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Héroes: Cómo Aquiles se convirtió en un «hobbit»

Carlos García Gual explica cómo estos personajes evolucionaron desde la época homérica a la novela helenística
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Entre los dioses y los hombres, sostiene Carlos García Gual, están los héroes. Dotados de un coraje y una determinación excepcionales, la recompensa de sus hazañas va más allá del oro y las riquezas materiales, de heredar tronos y reinos que se desvanecen en la historia como si fueran polvo, sino alcanzar el prístino sueño de la inmortalidad y que las generaciones futuras recuerden para siempre quiénes eran. Sus nombres pueblan la imaginación desde los albores de la literatura oral y escrita, y todavía resuenan entre nosotros los ecos de sus hazañas, como Aquiles, el de los pies ligeros; Héctor, domador de caballos; Ulises, el de las muchas mañas; Hércules, el que mató el león de Nemea; Teseo, vencedor del minotauro o Jasón, el que robó el vellocino de oro. Pero nada resiste el paso del tiempo y aunque su recuerdo no se desvanece, sus figuras han cambiado y cada época los percibe de manera diferente.
Carlos García Gual describe cómo ha sido la evolución del héroe en la literatura griega desde sus arquetipos más remotos hasta el teatro y la novela helenística en «La deriva de los héroes» (Siruela). Estas páginas suponen una celebración porque el catedrático de literatura griega, miembro de la Real Academia Española y uno de nuestros sabios se vio en la tesitura de remontar el trance del coronavirus. «Me impresionó mucho –reconoce–. Uno está aislado. Me resultó muy útil el teléfono para comunicarme con los familiares. En estas coyunturas lo que más influye es el carácter de las personas. Yo me resigné, porque uno no puede hacer nada, pero está bien poseer cierta cultura, porque eso te ayuda a variar los pensamientos».
–La pandemia nos ha devuelto héroes humanos, sin capas.
–Es verdad. En mi libro, hablo de cómo el mundo se hace más complejo con la tecnología y ya no deja espacio para los grandes héroes. Los griegos y lo semidioses tenían acciones espectaculares, pero nuestra sociedad solo posee estos héroes del cómic, que son un poco de papel y pantalla, pero que son los que quedan. Pero, existen otros héroes de tamaño menor que pasan desapercibidos, es lo que ocurre con los médicos y el personal, hospitalario. Ellos son los grandes héroes de nuestra sociedad o los que van al Tercer Mundo para ayudar. Estos son los que existen, aunque no ocupen las páginas de los diarios.
–¿Por qué no existen los grandes héroes?
–En nuestras sociedades no se pueden dar. Estos grandes héroes, como Belerofonte, que tiene el caballo Pegaso, evolucionan. En la literatura se vuelven trágicos, como puede ser Edipo, o Medea, que son otro de tipo, que son los héroes de las situaciones agónicas, terribles. En la tragedia, la grandeza se paga con el dolor, introduce una nueva perspectiva, pero es cierto que en la literatura moderna existe una nostalgia por los héroes. Esto se ve muy bien en «El señor de los anillos» de Tolkien. Él era un medievalista y la novedad que introduce en esta obra es que el héroe ya no es un persona demasiado extraordinario ni tampoco relacionado con dioses o reyes, sino al contrario, es un «hobbit», individuo corriente, de una vida oscura y apaciguada; es un héroe burgués dentro de ese mundo fantástico que él inventa. Es el héroe que sale de este mundo y arriesga su vida para devolver el anillo. Se enfrenta a un mundo peligroso, pero es un pequeño héroe acomodado. Esto es lo que Tolkien aporta en realidad de novedad. Esto no se daba en el mundo griego, que en muchos casos, estos personajes tienen antepasados divinos, pero en el mundo moderno se ha introducido este nuevo héroe que se sacrifica por los demás.
García Gual troquela en su libro la silueta de lo que es un héroe y narra sus transformaciones, aunque aporta piezas clave, que sustentan el arco de bóveda de estas figuras, como es la muerte. «Todos los grandes héroes están muertos», comenta en una de sus páginas. Esta es una de las cualidades esenciales que poseen, la capacidad de afrontar gestas épicas, pero al final afrontar lo mismo que los mortales, algunos, incluso, de una manera ridícula, sobre todo después de haber tentado a la suerte a lo largo de su vida. Y es justo esta característica lo que los diferencia de los héroes de los cómics.
–La muerte es la manera de codearse con los dioses. Pero los héroes como Spiderman o Batman no mueren.
–Es verdad, pero estos son unos héroes un poco de plástico, que hacen cosas extraordinarias, porque tienen poderes fuera de lo común, como una fuerza increíble o porque vuelan, pero psicológicamente no son interesantes; no son como los grandes héroes; no son trágicos. Puede que Superman esté amenazado por la kryptonita, pero en el fondo no deja de ser un chico guapo, un periodista en el mundo americano que actúa un poco como un bombero trascendental. Igual les pasa a los demás, como los personajes que existen en «La guerra de las galaxias». Los héroes griegos acaban mal, y subrayo este tema porque todos los héroes, a partir del romanticismo, terminan sus vidas bien y suelen son felices. La felicidad es el premio.
LA CRUELDAD DE LA PELÍCULA “300″
A Carlos García Gual le gusta que se recuerden las gestas griegas, pero está en desacuerdo con la película «300». En «Los persas», Esquilo refleja el dolor de ellos. Los atenienses lo verían y reconocían también la humanidad de ellos. Jerjes no es el “300”, que es lamentable. En Esquilo se llora el dolor por los vencidos, por los enemigos muertos. En esto existe un fondo de humanidad. La propaganda bélica da una imagen cruel del adversario. Este filme da una visión de los persas brutal. Me gusta más la visión que dieron de ellos los propios griegos».
–¿Y esto quiere decir algo?
–En nuestra sociedad, la felicidad no sé si es el objetivo de la vida, pero, desde luego, es el premio; el héroe tiene que ser premiado con la felicidad, que es la corriente. Todos estos héroes, si se fija, son guapos, logran contraer matrimonio... es una felicidad que está en las comedias antiguas y también cuando nace la novela, donde ya son héroes muy menores y que tienen que ser recompensados de esta forma. Es característico de la novela popular.
–Es una caída...
–Hay un declive del gran héroe. Ahora los que tenemos son héroes menores que se sacrifican por los demás. Como esos viajeros que acuden a otras naciones para ayudar y pueden llegar hasta dar la vida por ellos. Pero el héroe que cambiaba el destino de la sociedad, no se da. Ya con la primera bomba atómica, la diferencia que se impone es notable.
García Gual recuerda que probablemente Alejandro Magno es el último hombre al que se le puede considerar un héroe. «Al final de esta deriva de personajes está su estampa luminosa. No solo es histórico, sino que el Alejandro mítico, el mejorado, tiene como fondo el de la figura real, que era magnánimo, generoso. Fue el último héroe». Pero quedan muchas lecciones que todavía se pueden extraer de estas figuras, como el compromiso moral. A diferencia de los dioses, que viven en la eternidad y donde las acciones carecen de relevancia, los hombres tienen un tiempo finito y lo que hacen posee relevancia. Por eso, los primeros se comportan de manera arbitraria y caprichosa, y los segundos actúan de una forma consecuente y moral, aunque asuman un precio desmedido por su valentía. «Los dioses griegos son un tanto frívolos, ya lo vaticinó Nietzsche: la gran belleza que tienen es su frivolidad. Pero cometen acciones que no son del todo morales. En ellos da igual porque para los dioses no existe la muerte, no existe el dolor, pero el tiempo humano es el del dolor, es un mundo más arriesgado que el de los dioses. Los héroes se juegan la vida y son más nobles que los dioses. En el “Ayax”, de Sófocles, Odiseo tienen sentimientos más nobles que Atenea, porque los dioses no los tienen, ellos son eternos y juegan con los hombres».
–Esto se ve en Aquiles, un semidiós, y Héctor, un hombre. El primero actúa en su propia gloria y Héctor para defender su comunidad. ¿Es necesario reivindicar a este último?
–Héctor es un héroe más moderno y en cierto sentido más generoso que Aquiles. Es alguien que lucha por la ciudad y está dispuesto a morir por ella, por la comunidad; Aquiles es un gran guerrero, pero es solitario y egoísta. Homero, al final, le concede la compasión, a pesar de todas las amenazas que hace, cuando ve a Príamo arrodillado delante del cadáver de Héctor y se acuerda de su padre. Siente compasión. Es un final feliz, humano. Aquiles llora con Príamo y le devuelve a su hijo. Esta es la primera lección de humanismo de la literatura occidental. Aquí tenemos el comienzo de la compasión. Héctor, al igual que Ulises, más moderno aún y un gran aventurero, lucha por los suyos. Para mí Hector es una invención de Homero. Aquiles viene de un mito más antiguo, es un personaje ligado a los dioses. Héctor no tiene parentesco con dioses. Su parentesco es Príamo, tiene su esposa, su hijo, una vida más moderna y más cívica.