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Memoria literaria

Cuando un exiliado republicano ganó el Planeta durante el franquismo

En 1969 el premio literario fue a parar a uno de los más inesperados ganadores

Una imagen de Ramón J. Sender EFE

Queda poco, muy poco, para que sepamos quién es el ganador o la ganadora de la nueva edición del Premio Planeta que, como es habitual, se conocerá en el transcurso de la velada literaria que se celebra en Barcelona. A lo largo de todo este tiempo, desde que el galardón inició su andadura en 1952 mucho ha pasado y mucho se ha vivido como reflejo del tiempo que le ha tocado vivir. Un buen ejemplo es lo sucedido en 1969.

Es en ese año cuando España vive los últimos años del franquismo, aunque todavía el régimen, como demostrará hasta sus últimos días, es impecable con todos aquellos que considera como sus enemigos. Numerosos escritores siguen exiliados, lejos de la bota de Franco. Un poco antes, uno de los grandes intelectuales que permanecían en el destierro, el aragonés Ramón J. Sender, había empezado a colaborar en las páginas de la revista “Destino” como antes había hecho en “Papeles de Son Armadans” de la mano de Camilo José Cela. Sender consideraba que todavía había Franco para rato, pero algunos de sus incondicionales estaban tratando de rescatarlo y darlo a conocer en su propio país. A sus espaldas tenía una de las más interesantes obras literarias de la letras españolas del siglo pasado, con obras imprescindibles como “Crónica del alba” o “Réquiem por un campesino español”, hoy justamente definidos como clásicos.

Eso fue lo que hizo que algunos de ellos lo animaran a presentarse al Premio Planeta. A su amigo y agente Joaquín Maurín le aseguró en una carta que “yo no envié la novela En la vida de Ignacio Morel al concurso sino que se la llevó un amigo que pasó por aquí. Estaba escrita con intenciones más modestas y no es el tipo de novela clamorosas que suelen desear en esos casos”. Lo decía Sender sobre una novela que en un primer momento tenía que ser para el Destino del editor Josep Vergés. Precisamente a este le mandaría una misiva en la que trataba de argumentarle lo que había pasado, con argumentos parecidos a los dichos a Maurín: “Lo del Planeta no fue cosa mía, sino de unos escritores amigos que pasaron por aquí y se obstinaron en llevarse el último manuscrito que tenía. Aunque en un principio la cosa parecía un poco extraña, les deje llevarse la novela y todo lo hicieron ellos, que inventaron el seudónimo, hicieron la plica, etcétera. No me disgusta ver que estiman mi trabajo, pero esas cosas no van conmigo y me dejan un poco aturdido. Si contribuye el premio a que me lean más, bien está”.

En la edición de 1969, dotada con un millón cien mil pesetas, concurrieron un total de 26 trabajos que tuvo que leer el jurado que, para la ocasión, estuvo compuesto por Ricardo Fernández de la Reguera, Sebastián Juan Arbó, Baltasar Porcel, Martín de Riquer, el editor José Manuel Lara y Manuel Lombardero, como secretario. Durante la velada, celebrada en el Hotel Ritz de Barcelona, se supo que Manuel Scorza, uno de los grandes nombres de las letras peruanas, había quedado finalista con “Redoble por rancas” mientras que Sender fue el ganador con “En la vida de Ignacio Morel”, con una historia que ocurría en las afueras de París y que tiene como base la vida de un joven escritor de liceo. Pero el premiado no apareció, pese a estar invitado. De nuevo, como le dijo a Maurín en otra carta, optó por quedarse en Estados Unidos porque “si fuera no faltaría quien dijera que por un millón soy capaz de cambiar de conducta (llevo, como sabes, más de treinta años negándome a volver allá). Aunque comprendo que podría cambiar de conducta sin cambiar de convicciones. Pero habría que explicarlo y las explicaciones son demasiado bizantinas”.

El libro fue, para sorpresa del mismísimo Sender, uno de sus mayores éxitos de ventas. ¿Y la crítica? El insobornable Manuel Vázquez Montalbán, desde su tribuna de la revista “Triunfo”, no dudaba en calificar como “carambola política” de Lara el atreverse a premiar a Sender, “un hombre para conversaciones en voz baja y un autor para librerías con trastienda”.