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Polémica

Disidencia artística: el asalto al Elíseo como obra

El artista y opositor bielorruso Alexei Kuzmich se presentó ante la residencia de Emmanuel Macron el pasado 1 de abril con un cóctel molotov falso

El opositor y artista bielorruso Alexei Kuzmich, en un autorretrato
El opositor y artista bielorruso Alexei Kuzmich, en un autorretratocourtesy of the TUT.BY readercourtesy of the TUT.BY reader

El pasado 1 de abril, el artista bielorruso Alexei Kuzmich fue arrestado mientras intentaba escalar la puerta del Palacio del Elíseo de París, residencia del Primer Ministro francés, Emmanuel Macron. Kuzmich portaba una botella que se asemejaba a un cocktail molotov. El parecido entre la botella y el artefacto explosivo constituía una provocación, y, al mismo tiempo, una declaración de principios: lo que parecía un ataque violento no lo era, ya que las performances del artista bielorruso adquieren siempre la forma de una protesta pacífica, inocua.

Alexei Kuzmich ha adquirido, durante los últimos tiempos, un estimable protagonismo en la escena artística y social bielorrusa por plantear acciones que critican abiertamente al régimen del dictador Alexander Lukashsenko. Ahora bien, si, a tenor de su nacionalidad, sus acciones contra Lukashenko están más que justificadas, la pregunta que surge a continuación es el motivo que le ha llevado a intentar este “asalto artístico” al Elíseo francés. Y Kuzmich no titubea a la hora de argumentarlo: “Francia, un antiguo ejemplo de democracia, se está deslizando hacia el fascismo, volviéndose como mi patria, Bielorrusia “. Dirigiéndose a continuación a Macron, le recrimina: “Habiendo monopolizado el derecho a la violencia, usted y su cómplice Lukashenko castigan a quienes disienten. Cada uno en su propio terreno “. En un vídeo subido a su perfil de Facebook, Kuzmich dedica esta acción “a las víctimas de revoluciones pacíficas, que han muerto en vano “.

No cabe duda de que este ejemplo de performance activista ha de ser examinado como un eslabón más de esa dilatada cadena de acciones políticas que han brotado, desde principios del siglo XXI, en los países que conformaban el antiguo bloque soviético. Colectivos como Voina, Femen o Pussy Riot, y artistas como Piotr Pavlensky configuran un apropiado fondo de contraste para comprender esta acción de Kuzmich. Concretamente, las performances de Pavlensky parecen haber servido de claro referente al artista bielorruso a la hora de definir su “modus operandi”: intervención de espacios públicos e instituciones, así como la participación involuntaria de las fuerzas policiales. En efecto, una de las características de los trabajos de Pavlensky es su permanencia en en el lugar en el que ha desarrollado la acción hasta que acude la policía y lo detiene. Su negativa a huir se explica por el deseo de hacer partícipe a las instituciones de su obra: cuando es detenido, la estructura de poder se convierte en cómplice y co-creadora de su obra. El éxito de la acción radica en infiltrarse en el interior de la institución; y esto solo se consigue mediante la detención del artista. El arresto de Kuzmich el pasado jueves, mientras intentaba acceder al Elíseo, demuestra que la intención del activista bielorruso también era ser arrestado. Su intento de incursión estaba destinado al fracaso. ¿Fracasó? Hoy todos los medios hablan de Kuzmich. Y esto es así porque fue detenido. Todo estaba planificado para que su arresto fuera la clave de su éxito.