Raffaela Carrà: la sonrisa italiana que enamoró a España
Como una auténtica diva de variedades a la española, Carrà, fallecida ayer, sedujo a todo un país con su voz, sus piernas larguísimas y su inigualable simpatía
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En la España de los años 70 fue un ¡Boooom! grandioso con sus programas televisivos, sus canciones pachangueras, su maravilloso español y esas divertidas equivocaciones cuando hablaba en directo con los televidentes en programas como «Pronto, Raffaella?», que había realizado en los años 80 en la RAI 1. El éxito fue tan apabullante que estuvo repitiendo similares programas de variedades de alto nivel durante años. En ellos estrenaba sus canciones que se bailaban tanto en las discoteca de moda como en las fiestas veraniegas de los pueblos. En cierta forma era como una vuelta a los años 60 con canciones que todo el mundo conocía y cantaba y muchos de sus estribillos se hicieron tan populares que pasaron al acervo popular: «Lucas, Lucas, ¿dónde te has metido?» El problema de Lucas es que era gay. Carrà ha fallecido a los 78 años en Roma.
En «Caliente, caliente», le reprochaba a su amante pasivo que quizá «tienes a otra que tus fuerzas agota y llegas harto de amar», mientras el coro repite como una letanía obsesiva «caliente, caliente», con la ingenuidad de la persona hambrienta de amor. Las más divertidas son «Qué dolor, qué dolor», en la que una mujer encuentra a otra dentro de un armario, «Fiesta» y «53 53 456», tu teléfono sigue sin contestar. Eran canciones escritas adrede para las clases medias, en especial para los matrimonios jóvenes que se identificaban con la Carrá al verla tan jovial, simpática y dinámica. Números musicales que ya venían ensayados durante años en la tele italiana y que en España causaban un gran impacto social. Era una experimentada bailarina y poseía el don de la simpatía y el encanto personal.
Algunos de estos éxitos eran versiones renovadas de las clásicas escenas eróticas de las variedades en los que el motivo central era el sexo y las situaciones picantes. En «En el amor todo es empezar» le explotaba el corazón porque «si él te lleva a un sitio oscuro, que no te asuste la oscuridad, pues casi nunca se está seguro si es por amor o es por algo más». Muchas de estas canciones, típicos temas discotequeros, unidos a la figura caricaturesca de Carrá, mil veces operada y con «flashings» recurrentes que dotaban a su piel blanco-lechosa una apariencia transparente, eran ideales para que los travestis hispanos e italianos la imitaran, embutidos en sus monos de brillos, pata de elefante y tops de estrás, con su peluca rubio platino con flequillo.
Letra censurada
Sus fans, que se contaban por millones en Europa, convertían cada una de sus canciones en éxitos veraniegos imperecederos. Todos hablaban, en tono divertido y con letras chispeantes, a ritmo discotequero de amor y fiesta. Una de las más repetidas hasta el agotamiento fue «Hay que venir al sur». La letra, con toques españoles –«¡caliente, caliente!»–, no dejaba dudas de las intenciones de Rafaella: «Tuve muchas experiencias y he llegado a la conclusión. Que perdida la inocencia ¡en el sur se pasa mejor! Para hacer bien el amor hay que venir al sur. Lo importante es que lo hagas con quien quieras tú». Letra que fue censurada en la edición discográfica.
Tras un triunfo inusitado en el programa «¡Señoras y señores!», Televisión Española le ofreció un programa especial: «La hora de Raffaella Carrà», en 1975, donde interpretó sus éxitos en italiano y luego traducidos al español. Su primer éxito fue «Rumores», seguido de numerosos temas que se hicieron tan populares que atravesó el Atlántico y triunfó en las televisiones de América. Ante la apoteosis de sus intervenciones en las televisiones de medio mundo, en 1982 la RAI organizó un programa en coproducción con televisiones estatales de Italia, Union Soviética, Reino Unido, México y Argentina titulado «Millemillioni». Desde entonces Raffaella Carrà se convirtió en un fenómeno de masas internacional con actuaciones en medio mundo y programas anuales en Televisión Española. Los años 90 fueron para Raffaella Carrà su apoteosis: «¡Hola, Raffaella!», «A las 8 con Raffaella» y «En casa con Raffaella».
De nuevo a finales de los 2000 y hasta hace tres años, Raffaella alternó Cuatro con Telecinco y Antena 3 con programas en los que colaboraba como invitada especial: «Salvemos Eurovisión» (2008); «¡Qué tiempo tan feliz!« (20014); «Gala: 60 años de TVE» (2016) y su última invitación fue en Telecinco en el programa «Volverte a ver» (2018). No es raro que acabaran concediéndole en España la Orden «Dama de la Orden del Mérito Civil» en 2018. La carrera artística de Raffaella Carrà es de lo más atípica. Tuvo su comienzo de niña en un papel de «Tormento del passato» (1952), en la estela de «Bellissima» (1951) de Luchino Visconti. Marchó a Hollywood donde interpretó junto a Frank Sinatra «El coronel Von Ryan» (1965), un mediocre filme que quedó prendado de una atractiva y jovencísima Raffaella Carrà morena. Participó en algunas pelis de romanos y en el musical «Cinco marinos contra cien chicas» (1961), donde coincidió con el roquero Little Tony, con quien mantuvo una relación amorosa.
Su gran amor
Pero su gran amor fue su apoderado y compositor de muchas de sus canciones Gianni Boncompagni, relación que finalizó en 1980, sustituido por el coreógrafo Sergio Japino, con quien vivió diecisiete años. Corrieron numerosos rumores sobre su relación con Frank Sinatra, quien le propuso ayudarla a triunfar en Hollywood si se unía al «rat pack», tan próximo a la mafia que Raffaella no dudó en negarse, pese a presentarle a sus amigos, entre ellos a Brando y Yul Brynner, pero prefirió volver a Italia y seguir su carrera como actriz y, ya en los años 70, como cantante y «showoman» de grandísimo éxito. Su verdadero nombre era Raffaella Maria Roberta Pelloni. Había nacido en Bolonia, el 18 de junio de 1943 y ha muerto en Roma, el 5 de julio de 2021. Hizo feliz a millones de telespectadores y otros tanto bailaron con sus pegadizas canciones discotequeras: «Todos dicen que el amor es amigo de la locura, pero a mi que ya estoy loca es lo único que me cura». Fue una presentadora con simpatía a raudales y una proximidad tan dulce y amable que conquistó al publico con su contagiosa sonrisa, que hoy estarán tristes pensando que ha desaparecido una de sus artistas preferidas.