Entrevista

Mauricio Wiesenthal: "Mi relación con el vino fue una consecuencia de mi condición de escritor”

El escritor barcelonés recibe el próximo 13 de noviembre el I Premio Cultura del Jerez otorgado por el diario LA RAZÓN

 El polifacético Mauricio Wiesenthal, retratado en uno de sus rincones de leer, en su casa de Barcelona.
El polifacético Mauricio Wiesenthal, retratado en uno de sus rincones de leer, en su casa de Barcelona.Shooting

Aunque Mauricio Wiesenthal (Barcelona, 1943) se ha convertido en una de las referencias culturales españolas por sus libros de memorias, biografías y ensayos históricos, gran parte de su amplia trayectoria como escritor se centra en el mundo del vino. Una realidad que aparece en la mayoría de sus publicaciones, donde siempre hay espacio para una copa de tocay al celebrar, una reflexión sobre la oscura materia del oporto o los luminosos encuentros literarios abrazados en el calor de los frutos del Mosela. «Le gustaba tomar un jerez en la Spaniards Inn, la vieja taberna de los españoles que había frecuentado Dick Turpin. Y, a veces, reconfortados por el amontillado, llegábamos hasta Highgate, el más romántico de los cementerios de Londres», escribe en su genial e inacabable «El esnobismo de las golondrinas». Después de rodar por medio mundo, Wiesenthal siempre mira aquellos primeros años en Cádiz donde comenzó su amor por el mundo de la cultura. En aquella plaza de San Antonio donde vivía José María Pemán, uno de los primeros que le animaron a escribir, a viajar y beberse la vida.

Jerez y la cultura...

Jerez y cultura es como decir Granada y poesía, Ávila y mística, Cádiz y América, Atenas y filosofía, o Salzburgo y música.

¿Qué vinculación tiene con Jerez?

Una elección libre: mi corazón y una tierra que amo. Una ciudad culta y civilizada asentada en tierra de labor. Y eso es muy importante porque el trabajo inteligente y honrado es lo único que produce alimento para el alma y para el cuerpo: pan y vino, buena cocina y buenas bodegas y tabancos, pero también monumentos, academias, escuelas, libertad, progreso y cultura. Es natural que esa luz que bendice a la tierra y a los corazones, produzca finura y arte, el espíritu de la fe, el gusto del vino más sutil, sublime y variado que se elabora en el mundo, la elegancia singular del caballo andaluz y el duende del flamenco.

En la elección del ganador ha pesado mucho su íntima relación con el mundo de la cultura y del vino. ¿Qué le parece?

Mi relación con el vino fue una consecuencia de mi condición de escritor. La literatura es un misterioso proceso de sublimación que convierte la palabra en historia y la imaginación en vida, igual que las levaduras convierten el mosto en vino. Pero en Jerez no se acaba todo en contar una historieta, más o menos feliz. Hace falta mucho más espíritu para que una bota vaya al fino, otra escriba el relato del amontillado, algunas -más voluminosas- alcancen el oloroso o el dulce, y en el colmo de la fantasía y el talento aparezcan genios -como Cervantes o Shakespeare- que consiguen (¿de qué manera, por qué extrañas artes y fabulaciones?) llegar al Palo Cortado.

Además de escritor y ensayista, usted tiene una amplia bibliografía dedicada a los vinos. ¿Nos puede hablar un poco del Jerez?

Todo es especial en el jerez, y por eso es una joya de la cultura y la civilización. Son especiales los suelos, y decisivos los pagos donde se cultivan las uvas. La Tierra es grande y –gracias a Dios– produce patatas, trigo o arroz; pero los suelos para el vino son pocos. Y el clima del jerez también es especial, tanto que podría decirse que nos envía más agua en la blandura de los rocíos que en las tormentas de lluvia. Todo es especial en la elaboración, el encabezado, el velo de flor, el rociado, el trasiego, las soleras, las criaderas, y los sutilísimos matices de nuestros vinos. Por eso estos vinos especiales son patrimonio de pueblos distintos.

Se trata de una bebida vinculada desde siempre con la cultura. Tanto del sur de España como con la del norte de Europa. ¿No es un poco como usted?

Mucho mejor que yo, querido amigo. En común con la gente honrada que trabaja el jerez sólo tengo las muchas horas de labor y sacrificio que he dejado en mi obra, en mis trasiegos, en mis viajes, en mis sueños rotos de «palo cortado». Soy consciente de que en una obra de arte –como decía Proust– no cabe poner el precio justo. Sólo los necesitan con la materia de la vida la compañía del espíritu, saben que el pan, el vino y la obra bien hecha son siempre un «regalo».

Libros, viajes y vinos. ¿Puede ser el último de nuestros paraísos?

Libros, viajes, vinos, canciones, creo que elegía bien los temas de mi obra. No me gusta escribir literatura negra (dicho con humor y respeto a los que escriben ese género con talento) pero para mí ese mundo de tinieblas y terrores es como si el vino se me convirtiese en vinagre. Me gusta más ponerle a mi cosecha y a mi trabajo la ofrenda estética del velo de flor, la sorpresa del Palo Cortado, la ironía del Amontillado, el tiempo largo del Oloroso y el dulce de la vendimia asoleada para que mis lectores no sepan que, en un mal día, se me viró un vino y perdí tres botas. Eso debe ser el regalo. Y para eso trabajamos, mis compadres en el jerez, y yo en mis libros. Si eso es para alguien el Paraíso, den las gracias al Padre Eterno, que nosotros somos sus “mandados”. Dicho eso, se admiten propinas… Gracias a todos, sobre todo, gracias…