Turismo
Estos son los pueblos más antiguos de España
Estos municipios, repletos de historia, destacan por su belleza y riqueza patrimonial
Historia, patrimonio, naturaleza y gastronomía. Estas son las señas de identidad de los pueblos, que se esconden en toda la geografía española. Rincones llenos de belleza que año tras año acogen a un mayor número de visitantes, que no dudan en conocer más a fondo sus tesoros. Estas localidades también se caracterizan por difundir su tradición. Sobre todo los que cuentan con una mayor antigüedad, ya que sus calles han vivido las principales recreaciones de nuestro país, desde los asentamientos celtíberos, hasta nuestros días, pasando por la época romana, las invasiones bárbaras, los musulmanes o la reconquista.
Son tan importantes que, son el germen de las grandes urbes. Muchos son Monumento Nacional, otros Conjunto Histórico-Artístico, y algunos están dentro del círculo de los Pueblos más Bonitos de España.
A 1 200 metros de altitud, y en plena cordillera Cantábrica, en la provincia de Palencia, se alza la pequeña, pero de descomunal en riqueza arquitectónica y naturaleza, Brañosera. Con algo más de 200 habitantes, posee una belleza única gracias a su patrimonio histórico. Brañosera ha sido reconocida por el Congreso de los Diputados, como el primer municipio de España en tener Carta Puebla, lo que la convierte oficialmente en el pueblo más antiguo de España. Se la otorgó el conde Munio Núñez, en el año 824. Esta tierra de brañas y osos es, además, un paraje espectacular donde disfrutar de la naturaleza entre bosques de robles y hayas.
Entre sus calles se observan restos medievales en forma de pequeños arcos, cegados en su mayoría. Es rica en románico y buena muestra de ello son la iglesia de Santa Eulalia, con su majestuosa espadaña y portada, y la ermita de San Miguel, la cual conserva la bóveda apuntada y en uno de sus muros una lápida de consagración del año 1.118.
Brañosera es paso del GR1, sendero Histórico de unos 1600 kilómetros que atraviesa España desde Cataluña hasta Galicia por espectaculares paisajes de montaña en este idílico paraje de la Montaña Palentina.
No debe olvidarse que la cecina, cuartos traseros de ejemplares equinos y vacunos curados de forma similar al jamón de cerdo, constituye una sabrosa y saludable fuente de alimentación además de un atractivo alimento para cuantos visitan esta zona.
Originalmente conocida como Bisuldunum, ha sido declarada Conjunto Histórico-Artístico nacional. Destaca por las flores que decoran puertas y ventanas del casco antiguo de este municipio catalán. Sus calles estrechas de la judería, sus exclusivos baños medievales, sus casonas, plazas, y su sinagoga, resultan fascinantes. Así como su Puente Viejo, románico del siglo XII, indispensable para entrar en esta villa del medievo. Solo por el Monasterio de Sant Pere, la Iglesia de Sant Vicenç, la Colegiata de Santa María, o el Antiguo Hospital de Sant Julià, merece una escapada.
El icónico puente románico de Besalú era este un paso necesario para salvar dos ríos que se interponían en el camino de los viajeros medievales que hacían la ruta a la Garrotxa: el Fluvía y el Capellades. Besalú nació como una fortaleza entre ambos. El puente fue durante siglos el único acceso existente para llegar a Olot, eso sí, previo pago del tributo correspondiente.
En 1966, fue declarada «Conjunto Histórico-Artístico Nacional» por su gran valor arquitectónico. Actualmente, Besalú está desarrollando un proyecto social y turístico importante, señalizando el centro histórico para destacar los atractivos turísticos de la población y haciendo excavaciones para investigar diferentes hallazgos arqueológicos
En plena sierra de Guadarrama, en el valle medio del Lozoya y entre los embalses de Riosequillo y Puentes Viejas, se alza, sobre un promontorio rodeado por el río, Buitrago de Lozoya. Por la villa, que es conjunto Histórico Artístico, y Bien de Interés Cultural, han dejado huella Juana la Beltraneja, y el mismísimo Picasso.
Las murallas de Buitrago se alzan sobre un meandro del Lozoya, a unos 74 kilómetros de Madrid. Antaño importante enclave defensivo, hoy sus muros siguen guardando el casco histórico, al que se accede a través de la Torre del Reloj, una torre albarrana de unos 16 metros de altura.
Al traspasarlas hallamos la iglesia de Santa María del Castillo, la única conservada de las cuatro que llegó a tener Buitrago. Levantada durante los siglos XIV-XV y de estilo gótico, fue impulsada por el Marqués de Santillana y ha sido objeto de una cuidada restauración que ha descubierto una necrópolis medieval contigua. La gran torre campanario, de estilo mudéjar, cuenta con planta cuadrada y cinco cuerpos. Aunque gran parte del edificio hubo de ser restaurado tras la Guerra Civil, la torre es totalmente original.
También del siglo XV data el Castillo o Alcázar anexo al recinto amurallado, erigido por orden de la familia Mendoza, y de clara herencia mudéjar resultó seriamente dañado durante la guerra de Independencia. De planta cuadrada cuenta con siete torres que presidieron la estructura, todas diferentes entre sí, que se pueden visitar. El resto del espacio se emplea para distintos actos culturales.
Esta villa madrileña da la opción de realizar actividades al aire libre como rutas de senderismo con varias sendas que se pueden recorrer tanto a pie como en bicicleta. Además, para disfrutar de una visita a Buitrago en contacto con la naturaleza, el Centro Hípico de Buitrago ofrece servicios de rutas guiadas, pupilaje y doma.
A esta ciudad fortificada, que forma parte del selecto círculo de los Pueblos más Bonitos de España, y tienen la denominación de la villa de las Siete Puertas. Sepúlveda se fundó en la Edad del Hierro, la engrandecieron los romanos, y ahora es la base ideal para una escapada en la que además, recorrer el Parque Natural de las Hoces del Duratón.
Su Plaza Mayor, el castillo de Fernán González, la casa del Moro, el santuario de la Virgen de la Peña, o la Iglesia de Santiago son como salidos de un cuento. Sepúlveda está impregnada de medievo, del que habla su muralla del X, y sus puertas del Ecce Homo, del Rocío y de la Fuerza.
Sepúlveda es sinónimo de una exquisita gastronomía en la que su plato estrella es el Lechazo Asado en horno de leña. Es por ello, y por su gran popularidad y tradición, por lo que se define a Sepúlveda como “la catedral del Lechazo Asado”. El secreto de su exquisito sabor está en la alta calidad de la materia prima, el cordero churro, más blanco y de patas más largas que el merino, y en la sencillez de su elaboración. El lechazo debe hacerse dividido en cuartos y colocado en tarteras de barro. Como añadidos, solo necesita un poco de manteca y sal y, por supuesto, la pericia en el manejo de los hornos que han demostrado los maestros asadores de la villa.
Los complementos ideales son una ensalada de lechuga y tomate de las huertas del Caslilla, el pan de hogaza de Sepúlveda y un buen vino de la Ribera del Duero. Sin embargo, la oferta gastronómica de los numerosos restaurantes de la localidad va mucho más allá y destaca por su variedad y calidad. En los últimos años ha evolucionado enormemente y se pueden degustar platos tradicionales con productos propios de Castilla de altísima calidad, como los derivados del cerdo (chorizo, morcilla, lomo…), maravillosos y contundentes platos de cuchara, como los judiones de La Granja, el cocido o la sopa castellana, deliciosas cremas y ensaladas en verano, pescados de la más alta calidad con especial protagonismo de la lubina y el bacalao o todo tipo de carnes. Otro de los alicientes para visitar Sepúlveda viene dado por la calidad de su repostería, deliciosa e irresistible, en la que destacan, entre otros manjares, los soplillos, las rosquillas de Castrillo, las pastas, las capuchinas o las sobadas.
Los habitantes de esta pequeña aldea soriana no llegan al centenar, tienen el privilegio de vivir en uno de esos lugares donde el tiempo se detuvo hace mucho, mucho tiempo. A solo 33 kilómetros de Soria capital, en la comarca de las Tierras del Burgo, dice la leyenda que aquí, Almanzor perdió su tambor.
Ya el camino de acceso a Calatañazor delata su antigüedad. Su única calle, rodeada de auténtica arquitectura popular, lleva hasta la plaza, ubicada a los pies de las ruinas del que fue un formidable castillo. Entre cantos rodados, puertas con postigos a media altura, paredes de tapial de barro y paja, y su bella iglesia románica, lleva a gala ser uno de los lugares con más solera del país.
En Calatañazor el tiempo dijo basta hace ya muchos siglos. Aún permanece anclado en la Edad Media y no ver mancilladas de ninguna manera las fachadas de las casas con sus característicos entramados de madera de sabina, las chimeneas cónicas por las que respiraban las cocinas de antaño ni el empedrado de canto rodado que hace de alfombra. Las efigies mozárabes de las iglesias advierten a los visitantes del viaje a través del tiempo que están a punto de emprender. El aroma a asado que impregna cada recodo y cada pared se encarga de hacer el resto y lograr, por unos instantes, que no te quieras marchar nunca de allí.
Albarracín (Teruel)
Además de ser uno de los pueblos más antiguos de España, Albarracín está considerado uno de los lugares más bonitos de nuestro país. Y es que Teruel tiene muchas cosas por descubrir… Este precioso pueblo de arquitectura medieval conserva una de las murallas mejor conservadas de la época, considerada Monumento Nacional desde 1961. Entre sus estrechas calles encontrarás antiguas casas de piedra y madera con el característico yeso de color rojo de las montañas del Arrabal que son toda una belleza. Por la noche el pueblo se ilumina creando un juego de luces espectacular.
Ronda (Málaga)
Entre las calles de este pueblo malagueño se encuentran algunos de los monumentos mejor conservador de la Edad Media. De hecho el más emblemático es el Puente Nuevo, que cuenta con más de 150 metros de altura y cuya construcción comenzó en 1751 después de que diez años antes se derrumbara el antiguo puente. El objetivo de esta espectacular obra arquitectónica es unir los dos lados del casco antiguo de Ronda por encima del río. Desde arriba se puede disfrutar de unas vistas únicas, incluso desde los diferentes restaurantes y hoteles de la zona. Por sus calles encontrarás murallas, iglesias, baños árabes o la casa del Rey Moro… muy bien conservados.
Peñafiel (Valladolid)
Se trata de uno de los pueblos con más historia de nuestro país. Situado en la Ribera del Duero, justo a medio camino entre Valladolid y Aranda de Duero, en Peñafiel se han hallado restos de 2.900 a.C. Y es que este bonito pueblo posee una de las murallas mejor conservadas de la Edad Media. Sin duda uno de los monumentos con más reclamo del lugar es el Castillo de Peñafiel del siglo X, uno de los más bonitos de España que fue declarado Monumento Nacional en 1917. Su arquitectura y su largo recorrido de más de 200 metros de longitud recuerdas a un gran barco. Desde arriba se puede disfrutar de unas increíbles vistas al valle del Duero. Otro de los puntos de interés es la Plaza del Coso, un espacio rodeado de balcones arabescos donde se celebran distintos festejos taurinos del pueblo.
La gastronomía es en sí misma uno de los grandes atractivos turísticos de Peñafiel, una tierra que debe su fama culinaria internacional al lechazo asado al horno de leña, un plato que se oferta en muchos de los restaurantes de la villa. No obstante, la gastronomía peñafielense está en constante evolución y son muchos los establecimientos en los que se puede disfrutar de una cocina diferente, para todos los gustos y para todos los bolsillos.
Combarro (Pontevedra)
El puerto de Combarro quizás sea el lugar más característico de este antiguo pueblo marinero. Sus vistas a la costa gallega y el juego de colores creado por las distintas embarcaciones pesqueras y las casas de colores es única. Aunque también puedes disfrutar de un bonito paseo por las calles empedraras del casco histórico y conocer las antiguas construcciones de la época como los hórreos o los cruceiros.
Por supuesto, la gastronomía también es otro punto a favor para visitar este lugar. Los amantes del pescado no se pueden ir del municipio sin probar el rodaballo, el lenguado, los percebes o los mejillones de la zona. Por supuesto regados con un buen D.O. Rías Baixas de la tierra.
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