donde todo está incluido (transporte, cata, visitas, comidas…) y lo único que se necesita es tiempo para disfrutar. Una manera ideal de descubrir lo que hay más allá de la ciudad, sin renunciar a la comodidad ni al sabor.

Reconocimiento a nivel internacional
Y como toda gran experiencia, Zaragoza ha querido compartir su proyecto con el mundo. Su capitalidad de la garnacha no solo se celebra en casa. También se proyecta en el exterior, con presencia en ferias internacionales como Madrid Fusión, Taste of Dublin o los grandes encuentros gastronómicos de Berlín y Oporto. Se ha firmado incluso un convenio con Mendoza, en Argentina, otra gran capital vinícola del planeta, creando una alianza que traspasa fronteras y une culturas a través del vino.
Durante todo el año, se celebran además eventos de gran calado, como el Festival Internacional de la Garnacha, que transforma la ciudad en un escaparate efervescente de música en directo, catas, maridajes y arte. Las plazas, los patios y los espacios más emblemáticos se llenan de actividad y aromas de vino. El prestigioso Concurso Garnachas del Mundo, que reúne a los mayores expertos internacionales del sector, refuerza el papel de Zaragoza como referente enológico global.
Una apuesta por el patrimonio, la formación y sostenibilidad
Y aún hay más… El proyecto se completa con propuestas formativas, actividades para todos los públicos, un congreso científico internacional y una clara apuesta por la sostenibilidad. Porque aquí, hablar de vino es hablar también de paisaje, de identidad, de futuro. De cómo un producto que nace de la tierra puede transformar una ciudad.
Y sería un error pensar que todo gira en torno al vino. Zaragoza es también patrimonio, arte, arquitectura y luz. Es el reflejo dorado del sol sobre la Basílica del Pilar, el silencio majestuoso de La Seo, los trazos de Goya repartidos por sus museos. Es historia viva y energía contemporánea. Es la calma de sus plazas, el ritmo de sus mercados y la hospitalidad de quienes la habitan.

Pocas ciudades ofrecen tanto en tan poco tiempo. Y pocas lo hacen con tanta autenticidad. Porque Zaragoza no busca impresionar: simplemente es. Se entrega con generosidad, con carácter, con orgullo de lo propio. Y quien la descubre, se queda con ganas de más.
Tal vez sea el vino. Tal vez sea el aire que baja del Moncayo. Tal vez sea esa mezcla exacta entre tradición y futuro. Pero hay algo en Zaragoza que invita a volver. Y en un año donde todo gira en torno a la garnacha, cualquier excusa es buena para brindar, dejarse llevar y descubrir una ciudad que se disfruta con los cinco sentidos.
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