Política

El PSOE andaluz, de garante de la unidad de España a "sucursal" de Pedro Sánchez

El partido suma una década de travesía desde la investidura de Susana Díaz a su actual equidistancia con la amnistía catalana

El presidente del Gobierno de España y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, (i) junto al secretario general del PSOE de Andalucía y Portavoz del Grupo Parlamentario Socialista, Juan Espadas, (d) durante la clausura el acto público de presentación de la candidatura socialista al 28M en la ciudad y otros municipios del medio rural en el Hospital de Santiago en Úbeda, a 22 de abril de 2023 en Jaén (Andalucía, España). El secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez...
Pedro Sánchez y Juan Espadas Juan de Dios OrtizEuropa Press

Hace una década el PSOE acariciaba su último gran momento de gloria a escala regional en Andalucía: el 7 de septiembre de 2013 se produjo la investidura de Susana Díaz y el día 9 el BOJA recogía el nombramiento de los consejeros. De entonces a esta parte, el PSOE de Andalucía ha dejado de ser la federación socialista más importante de España en detrimento de otras regiones como Cataluña –donde a la postre se sustentó la resistencia de Sánchez en las generales– y ha perdido también su papel como «garante de la unidad» del país. En el proceso de primarias del PSOE-A en 2021 que acabó con Espadas como líder, Susana Díaz ya alertaba de que la formación se jugaba la autonomía o ser «una sucursal».

El PSOE-A pasó del apoyo cerrado a Susana Díaz en 2013 a una fractura abierta taponada por el poder en Moncloa. Hace una década, la presidenta de la Junta y líder del PSOE-A era la figura emergente más relevante del socialismo. Tras su derrota, Díaz, como el último califa de Granada, Boabdil, negoció treguas para defender su bastión pero la consolidación de Juanma Moreno, la escasa oposición en el Parlamento, las guerras internas y la memoria del «sanchismo» –que no hace rehenes–, culminaron un proceso político semejante al de la fruta madura. La de la ex presidenta andaluza fue una salida en diferido, más aún, si cabe, al no aclarar si dejaría el escaño en el Parlamento hasta que se garantizó un puesto. La ex presidenta se incorporó a la Cámara Alta cuando se cumplía un lustro de la «guerra civil» de Ferraz –«La única autoridad soy yo», dijo Verónica Pérez– y la posterior defenestración, peregrinaje en Peugeot, primarias y resurrección de Pedro Sánchez. Ocho años estuvo Susana Díaz al frente del PSOE-A, un tiempo en el que el partido nacional y la política en general miraban hacia ella como alternativa a Rajoy. Entonces la nombraban como «la sultana» y el PSOE parecía el Partido «Susanista» Obrero Español. Ahora es el Partido «Sanchista». Al actual secretario general, Juan Espadas, que siempre rechazó la etiqueta de «candidato de Madrid», aún le cuesta ser reconocido dentro de las fronteras andaluzas. Espadas pidió tiempo a Ferraz para procesar el cambio, evitar la gestora y también por corrección hacia quien en su momento lo apoyó como candidato a la Alcaldía de Sevilla.

Susana Díaz con los ex presidentes socialistas andaluces el día de su investidura
Susana Díaz con los ex presidentes socialistas andaluces el día de su investiduraAgencia EFE

Díaz, cuyo puesto en el Senado actualmente incluso peligra, se marchó con la esperanza de poder volver algún día, como Vara en Extremadura. En el comité director del PSOE-A anunció, con Espadas a su espalda: «Seguiré rebelde y peleona». La realidad es que, reconvertida en tertuliana y creadora de podcasts, se ha salido poco del guion del partido, más allá de una gira personal por pequeños pueblos durante la campaña de las municipales que hizo escasa gracia en la calle San Vicente y del apoyo explícito al indulto para Griñán junto a Guerra: «Pepe no se ha llevado ni un duro». También avisó del coste electoral de cambiar el delito de sedición: «No se entiende igual en el sur que en Cataluña».

Susana Díaz junto a Felipe González
Susana Díaz junto a Felipe GonzálezLa Razón

Cuando Espadas asestó a Susana Díaz su última derrota, heredó un partido fragmentado, grogui tras la pérdida del poder en la Junta después de casi 37 años, con una carga guadianesca en forma de casos de presunta corrupción –la Faffe o los ERE– y también una gran masa social y una marca venida a menos pero durante cuatro décadas hegemónica. El alineamiento del PSOE andaluz de Espadas con los postulados del «sanchismo» no se limita a la actual equidistancia respecto a la negociación con los independentistas para la investidura de Pedro Sánchez. Más allá de la falta de crítica a una posible amnistía, el 10 de junio de 2021, el Parlamento andaluz se oponía a los indultos del procés con el voto en contra del PSOE y de Adelante. Con la polémica de los regadíos de Doñana el cambio de criterio ha venido determinado por Ferraz. Espadas pasó de abstenerse a la propuesta parlamentaria enfrentándose a la ministra Ribera a alinearse sin fisuras con la oposición de Moncloa.

En estos años, el PSOE-A ha perdido influencia en Ferraz y relevancia en la comunidad. La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, complementa, si no lidera, la oposición a Moreno. El vía crucis del PSOE con los ERE, además, tiene la peculiaridad del castigo de Sísifo, que no deja de repetirse: aún quedan cientos de piezas por juzgar.

Espadas, contra los que «hacen el juego» a Feijóo

El secretario general del PSOE de Andalucía, Juan Espadas, defendió que en su partido no van a caer en las «trampas» que diseña el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, para «retratar» a los socialistas ante las negociaciones con partidos independentistas para garantizar una hipotética nueva investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno. Espadas, como otros veteranos como Manuel Gracia en contrapartida a históricos como Felipe González y Alfonso Guerra, criticó que «no se esté hablando de qué opina» el candidato del PP sobre «cuál es su proyecto de gobierno y su proyecto territorial para España». Ante las críticas de los históricos socialistas, el líder del PSOE-A rehusó «hacer el juego al PP» y aseguró que los socialistas «no vamos ni a alterar ni a violentar la Constitución para llegar a un acuerdo» de gobierno.