Opinión. El gallinero

La Cabalgata que no debió celebrarse

Se incumplió la legalidad, fue un despropósito, pero no tendrá consecuencias para los responsables

El delegado de La Razón en la Comunitat Valenciana, Iñaki Zaragüeta
El delegado de La Razón en la Comunitat Valenciana, Iñaki ZaragüetalarazonLa Razón

Fue un desastre, se cometió una ilegalidad, se incumplió la orden dada por la Generalitat, se demostró el sectarismo de Compromís y se comprobó la poca cabeza de algunos partidos de la oposición. Lo peor, que nadie cargará con la responsabilidad ni recibirá algún tipo de sanción y mucho menos se planteará alguna dimisión.

Me refiero ala celebración de la Cabalgata de los Reyes Magos en la plaza del Ayuntamiento de Valencia, donde se congregaron el martes cientos de personas sin respetar las instrucciones promulgadas por el Consell.

Fue un desastre por la forma que se permitió la estancia de los presentes, una ilegalidad porque se vulneraron las normas exigidas para todos los ciudadanos -hay que añadir que los contratos se adjudicaron mediante ya el usual método de “menor”- y la mala cabeza de la oposición porque allí estuvieron concejales del PP (no asistió su portavoz María José Catalá pero sí otros de su grupo) y de Ciudadanos aplaudiendo.

He dejado aparte el sectarismo, porque el despropósito me recordó cómo el alcalde Joan Ribó prohibió la bajada de la senyera el 9 de octubre «por riesgo de aglomeraciones» cuando la cifra de fallecidos en septiembre, había sido de 141 personas frente a las 559 de diciembre. Evidentemente, la primera autoridad, como su partido, no se distingue ideológicamente por su valencianismo.

Ahora lo arregla con «lo siento, no volverá a pasar». Hasta la próxima. Así es la vida.