Abejas

Los problemas familiares de las abejas repercuten en su salud

Un nuevo estudio muestra que las abejas carpinteras que no han recibido cariño de sus madres tienen un sistema inmunológico más débil

Abeja carpintera en su nido
Abeja carpintera en su nidoSandra RehanUniversidad de York

La maternidad y la paternidad suele ser una asignatura pendiente para la mayoría de los insectos. Su estrategia reproductiva generalmente se basa en tener la mayor cantidad de crías posible, soltarlas en la naturaleza y que sobrevivan las que puedan. Sin embargo, en los insectos que viven en comunidades como las hormigas o las abejas, las crías reciben cuidados desde su nacimiento para que lleguen a la fase adulta y puedan convertirse en miembros útiles para la colonia. Ahora bien, en el caso particular de las abejas, la mayoría de las especies silvestres viven de manera solitaria, y abandonan a las crías a su suerte tras la puesta de huevos. Pero una especie de abejas carpinteras hace más bien lo contrario, las cuida y las cría, lo que tiene un impacto muy positivo para su salud.

Los cuidados de una madre (abeja)

Según un estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad de York, los cuidados de la madre abeja de la especie Ceratina calcarata beneficia al microbioma, al desarrollo y, en general, a la salud se sus crías. Esto es debido a que la madre abeja limpia meticulosamente las madrigueras y sus larvas e impide la proliferación de hongos, bacterias, virus y otros parásitos nocivos. Al encontrarse en un entorno más limpio, las abejas pueden desarrollarse sin sufrir infecciones que les afecten en su transformación a adultas y, por tanto, crecen más sanas y con mayores probabilidades de sobrevivir hasta el momento de reproducirse.

Esta especie de abeja se denomina “carpintera” porque construye un nido al año en la médula de los tallos muertos de las plantas. Allí, ponen sus huevos y cuidan de sus crías desde la primavera hasta bien entrado el otoño. Para realizar el estudio, los investigadores analizaron cuatro fases generales de desarrollo en la vida de estas abejas carpinteras, tanto en presencia como en ausencia de cuidados maternos, y empezando por la fase larvaria. En los casos en los que la madre abeja no pudo realizar los cuidados necesarios, el número y la diversidad de patógenos que afectaban a las crías se disparó. De estos patógenos, el 85% eran hongos, mientras que el 8% eran bacterias, lo que afectaba a la viabilidad de las crías.

Ceratina calcarata en una rama
Ceratina calcarata en una ramaSandra RehanYork University

“The last of us” para las abejas

Entre los hongos, destacó la presencia de Aspergillus, un género que generalmente forma el moho. Este hongo está formado por cadenas de células muy largas denominadas hifas, lo que le dan ese aspecto de “peludo”. En humanos rara vez causan enfermedad, aunque pueden llegar a colonizar el cuerpo de una persona que se encuentre con tratamiento inmunosupresor. En abejas, las hifas pueden enmohecer la colonia y momificar a las larvas, lo que acaba con su vida. Pero los Aspergillus no eran los únicos hongos presentes, otros géneros encontrados tenían repercusión en las fases posteriores de la vida de las abejas.

En palabras de Sandra Rehan, investigadora principal de grupo y profesora de la Facultad de Ciencias de la Universidad de York: "Estas infecciones fúngicas afectan a la salud de las abejas. Estamos documentando los cambios en el desarrollo y los cambios en la carga de enfermedades que pueden soportar las abejas. Esto es importante porque se sabe muy poco sobre enfermedades en abejas silvestres y por primera vez se están estudiando de forma conjunta todos los factores".

Una abeja con malas compañías

La relación entre el aumento de bacterias durante el desarrollo y su salud de adulta es un poco más compleja. La mayoría de organismos vivos tenemos cientos de millones de bacterias viviendo en cada centímetro cuadrado de nuestra piel. Estas bacterias forman la microbiota, es decir, son una capa protectora que ocupa el espacio para que no lo puedan colonizar bacterias nocivas. Ahora bien, cuando las crías de Ceratina calcarata no han tenido cuidados maternos, su microbiota es distinta a las que se han desarrollado con su madre y, generalmente, son más susceptibles a infecciones.

Además de analizar la presencia de patógenos, las investigadoras también observaron cambios en los genes de las propias abejas. La autora principal, Katherine Chau se mostró muy sorprendida tras analizar los resultados obtenidos. "Al observar la expresión génica de estas abejas se puede ver cómo la más mínima desregulación en las primeras fases del desarrollo se extiende en cascada por toda su formación. Todo está interconectado y demuestra lo vital que es el cuidado materno en el desarrollo de la primera infancia".

Estos estudios muestran la complejidad de la reproducción en el mundo animal, y como los insectos padecen “traumas infantiles” que pueden acarrear a lo largo de su vida. Estos cambios pueden suponer la diferencia entre la supervivencia o la muerte del individuo.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Es muy fácil caer en la falacia de “humanizar” estos estudios y trasladar los resultados a las personas, cuando realmente hay un trecho enorme que impide extrapolar cualquier tipo de conclusión a humanos. Es decir: No, por carecer de algún pariente o de los dos, no vas a sufrir más infecciones en el futuro. El número de infecciones que sufre una persona durante su vida está influido por su exposición a patógenos, una alimentación correcta y poseer (o no) un sistema inmunológico capaz de detectarlos y destruirlos.

Referencias (MLA):

  • The effects of maternal care on the developmental transcriptome and metatranscriptome of a wild bee