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Pompeya vive bajo la ceniza

Parque Arqueológico de Pompeya./Parque Arqueológico de Pompeya/E

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Se cree que la fecha exacta de la desaparición de Pompeya, sepultada tras una erupción del Vesubio, se produjo el 24 de agosto del año 79, aunque unos estudios arqueológicos recientes lo retrasan al 24 de octubre. Hasta 1748 no se supo nada de ella, siglos y siglos oculta bajo la lava y la ceniza. Dos terceras partes de su superficie ha sido excavada y el resto sigue siendo una incógnita, aunque, por otros hallazgos, se sabe lo que podrá salir a la superficie: la vida próspera de una ciudad romana y los habitantes que acabaron perdidos en el magma de fuego escupido por el Vesubio, seres paralizados convertidos en piedra. De esa vida que transcurría con normalidad, se ha rescatado unos frescos de grandes dimensiones afectados por la humedad y, claro, el tiempo. Representan paisajes egipcios del delta del Nilo, tema por el que los romanos de la época sentían mucho interés, también el propietario de la casa. De ahí la presencia de la diosa Isis, culto muy extendido en Pompeya. El dueño de la «domus» –que fue descubierta en una excavación de 1913–, se ha atribuido a un magistrado romano, de nombre Lucius Ceius Secundus, cuyo nombre está marcada en la entrada, «Casa de los Ceii». Es una casa que no ahorra en detalles ornamentales, con patio central –donde estaban los frescos– y un atrio de cuatro columnas. Pompeya va mostrando poco a poco su pasado, como demuestra el hallazgo el pasado mes de noviembre de dos cuerpos, esclavo y señor, muertos como les alcanzó la erupción. Otro descubrimiento reciente ha sido un «termopolio», establecimiento para servir comida para las clases bajas de la ciudad.

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