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¿Es peligrosa la calima?: Un polvo naranja que cubre España
La borrasca Celia ha cubierto la península de polvo del Sáhara y deberíamos tener cuidado.
Escribir un titular con la palabra “peligro” es una garantía de polémica. No porque vaya a haber más lecturas, ni mucho menos, pero sí habrá gente que lo considere inmoral y alarmista. Es necesario que reflexionemos sobre ello, pero normalmente olvidamos algo: no existen dos únicas categorías en la peligrosidad (la de lo inocuo y la de lo letal). Entre ellas se extiende un gradiente riquísimo donde la peligrosidad puede existir aún siendo baja, e incluso puede ser tan nimia que digamos aquello de “bueno, pero a mí me compensa”. Eso es lo que sucede con esta nube naranja que cubre España, porque si nos preguntamos si es peligrosa, la respuesta es un indudable “sí”. Sin embargo, no es letal ni mucho menos, no debemos poner el grito en el cielo ni abonarnos a una semana de insomnio. La calidad del aire ha empeorado en las localidades más cubiertas por la calima y, de hecho, se espera que disminuya un poco más. Esto afecta a nuestros pulmones complicando su trabajo y, en muy resumidas cuentas, puede agravar enfermedades respiratorias que ya existieran antes de la calima.
Sin embargo, posiblemente convenga empezar por el principio. ¿Qué es la calima? Es el nombre que le damos al polvo del Sáhara que, en lugar de estar donde debería (vaya, en el Sáhara), es arrastrado por el viento muy lejos del desierto. Es razonable pensar que, por lo tanto, será más frecuente a medida que vayamos a lugares más cercanos al Sáhara, y estaremos en lo cierto. Concretamente, los canarios están bastante acostumbrados a ver que el cielo se tiñe de naranja y las calles se empolvan como si fuera Marte. Las corrientes de aire suelen cruzar las islas en su camino a través del Atlántico Norte y, por lo tanto, dejan en ellas parte de la arena que arrastran desde las dunas saharianas. A fin de cuentas, las Islas Canarias están a poco más de 200 kilómetros de la costa africana, pero Madrid está a más de tres veces esa distancia del Sáhara. Así que, si bien es frecuente que España sufra eventos de calima, en la península son mucho menos habituales y su rareza nos inquieta.
La culpa es de Celia
¿Qué ha cambiado, pues? ¿A qué se debe que las corrientes de aire sahariano hayan decidido hacernos esta inesperada visita? En una sola palabra: Celia. Se trata de una borrasca o, dicho de otro modo: una región de la atmósfera sometida a presiones menores que las zonas que la rodean, lo cual produce un efecto de “succión” y, por lo tanto, da lugar a fuertes vientos y precipitaciones. Esos vientos serían los responsables de ese polvo en suspensión y las lluvias las encargadas de precipitarlo sobre el suelo en forma de barro. Así se explicarían las lluvias de barro que han reportado en algunos puntos del país. Durante este episodio se espera que las concentraciones de este polvo lleguen a ser especialmente altas en el sureste de la península, como hemos visto durante las últimas horas.
Para comprender mejor el fenómeno, debemos entender que suele hablarse de dos tipos de calima. Por un lado, la tipo A podríamos considerarla como la más “natural”, como lo que hemos descrito hasta ahora. La tipo B porta con ella ceniza de incendios y sustancias contaminantes. Por suerte, lo que hay ahora sobre la península es calima de tipo A y es esa de la que hablaremos a continuación para referirnos a los problemas médicos que puede ocasionarnos.
Mejor con mascarilla
Hace dos años se realizó un estudio que pretendía, precisamente, indagar en la relación que hay entre estos episodios de calima y el agravamiento de algunas afecciones respiratorias. Sabemos, por ejemplo, que las partículas que arrastran estos vientos se encuentran entre lo que llamamos PM2,5 y PM10, lo cual significa que tienen un calibre de entre 100 y 400 veces más pequeñas que un milímetro. Cuanto más pequeñas son las partículas más capaces son de recorrer las vías respiratorias y, por lo tanto, alcanzar tejidos especialmente sensibles que no suelen estar expuestos a estas sustancias. Esto produce la inflamación de nuestros ojos y de las mucosas que cubren el interior de nuestra nariz y boca, así como el resto del aparato respiratorio.
Esta inflamación puede llegar a disminuir notablemente el calibre de nuestras vías respiratorias, complicando la entrada de aire, sobre todo en casos donde la mucosa es especialmente sensible, como ocurre en los pacientes asmáticos. Lo más frecuente es que, al complicarse la entrada de aire, debamos hacer un mayor esfuerzo, reclutando a algunos músculos de nuestro tórax que normalmente apenas están implicados en la respiración. Esto podría ocasionar ligeros dolores en el pecho (asociados a la inspiración). En el peor de los casos puede dar lugar a un broncoespasmo, donde las vías que llevan aire a los pulmones se cierran y, en las situaciones más extremas, pueden llegar a producir el paro respiratorio y, por lo tanto, la muerte.
De hecho, aquel estudio de 2020 encontró un aumento de los ingresos hospitalarios durante los episodios de calima ocurridos entre 2001 y 2005 en las dos capitales canarias. Las patologías que más parecen agravarse son las llamadas enfermedades respiratorias obstructivas, esto es, el asma y la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC). Estos cuadros parecían especialmente graves cuando el polvo se transportaba a baja altitud, pero, por suerte, las mascarillas a las que tanto nos hemos acostumbrado filtran bastantes de estas partículas PM2,5 y, por supuesto, las PM10. Si reducimos el tiempo que pasamos en exteriores y llevamos con nosotros una mascarilla, el riesgo de complicaciones respiratorias puede ser mínimo, por lo que no hay motivo de alarma, aunque sí de cautela.
QUE NO TE LA CUELEN:
- A pesar de que no son frecuentes, cada vez son menos atípicos. Durante 2021 vivimos seis episodios de este tipo en nuestro país, y la tendencia parece ser al alza. Todavía no comprendemos bien el vínculo que existe entre el aumento de estos eventos y el cambio climático, pero algunos estudios bastante robustos sugieren que parecen estar relacionadas. De hecho, tenemos sobrados datos que demuestran cómo el aumento de las temperaturas afecta a las corrientes de aire de determinados lugares del planeta.
REFERENCIAS (MLA):
- Clifford, Heather M. et al. “A 2000 Year Saharan Dust Event Proxy Record From An Ice Core In The European Alps”. Journal Of Geophysical Research: Atmospheres, vol 124, no. 23, 2019, pp. 12882-12900. American Geophysical Union (AGU).
- López-Villarrubia, Elena et al. “Do Saharan Dust Days Carry A Risk Of Hospitalization From Respiratory Diseases For Citizens Of The Canary Islands (Spain)?”. Archivos De Bronconeumología, 2020. Elsevier BV.
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