“The Good Traitor”: el embajador danés que se sacrificó contra los nazis
Ulrich Thomsen se pone en la piel de Henrik Kauffmann, el diplomático que evitó el triunfo del nazismo en Dinamarca declarándose líder en el exilio de la embajada de Washington
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Preguntarle al danés medio por Henrik Kauffmann es un sano ejercicio de memoria democrática: probablemente nadie sepa quién es o qué hizo. A la figura del diplomático, sin embargo, su país le debe nada más y nada menos que no haber caído en las manos del régimen nazi. Eso es lo que se explica, mediante matemática belleza, en «The Good Traitor» que llega esta semana a nuestras carteleras y que pone en el papel de uno de los fundadores de la ONU a Ulrich Thomsen: «Quizá no sea conocido por su espíritu rebelde, por esa decisión tan unilateral de traicionar a su propio gobierno y por ese “jódete” que le dedicó a los colaboracionistas. Me parece un tipo interesante, lleno de matices, tampoco digno de una estatua porque también se guio por intereses personales, pero sí alguien que la sociedad danesa debería reconocer más fácilmente», opina el actor desde Copenhague.
En realidad, Kauffmann también pasó a la historia como el hombre que «regaló» Groenlandia a la OTAN, pero el acuerdo parecía en su momento la única forma de involucrar a Estados Unidos en la defensa de las viejas democracias europeas que tan sólidas se creían... y que tan sólidas se están volviendo a creer: «Nuestra libertad siempre se está configurando, y en cualquier momento podemos retroceder en nuestra conquista de derechos. La situación actual se parece a la previa a la guerra, cuando la gente buscaba cabezas de turco, soluciones fáciles. Por eso personas como Trump o Le Pen pueden tener hueco. Ellos tienen soluciones fáciles y estúpidas. Y por eso la gente les vota, no porque sean monstruos o psicópatas», explica con vehemencia.
Más allá de la política
Esa clave política, que inunda toda la película, también se deja sentir en el discurso de un Thomsen que no tiene pelos en la lengua: “Parece obvio que nuestras democracias está bajo amenaza y eso me preocupa mucho, soy muy pesimista. Cada vez más todo se reduce a un “nosotros” contra ellos. Y, claro, si llegamos a un momento en el que tenga que defender mi modo de vida contra otros, creo que lo haré, creo que muchos lo harán. Si viene gente de España a imponerme que haya corridas de toros, por poner un ejemplo estúpido, probablemente les mande a tomar por el culo. Váyase a España a hacerlas, e incluso defenderé que las dejen de hacer allí también. Ahí estamos ahora mismo, en esa división que no es nueva, pero ha vuelto. Tenemos que entender que la democracia no es algo fijo, que evoluciona y que puede retroceder en cualquier momento”, explica con vehemencia.
Para evitar caer en lo documental o en la enésima película bélica sin guerra que se crea más lista que el espectador, la directora Christina Rosendahl indaga en uno de los aspectos más extraños, si cabe, en la vida del embajador Kauffmann: su muerte en violentas circunstancias. Aquejado de un cáncer de próstata terminal en sus últimos años, apareció degollado en su cama junto a una nota de su esposa, que se suicidó inmediatamente después de cometer el asesinato explicando que se trataba de mera «compasión». Thomsen, que estuvo varios meses indagando en la historia y los suspiros del diplomático por la hermana de su mujer, se moja respecto al misterio dejando asomar un tono cómico: «Creo que su esposa le amaba más que nadie en el mundo, y no le quería ver así, destruido y medio muerto, pero tampoco me es difícil imaginar que ese navajazo al cuello tuviera que ver con todas las trastadas de Kauffmann».