Sociedad
La vida que me espera después de las rejas
Ocho internos de la cárcel de Soria salen de prisión por unas horas, gracias al programa de control de adicciones de Cruz Roja
Con el sol de cara y un cielo azul que invita a disfrutar del verano, ocho internos de la cárcel Soria II salieron al exterior para olvidarse por un día de la condena que les resta, del régimen del respeto y vislumbrar una vida distinta a la que tuvieron antes de entrar a prisión y con la naturaleza como aliada.
A primera hora de la mañana recorrieron en la furgoneta de Cruz Roja Española los escasos siete kilómetros que separan el centro penitenciario Soria II y la cuadra Antares de Garray, un lugar idílico rodeado de una naturaleza virgen que ha ganado en expresividad con las últimas lluvias.
Los ocho participan en el programa de Atención a Personas con Inadecuada Gestión de las Adicciones en prisión de la mano de Cruz Roja Española en Soria. La actividad programada consistía en que montaran a caballo, ayudarán en las tareas de la cuadra, preparasen una barbacoa y disfrutaran de un día en el exterior en libertad. Algunos de los reos aseguran haberse sentido mareados al salir del exterior. Las dimensiones del centro con el paso de los años son como una losa que no se quitan de encima.
Miriam Reyes es la psicóloga de Cruz Roja en Soria y se encarga de poner en práctica este programa. Subraya que la actividad de salida terapéutica supone para ellos “muchísima alegría”. Invita a la sociedad a imaginarse cómo se sentían cuando estuvieron obligados a recluirse en casa a consecuencia de la pandemia y cómo se sintieron cuando recuperaron el pulso a la vida.
“Para ellos ver animales, un espacio natural y un día soleado en un espacio abierto es un subidón. Al principio tienen miedo y salen dubitativos y vuelven muy motivados”. La psicóloga defiende que estas personas padecen la drogadicción, una enfermedad crónica con la que convivirán el resto de sus vidas, y defiende que el sentido de enseñarles estas actividades es que ellos en su vida en libertad tengan otras alternativas de ocio y puedan "elegir”.
La terapia con caballos les ayuda a la gestión de las emociones, ya que en el entorno penitenciario los sentimientos están “más cohibidos”, y por lo tanto, el mostrar emociones con un animal, que le responde, es “estimulante”.
“La actividad les motiva a mejorar; les sube la autoestima; les ayuda en el autoconcepto y en el control de sus impulsos porque deben estar con los animales de una forma más calmada. Descontextualizan la forma que tienen de relacionarse y, por lo tanto, les ayuda en las habilidades sociales”.
Miriam Reyes rompe una lanza a favor de aquellos internos que, en muchas ocasiones, no han tenido oportunidades y que precisan que se les muestre otros caminos. “Son agradecidos, respetuosos y saben comportarse y es primordial que ellos vuelvan a la prisión con ganas de vivir otra vida, algo básico para la reinserción", expresa.
El interno O.V., se muestra encantado con la “salida”. Lleva dos años sin pisar la calle y cree que la actividad le pondrá en forma para cuando consiga el tercer grado. Todavía le quedan otros cuatro años de pena por cumplir. “Llevo muchos años entrando y saliendo de la cárcel y todo por la droga. Nunca me habían dado la oportunidad de participar en un programa que incluyera salida programada. Gracias al tratamiento para la gestión de las adicciones de Cruz Roja estoy mucho mejor”, reseña.
Su compañero F.S., le gana de largo, ya que hace diez años que entró en prisión y es la primera vez que sale a la calle de su larga condena y todavía no se cree lo que está viviendo. “Veo que la vida es otra cosa. Vendí droga; la probé; y me enganché. Después llegaron otras cosas aparejadas a ese mundo”, reconoce.
Dice que le quedan “un par de lunas”-dos años de pena- y sueña con reencontrarse consu hija, a la que conoció cuando era bebé y que ahora es ya una mujer. “Daría mi vida por ella”, recalca para pedir a la sociedad que “no les den por perdidos”, ya que todo el mundo comete “errores”.
El educador de los internos, que hoy les acompañaba en la salida, afirma que para ellos la salida supone un “chute anímico”, no sólo por la actividad puntual sino porque se les abre una puerta a tener beneficios penitenciarios. “La salida programada, dentro de la dinámica que llevan, les entusiasma y están pletóricos”, sostiene.
Él les acompaña, les asesora en sus peticiones internas, organiza actividades deportivas, elabora los informes judiciales y asiste a las juntas para decidir si el reo puede salir de permiso o de tercer grado.
La voluntaria de Cruz Roja, Marta Herrero, cree que el delito de estos presos es el de haber sido pobres. Sin oportunidades y con una familia desestructurada se vieron abocados a sobrevivir en un mundo que es hostil, sobre todo, para el que no tiene recursos. Tras delinquir, tampoco tuvieron un abogado que se implicara en su causa. La salida terapéutica les ayuda a evadirse por unas horas de la vida carcelaria, que es dura y en la que solo se habla del tiempo de condenas. Además ganan habilidades sociales que un día utilizarán para convivir con el resto de la sociedad.
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